Fortaleciendonos las Manos Unos a Otros en Dios

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English: Strengthen Each Other's Hands in God

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Por John Piper sobre Grupos Pequeños

Traducción por Juan Marcos García Aranzábal


1 Samuel 23:15-18 (LBLA)
Y se dio cuenta David que Saúl había salido para quitarle la vida; y David se encontraba en el desierto de Zif, en Hores. Y Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue a donde estaba David en Hores, y le fortaleció en Dios. Y le dijo: No temas, porque la mano de Saúl mi padre no te encontrará, y tú reinarás sobre Israel y yo seré segundo después de ti; Saúl mi padre también sabe esto. Hicieron los dos un pacto delante del SEÑOR; y David permaneció en Hores mientras Jonatán se fue a su casa.

El mensaje de hoy es una interrupción de la serie sobre Efesios que comenzó el domingo pasado. La razón de este paréntesis es que estamos convencidos de que es necesario animar a la congregación de Bethlehem para integrarse en algún grupo pequeño donde podamos ayudarnos unos a otros para pelear la buena batalla. Por ello el énfasis del mensaje de hoy está en el fortalecimiento de las manos de cada uno de nosotros en Dios por parte del resto de hermanos.

La Seguridad Eterna Es un Proyecto Comunitario

Creemos que la seguridad eterna es un proyecto de la comunidad. Creemos que la perseverancia de los santos es una responsabilidad de todos los creyentes. El mismo Señor amoroso que dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28, LBLA), también dijo: “Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.” (Mateo 24:13, LBLA).

En otras palabras, aquellos que han nacido de Dios están seguros eternamente en las manos de Jesús; y los que han nacido de Dios deben soportar hasta el fin para poder ser finalmente salvos. Por eso se plantea una pregunta: ¿Cómo es que Dios manda a su pueblo que persevere en la fe hasta el fin para que Él pueda cumplir su promesa infalible de que Él los guardará y que ninguno se va a perder?

Esta mañana vamos a fijarnos en una parte crucial de la respuesta a esta pregunta, que es esta: Dios ha dispuesto que tengamos relación con otros creyentes de forma que podamos ayudarnos unos a otros para pelear la buena batalla de la fe con éxito día tras día hasta el fin. La base bíblica para esta afirmación está en Hebreos 3:12-14

Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin

Dios ha provisto un medio por el cual nos permitirá mantener nuestra confianza hasta el fin. Es este: desarrollar las relaciones entre creyentes en las que nos ayudemos a apropiarnos de las promesas de Dios y a escapar al engaño del pecado. Debemos exhortarnos unos a otros día tras día a estar firmes y a ponernos toda la armadura de Dios.

Formando Parte de Un Grupo de Cristianos

Niños, adolescentes, jóvenes, universitarios, solteros, casados, viudos o viudas... ¿formas parte de una grupo de amigos cristianos que se han comprometido a ayudarse mutuamente para pelear la buena batalla de la fe y protegerse los unos a los otros de las sutiles asechanzas del pecado?

No estoy diciendo que no puedas ser salvo sin pertenecer a un grupo pequeño organizado, pero lo que digo (y pienso que la palabra de Dios dice también) es que si no tienes una piña de camaradas en la fe, entonces estás perdiéndote uno de los medios que Dios ha provisto para tu cuidado y perseverancia en la vida de fe. Descuidar los canales de la gracia es muy peligroso para tu alma.

Por esto, mi objetivo esta mañana es muy simple: animarte para que te unas a un grupo pequeño de cristianos donde puedas exhortar y ser exhortado a continuar la lucha diaria de la fe. Al final de este mensaje, Peter Nelson presentará brevemente una lista de grupos pequeños que está disponible para que la consideres en oración.

Cuatro Lecciones del Encuentro de Jonatán con David

El texto es 1 Samuel 23:15-18. Es una ilustración simple y profunda de lo que necesitamos que suceda en la continua batalla por la fe.

David está vagando por el desierto de Zif, que se encuentra a unos 50 km al sur de Jerusalén, intentando huir de Saúl. Saúl, el rey de Israel, quiere matar a David porque le considera un peligroso rival para el trono. Jonatán, el hijo de Saúl, ama a David y se entera de que está en el desierto de Zif, y va allí a fortalecer su mano en Dios.

Este encuentro entre Jonatán y David ilustra por lo menos cuatro lecciones sobre la ayudarnos los unos a los otros en la batalla de la fe.

1. La Necesidad que Todos Tenemos de la Camaradería Cristiana

Aún los santos más consagrados y los líderes más fuertes necesitan de camaradas que fortalezcan sus manos en Dios. David era espiritual; David era fuerte y David necesitaba a Jonatán.

