Hedonismo Cristiano

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English: Christian Hedonism

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Por John Piper sobre Hedonismo Cristiano

Traducción por Yenis Figuereo


Perdone la clasificación, pero no debe perderse la Verdad

Si usted puede, perdóneme por la clasificación. Pero no se pierda de la verdad porque no le guste mi clasificación. Mi más corto resumen de esto es: Dios es mayormente glorificado en nosotros, cuando nos sentimos más satisfechos de EL. O bien: El fin principal del hombre es glorificar a Dios disfrutando de EL para siempre. ¿El hedonismo cristiano hace un dios del placer?[1] No. Esto dice que todos hacemos un dios de aquello que nos da más placer. Mi vida está dedicada a ayudar a las personas a hacer de Dios su Dios, despertando en ellos los mayores placeres de EL.

Si tenemos que vender todo, debemos hacerlo, Jesús dijo, "con gozo" porque el campo que queremos comprar contiene un tesoro escondido (Mateo 13:44).

Por Hedonismo Cristiano, no me refiero a que nuestra felicidad sea el bien supremo. Quiero decir que la búsqueda del bien supremo siempre nos lleva hasta la felicidad. Sin embargo, casi todos los cristianos creemos esto. El Hedonismo Cristiano dice más; esto es, que debemos buscar la felicidad, y correr tras ella con todas nuestras fuerzas. El deseo de ser felices es un motivo apropiado para toda buena obra, y si usted abandona la búsqueda de su propia felicidad no puede amar al hombre o agradar a Dios - eso es lo que hace controversial al Hedonismo Cristiano.

El Hedonismo Cristiano busca sustituir una moral kantiana por una bíblica. Immanuel Kant, filósofo alemán que murió en 1804, fue el exponente más poderoso de la idea de que el valor moral de un acto se reduce en la medida en que no se obtenga ningún beneficio de ello. Las acciones son buenas si el hacedor es "desinteresado". Nosotros debemos hacer el bien porque es bueno. Cualquier motivación en busca de felicidad o recompensa corrompe el acto. Cínicamente, tal vez, pero no sin justificación, la novelista Ayn Rand capturó el espíritu de la ética de Kant:

“Una acción es moral, dice Kant, sólo si no se tiene deseos de hacerla, y se realiza por el sentido del deber y sin obtener ningún beneficio de ella, ni material ni espiritual. Un beneficio destruye el valor moral de una acción. (Así, si uno no tiene ningún deseo de ser malo, no puede ser bueno,. Si uno lo tiene, uno puede)[2]

Contra esta moralidad kantiana (que ha pasado como cristiana por mucho tiempo!), nosotros debemos proclamar descaradamente, la moralidad hedonística bíblica. Jonathan Edwards, quien murió cuando Kant tenía 34 años, lo expresó de esta manera en una de sus primeras resoluciones: " Determino: dedicarme a obtener tanta felicidad para mí en el otro mundo como me sea posible, con el poder, la fuerza y el vigor, y sí, la violencia, de que soy capaz, o pueda llegar a ejercer, en cualquier forma que se pueda pensar ".[3]

CS Lewis lo expresó así en una carta a Sheldon Vanauken: "Como sabes, es un deber cristiano para todos, el ser tan feliz como sea posible". [4]

Y la novelista sureña Flannery O'Connor da su punto de vista sobre la auto-negación de esta forma: "Siempre que renuncies a un bien menor por un mayor, lo contrario es un pecado. Imagíname con mis dientes apretados buscando la felicidadad –armada hasta ellos, ya que es una misión muy peligrosa ". [5]

La noción kantiana dice que está bien alcanzar la felicidad como un resultado no deseado de su acción. Sin embargo, todas estas personas (incluyéndome a mí) están persiguiendo a la felicidad. Repudiamos tanto la posibilidad como el atractivo de la conducta moral desinteresada. Es imposible, porque la voluntad no es autónoma, sino que siempre se inclina hacia lo que percibe puede darle más felicidad (Juan 8:34, Romanos 6:16, 2 Pedro 2:19).

