Esperanza para el corazón solitario
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Katelynn Luedke sobre Miedo y Ansiedad
Traducción por Carlos Diaz
No existe escenario de vida inmune al miedo a la soledad. El estudiante nervioso siente la soledad debido a la falta de lo que le es familiar. La persona soltera teme una vida de soledad sin un cónyuge. La madre primeriza teme que nadie entenderá sus problemas. La pareja que se ha mudado a una nueva ciudad teme que no encontrarán amigos. La soledad nos afecta a todos, y a menudo vivimos en el temor de que nuestra soledad durará el resto de nuestra vida.
Cuando elegimos ser indulgentes con nuestra carne y permanecer en temor acerca de la posibilidad de una soledad futura, nos plantamos en rebelión en contra de Dios. Estamos eligiendo ignorar los mandamientos de Filipenses 4 a “no estar afanosos por nada”, y eligiendo ignorar el nuevo espíritu que Dios nos ha dado, uno “no de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7, LBLA).
Debemos confrontar la verdad de que nuestro temor es alimentado por nuestra propia incredulidad y desobediencia. Una incredulidad en la verdad de las Escrituras y creencia en las mentiras del enemigo. Una desobediencia que falla a la hora de confiar en las promesas de Dios y en vez de eso obedece a los temores y sentimientos de nuestra carne. Estas son realidades incómodas, pero para buscar la libertad del temor, debemos identificar y oponernos a las mentiras que nos hacen vivir en temor.
La mentira de que estamos solos
La primera mentira que creemos es que estamos solos. Cuando estamos cegados por el temor, sentimos como si viviésemos la vida por nuestros propios medios. Nos sentimos aislados y desconocidos. Vivimos en base a nuestros sentimientos, en lugar de lo que las Escrituras declaran como verdad - en vez de lo que sabemos que es verdad.
Si buscamos examinar lo que es verdadero en nuestra vida, somos capaces de ver que Dios en su gracia nos ha provisto con la iglesia y con la residencia interior de su Espíritu para utilizarlos como armas en la batalla contra soledad. Podemos volvernos a nuestros amigos, nuestros mentores, nuestros pastores, y a los miembros de nuestra iglesia que buscan motivarnos y edificarnos, ya que el cuerpo de creyentes nos salvaguarda de los peligros del aislamiento. Cuando estamos involucrados activamente en nuestra iglesia, a través de una asistencia regular, servicio fiel y discipulado intencional, nunca estaremos solos.
El Señor mismo vela porque sus hijos nunca estén solos. Cada miembro de la Trinidad ha sido expresamente prometido a los creyentes por toda la eternidad. Fue Dios el Padre quien dijo “Porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6, LBLA). Jesucristo prometió a sus discípulos, “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Cristo también prometió a los Doce la venida del Espíritu Santo: “Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad. . . . vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
No hay mayor fuente de satisfacción y gozo que aquella de la presencia y compañía del Señor. Mientras Dios nos ha dado el consuelo de permanecer con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, es Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo quienes han sido, son, y siempre serán el Compañero más verdadero y más fiel.
La mentira de que Dios no es suficiente
El Shaddai, uno de los muchos nombres de Dios, se traduce como “el Dios que es suficiente en todo”. Dios, que no puede mentir, se ha llamado a sí mismo el Todosuficiente. Ha declarado que Él mismo es suficiente en toda forma, sin falta de nada, y capaz de suplir todas nuestras necesidades.
Cuando nos duele la soledad o estamos paralizados por el temor a la soledad inminente, estamos viviendo en el temor de que Dios no es quien dice ser. Nos estamos permitiendo refutar la verdad de que Dios es suficiente al temer que Él no será suficiente para nosotros. En cualquier estación de la vida en que nos encontremos, rápidamente caeremos en el temor a la soledad tan pronto como nos permitamos dudar de Él como la única fuente confiable para todo lo que necesitamos.
Primera de Juan 4:18 afirma que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Cristo nos ha amado con un amor eterno y perfecto. Nos ha salvado, nos ha rodeado con la iglesia, y ha prometido su presencia por la eternidad. Para el cristiano, las promesas de la palabra de Dios son el pozo de un gozo grandioso. Cuando podamos confiar voluntariamente y creer fielmente en estas promesas, entonces seremos capaces de experimentar la libertad, paz, y alegría que brindan a los creyentes en cualquier circunstancia.
Cuando elevamos nuestros sentimientos de soledad por encima de estas promesas, creamos y profundizamos para nosotros mismos un desaliento solitario. Rechazamos el gozo de su presencia y nos afligimos con el dolor del aislamiento. Podemos elegir creer que Dios es Todosuficiente, como dice que es, o podemos vivir nuestras vidas dudando que Él es todo lo que necesitamos.
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