La camaradería cristiana no es solamente para los nuevos reclutas. Es para cada creyente. Nunca maduramos lo suficiente para dejar de necesitar el servicio de otros cristianos. Si crees que ya no necesitas ser exhortado diariamente para seguir peleando la batalla de la fe, entonces probablemente tu corazón ya ha caído presa del engaño del pecado.

David era un hombre conforme al corazón de Dios. Era un gran guerrero. Sin duda era superior a Jonatán en fuerza, inteligencia y profundidad de comprensión teológica. Pero el versículo 16 dice que Jonatán fue y fortaleció su mano en Dios.

Nunca creas que un hombre es tan fuerte que no necesita que su mano sea fortalecida en Dios. Y no pienses que alguien está tan por encima de ti que no puedes ser un instrumento de Dios para fortalecerlo.

Charles Spurgeon expresó lo que sienten muchos líderes cristianos al decir:

Hace unos años sufrí una terrible depresión espiritual. Muchas circunstancias problemáticas me habían ocurrido; me sentía tan mal que mi corazón desfallecía dentro de mi. Desde las profundidades me vi obligado a clamar al Señor. Justo antes de marcharme a Mentone para descansar, sufrí grandemente en mi cuerpo, pero mucho más en mi alma, porque mi espíritu estaba sobrecogido. Bajo esta gran presión, prediqué un sermón sobre las palabras: “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has desamparado?” Estaba tan preparado para predicar sobre ese texto como nunca podría esperar estarlo. De hecho, espero que pocos de mis hermanos puedan haber entrado tan profundamente en esas devastadoras palabras. Sentí hasta el punto más alto el horror que puede sentir un alma abandonada de Dios. Desde luego, no fue una experiencia deseable. Tiemblo solamente de imaginar pasar otra vez por ese eclipse espiritual; y es mi oración que nunca tenga que pasar por un sufrimiento parecido otra vez. (Autobiografía, vol. 2, pág. 415)

He mencionado este texto para que entendamos que ni aun los más grandes santos o los guerreros más valientes están exentos de que sus manos sean fortalecidas en Dios. De hecho los ataques que Satanás lanza sobre ellos pueden hacer que su necesidad sea incluso mayor. Por todo esto, la primera lección que podemos extraer del texto es que nunca dejamos de necesitar ser exhortados diariamente. Los santos más grandes y los guerreros más valientes necesitan de camaradas que fortalezcan sus manos en Dios.

2. Un Esfuerzo Consciente

La segunda lección es que fortalecer la mano de una persona en Dios supone un esfuerzo consciente.

Es intencional. No se puede hacer sin querer; tienes que levantarte e ir hasta el bosque (vs. 16): “Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl, y vino a David en el bosque, y confortó su mano en Dios”.

¡Qué diferencia supondría en nuestra iglesia, si cuando nos levantásemos cada mañana planeásemos fortalecer la mano de alguien en Dios! Jonatán no se encontró con David en el Hores por casualidad (aunque a veces ocurre algo parecido). Él PLANEÓ ir para fortalecerlo. La prueba de madurez cristiana es que decidas buscar las ocasiones para fortalecer la mano de alguien en Dios. ¿A quién vas a fortalecer en Dios hoy?¿o esta semana?¿formas parte de un grupo de compañeros comprometidos (¡voluntariamente!) a ayudarse los unos a los otros a pelear la buena batalla de la fe de esta forma?

He estado leyendo las Memorias de Samuel Pearce, uno de los pastores de un pequeño grupo que fundó la primera Sociedad Misionera Bautista en 1792. Entre otros pastores se mencionan los nombres de John Ryland, John Sutcliff, Andrew Fuller, Samuel Pearce y William Carey. Hay algo que resulta evidente de estos hombres: se amaban los unos a los otros, se reunían y juntos se animaban entre ellos, fortaleciendo sus manos en Dios. Incluso lo hicieron aun cuando se encontraban separados físicamente entre ellos.

Samuel Pearce tuvo que esperar casi un año para recibir la primera carta de Carey desde la India, pero cuando la recibió pudo contestarle diciendo:

El relato de tu trabajo nos ha inspirado un nuevo vigor y ha fortalecido nuestras manos grandemente en el Señor. Hemos leído, y llorado; adorado y orado. ¿Quiénes sino los creyentes pueden disfrutar de tales placeres como los que compartimos gracias a la amistad que nos une hacia nuestro querido Señor Jesucristo? (pág. 58)

¿No es esta una gran afirmación: “La amistad que nos une HACIA nuestro querido Señor Jesucristo”?