Pascal tenía razón cuando dijo: "Todos los hombres buscan la felicidad sin excepción.Todos ellos persiguen este objetivo a pesar de los diferentes medios que utilicen para alcanzarlo.... Nunca harán el más mínimo movimiento, sino para este objetivo. Éste es el motivo de todas las acciones de todos los hombres, incluso los que contemplan el suicidio."[6]

Sin embargo, una moralidad desinteresada (hacer el bien "por el bien") no es sólo imposible sino que es indeseable. Es anti-bíblico, porque eso significaría que la perfección del hombre depende de cuánto más difícil le es actuar moralmente. Mientras se acerca a la bondad verdadera, mas naturalmente y gozosamente hará lo que es bueno. Un hombre bueno en la Escritura no es aquel al que no le guste hacer el bien, pero lo hace en aras del deber. Un hombre bueno ama la bondad (Miqueas 6:8) y se deleita en la ley del Señor (Salmo 1:2), y la voluntad del Señor (Salmo 40:8). Pero, ¿cómo puede realizar un hombre así, un acto de bondad desinteresadamente? Cuanto mejor sea el hombre, mayor gozo en la obediencia.

Kant ama al que da desinteresadamente. Dios ama al que dador alegre (2 Corintios 9:7). La realización del deber de manera desinteresada desagrada a Dios. Él quiere que nos deleitemos al hacer el bien y que lo hagamos con la confianza de que nuestra obediencia asegure y aumente nuestro gozo en Dios.

Ojalá que esto pudiera sacar de nuestras iglesias la noción, de que la virtud requiere una acción estoica del deber - la noción de que las cosas buenas son prometidas como resultado de la obediencia, pero no como un incentivo para ello. La Biblia está llena de promesas las cuales no están adjuntadas cuidadosamente como resultados no motivacionales, sino que claramente, audazmente y hedonísticamente pretenden motivar nuestro comportamiento.

Lo que diferencia a la moralidad bíblica del hedonismo mundano no es que la moralidad bíblica sea desinteresada; sino más bien que está interesada en cosas más grandes y más puras. Algunos ejemplos:

Lucas 6:35 dice: "Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande." Nota: nunca debemos motivarnos por exaltaciones mundanas ("no esperar nada a cambio"), pero se nos ha dado la fuerza para soportar la falta en el servicio del amor por la promesa de una recompensa futura.

Una vez más, en Lucas 14:12-14: "Cuando ofrezcas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos a su vez también te conviden y tengas ya tu recompensa. Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres…. y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos." Nota: no hay que hacer buenas obras para obtener un beneficio mundano, sino que hágalas por beneficios espirituales y celestiales.

Pero un filósofo Kantiano diría: "No, no. Estos textos sólo describen qué recompensas resultarán si se actúa desinteresadamente. Ellas no nos enseñan a buscar recompensas."

Dos respuestas: 1) ¿Es muy mala pedagogía decir: "Toma esta pastilla y te daré una moneda”, si crees que el deseo por la moneda va a arruinar la toma de la pastilla. Sin embargo, Jesús era un maestro sabio, y no uno necio. 2) Aún más importante, hay textos que no sólo recomiendan sino que ordenan que hagamos el bien con la esperanza de una bendición futura.

Lucas 12:33 dice: " Vended vuestras posesiones y dad limosnas; haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota" La conexión aquí entre limosna y el tesoro eterno en el cielo no es un mero resultado sino el objetivo: "Haz que conseguir un tesoro en los cielos, sea tu objetivo, y la manera de hacer esto es vendiendo tus posesiones y dando limosna".

Y de nuevo, Lucas 16:09 dice: "Haceos amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". Lucas no dice que el resultado del uso adecuado de las posesiones es recibir moradas eternas. Él dice: "Que tu objetivo sea asegurar una morada eterna por la manera en como utilizas tus posesiones".

Por lo tanto, se trata de un NO rotundo a la moral kantiana. No en el banco de la iglesia y no en el púlpito. En los bancos, cada corazón es arrancado de la adoración por la idea de que se hace como un mero deber. Hay dos actitudes posibles en la adoración genuina: deleitarse en Dios o arrepentimiento por falta de ella.

Domingo a las 11 de la mañana, Hebreos 11:06 entra en combate con Emmanuel Kant. “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan." Ustedes no pueden agradar a Dios si no vienen a Él como recompensa. Por lo tanto, la adoración que agrada a Dios es la búsqueda hedonista de Dios en cuya presencia hay plenitud de gozo y en cuyas manos hay deleites para siempre. (Salmos 16:11).

¡Qué diferencia haría si fuéramos hedonistas cristianos y no comandantes kantianos del deber! Jonathan Edwards, el más grande predicador y teólogo que América haya producido, audazmente dijo: "Yo debo pensar en la manera en que mi servicio aumente las emociones de mis oyentes tanto como sea posible, logrando que sean afectados nada más que con la verdad, y con afecciones que no sean desagradables a la naturaleza de lo cual están afectados”.[7] En última razón, Edwards creía que esto era su deber, su convicción profunda y bíblica de que

Dios se glorifica por medio de las criaturas. . . en dos maneras: 1. Mostrándose en. . . su entendimiento. 2. Comunicándose a sí mismo a sus corazones, en su alegría y en su deleite y disfrutando de las manifestaciones que Él hace de sí mismo. . . . Dios es glorificado no solamente cuando Su gloria está siendo contemplada, si no cuando podemos regocijarnos en ella. Cuando aquellos que la ven se deleitan en ella, Dios es más glorificado que si ellos solamente la ven. . . . Aquel que testifica su idea de la gloria de Dios no glorifica tanto a Dios como aquel que testifica también su aprobación de esta y su deleite en ella.8 Este es el fundamento último del hedonismo cristiano.[8]

Como hedonistas cristianos sabemos que todo el mundo anhela la felicidad. Y nunca se les dice que nieguen o repriman ese deseo. Su problema no es que ellos quieren estar satisfechos, sino que son demasiado fáciles de satisfacer. Le enseñamos a saciar su hambre espiritual con la gracia de Dios. Pintaremos la gloria de Dios en rojos lujosos, amarillos y azules, y el infierno vamos a pintarlo con sombras de humo gris y carbón. Vamos a trabajar para detestarlos de la leche del mundo para que coman la rica comida de la gracia y la gloria de Dios.

Vamos a dirigir todos nuestros esfuerzos hacia el Espíritu Santo, para persuadir a la gente de:

No vamos a tratar de motivar su ministerio con llamados al deber kantiano. Les diremos que el deleite en Dios es su más alto deber. Pero sí vamos a recordarles que Jesús soportó la cruz por el gozo puesto delante de Él (Hebreos 12:2), y que Hudson Taylor, al final de una vida llena de sufrimiento y pruebas, dijo: "Nunca he hecho ningún sacrificio”.[9]


Notas

  1. Para la versión completa de lo que yo llamo "hedonismo cristiano", véase John Piper, Desiring God: Meditaciones de un hedonista cristiano (Sisters, OR: Multnomah Publishers, 1996), o la versión reducida, El peligroso deber de Deleitarse en Dios. (Sisters, OR: Multnomah Publishers, 2001).
  2. Ayn Rand, para el intelectual (New York: Signet, 1961), p. 32.
  3. Resolución No. 22 de Edwards 'Memorias en las obras de Jonathan Edwards, vol. 1 (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1974), p. xxi.
  4. De una carta de Sheldon Vanaukehn en su libro, Estricta Misericordia(Nueva York: Harper and Row, 1977), p. 189.
  5. El hábito de ser, ed. por Sally Fitzgerald (Nueva York: Farrar, Straus, Giroux, 1979), p.126.
  6. Blaise Pascal, Pensamientos de Pascal, trad. por WF Trotter (New York: EP Dutton, 1958), p. 113 (pensamiento # 425).
  7. Jonathan Edwards, Algunas reflexiones acerca del renacimiento, en las obras de Jonathan Edwards, vol. 4, ed. por C. Goen (New Haven, CT: Yale University Press, 1972), p. 387.
  8. Jonathan Edwards, Los "Misceláneos", A-500, ed. por Thomas Schafer, Las obras de Jonathan Edwards, vol. 13 (New Haven, CT: Yale University Press, 1994), p. 495. Misceláneo N º 448, véase también el No. 87, pp 251-252, n º 332, p. 410, # 679 (no en el volumen de New Haven). Énfasis añadido. Estos fueron los misceláneos, los cuadernos privados de Edwards desde los cuales escribió sus libros, como el “Fin para el que Dios creó el mundo”.
  9. Howard y Geraldine Taylor, El Secreto Espiritual de Hudson Taylor (Chicago, IL: Moody Press, nd), p. 30.


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