Lo que realmente quiero conseguir esta mañana es que todos vosotros forméis amistades HACIA Jesucristo, es decir, que tengáis un grupo de compañeros en la fe con el acuerdo mutuo de que os dirigiréis unos a otros a Jesucristo para obtener esperanza y fuerza.

3. Fortaleciéndonos Unos a Otros en Dios

Esta es la tercera lección. La fuerza que debemos darnos unos a otros está en Dios, no en nosotros. El versículo 16 no dice que Jonatán fue al bosque para fortalecer la confianza que David tenía en sí mismo. Lo que dice es que se levantó y fue hasta David en Hores, y fortaleció su mano en Dios.

Esta es la diferencia entre la camaradería cristiana y todos los otros grupos de apoyo y terapia o auto ayuda. La parte más importante de la camaradería cristiana es dirigirnos unos a otros hacia Cristo, no a otro hombre, para buscar ayuda y fuerza.

Hay como una paradoja aquí: Por una parte estoy diciendo que te necesito, pues Dios ha querido que seas un medio por el que recibo gracia para perseverar hasta el fin. Pero por otra parte, tengo que decir que la única forma en la que me puedes ayudar es diciendo o haciendo algo que me haga depender de Dios y no de ti.

Aquí volvemos al que parece ser nuestro tema más asiduo: un teocentrismo radical en todo lo que hacemos, incluso en nuestra confraternización humana, nuestra camaradería, nuestra amistad. Tiene que ser una amistad PARA Jesús. Cada grupo cristiano que existe debería hacerlo para fortalecer las manos de sus miembros en Dios y no en el hombre. Esta es la tercera lección que vemos en este pasaje: “Jonatán se levantó y fue a donde estaba David en Hores, y le fortaleció en Dios”.

4. Recordándonos Unos a Otros las Promesas de Dios

Para terminar, ¿cómo consiguió hacerlo?¿cómo podemos hacerlo nosotros? Jonatán dijo (vs. 17): “Y le dijo: No temas, porque la mano de Saúl mi padre no te encontrará, y tú reinarás sobre Israel y yo seré segundo después de ti; Saúl mi padre también sabe esto.”

¿Cómo sabía Jonatán que David sería rey sobre Israel? Eran amigos íntimos y es difícil imaginar que David no le hubiera hablado sobre el incidente que se narra en el capítulo 16 cuando el profeta Samuel ungió al joven David como rey sobre Israel. Así que la forma que utilizó Jonatán para fortalecer la mano de David en Dios fue recordarle la promesa que Dios había hecho (1 Samuel 16:12). Saúl no pudo prevalecer contra David porque Dios estaba con él. Por lo tanto Jonatán fortaleció la mano de David en Dios recordándole cuál era su destino en los propósitos de Dios.

Lo mismo ocurre con nosotros. Podemos fortalecernos las manos unos a otros recordándonos las promesas de Dios que son especialmente apropiadas para las necesidades de cada uno.

¿Qué crees que necesitarías oír de parte de tus amigos si estuvieras a 24.000 km de tu casa como William Carey, peleando la buena batalla de la fe junto a otro compañero solamente entre millones de inconversos? Seguramente te ayudaría algo como las palabras que escribió Samuel Pearce, un entrañable amigo que sabía como fortalecer las manos de Carey en Dios. Mira como las promesas de Dios están por todas partes en esta carta con fecha del 4 de Octubre de 1794:

Hermano, me gustaría poder estar a tu lado y participar en todas las vicisitudes del ataque; un ataque que nada sino la cobardía puede hacer que fracase. Sí, el Capitán de nuestra salvación marcha a la cabeza. A veces puede retirar su presencia (pero no su poder) para probar nuestra destreza con las armas espirituales y la armadura celestial. ¡No hay nada que una fe viva no pueda hacer por el soldado cristiano! Hará venir al Libertador desde los cielos; le cubrirá como con vestiduras teñidas en sangre; le colocará al frente de la batalla y pondrá un canto nuevo en nuestras bocas: “Estos pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá”. Sí, así será; la victoria es segura antes de que entremos en el campo de batalla; la corona ya está preparada para adornar nuestras frentes. Incluso esa corona de incorruptible gloria cuyo uso ya hemos planificado: depositarla a los pies del conquistador y decir: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria”, mientras todo el cielo se une en el coro: “Digno es el Cordero”. (Memorias, pág. 66)

Bueno, no todos tenemos la habilidad para fortalecer a nuestros compañeros con palabras como estas, pero si profundizas en la palabra de Dios y meditas en ella de día y de noche, como dice el salmo 1, entonces serás una fuente de agua viva y fortalecerás las manos de muchos en Dios. El llamado de Dios para ti es: ¡Ven, fortalezcamos nuestras manos los unos a los otros en Dios! Amén


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