La Fe y La Razón
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Fe
Una parte de la serie 2007 Ligonier National Conference
Traducción por Gabriel Arevalo
2007 Ligonier National Conference
Nuestro tema es la fe y la razón. Comenzaremos con reflexiones sobre la razón y luego sobre la fe y después sobre la relación entre los dos en el despertar de la fe salvadora.
Reflexión sobre la Razón
Comencemos nuestra reflexión sobre la razón mirando a Mateo 16:1-4.
Entonces los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús, y para ponerlo a prueba le pidieron que les mostrara una señal del cielo [en otras palabras, alguna evidencia que les ayudara a creer]. Pero respondiendo Él, les dijo: "Al caer la tarde decís: 'Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizo.' Y por la mañana: 'Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador.' ¿Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiempos? Una generación perversa y adúltera busca señal, y no se le dará señal, sino la señal de Jonás." Y dejándolos, se fue.
Cuando yo estaba en el seminario, había mucha discusión sobre el pensamiento Helenístico versus el Hebraico. Un ejemplo del pensamiento Helenístico (o Griego), sería la lógica Aristotélica, la cual se basa en los silogismos: “Todos los hombres son mortales; Platón es un hombre; por lo tanto, Platón es mortal.”[1] El punto de esta distinción entre el pensamiento Hebraico y Helenístico era que la Biblia tiende hacia el Hebraico, pero nosotros tendemos a heredar el pensamiento Helenístico. Por lo tanto, si alguien usa la lógica Aristotélica para entender las Escrituras, se puede decir que está históricamente desinformado. La Biblia no tiene sus raíces en la lógica lineal ni Aristotélica (algunas veces llamada “occidental”), ellos dijeron, sino en el conocimiento relacional y experimental.
Siempre pensé que dichas distinciones eran desorientadoras e inútiles. Este texto es una de las razones por la que no estoy impresionado con esas distinciones. Este es un gran regalo filosófico para crecer en un hogar basado en los principios bíblicos. Uno se ahorra muchos años desperdiciados en callejones sin salida.
¿Qué les dice Jesús a estos Fariseos y Saduceos? Él les responde en el versículo 2, “Al caer la tarde decís: 'Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizo.'" ¿Qué significa esto? Esto significa que estos Fariseos Hebraicos y Saduceos están pensando en los silogismos aristotélicos. Premisa #1: Los cielos rojos en la noche presagian buen clima. Premisa #2: Esta noche los cielos son rojos. Conclusión de estas dos premisas: El clima será bueno.
Y nuevamente el versículo 3a: "Y por la mañana: 'Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador.'" Nuevamente ellos piensan con base en los silogismos aristotélicos. Premisa #1: Los cielos rojos en la mañana presagian tormentas. Premisa #2: Esta mañana los cielos son rojos. Conclusión de estas dos premisas: Habrá tormentas.
Jesús respondió al uso de esta clase de observación y razonamiento en el versículo 3b: “Sabéis discernir el aspecto del cielo.” En otras palabras, ustedes saben como usar sus ojos y sus mentes para hacer conclusiones correctas cuando se trata del mundo natural. En otras palabras, el aprueba el uso de observación empírica y deliberación racional. De hecho, es precisamente esta aprobación la que le da validez a la siguiente desaprobación. Él dice en el versículo 3c, “Pero no podéis discernir las señales de los tiempos.” Y cuando él dice “No podéis,” no quiere decir que tú no tienes las capacidades sensoriales ni racionales para hacer lo que debe hacerse. Él solamente les demostró que si tienen las capacidades sensoriales y racionales para hacer lo que debe hacerse. Ellos son expertos en la observación y deliberación cuando se trata de interactuar con el mundo.
Entonces, ¿Por qué ellos no pueden usar las mismas facultades para interpretar las señales de los tiempos? La respuesta se encuentra en el versículo 4: "Una generación perversa y adúltera busca señal, y no se le dará señal, sino la señal de Jonás.” ¿Qué significa esto? ¿Qué relación existe entre ser adúlteros y su incapacidad de usar sus ojos y mentes para interpretar las señales—es decir para reconocer a Jesús por lo que él es?
Jesús se describió a sí mismo en otro sitio como el prometido (Mateo 9:15; 25:1ff.) que ha venido al mundo para obtener a su prometida—su pueblo elegido. Pero el pueblo que pensaba que era el pueblo de Dios no quería tenerlo a él como su esposo. Él no era lo que ellos esperaban, y ellos no querían ser su pueblo o su prometida (ver Lucas 14:18-20). En ese sentido ellos eran adúlteros. Sus corazones estaban con otras esposas—otros dioses, otros tesoros (ver Lucas 16:14; Mateo 6:5).
Esta es la razón por la cual los Fariseos piden una señal cuando ellos tienen todas las señales que necesitan. Ellos piden una señal para dar la impresión de que no hay suficiente evidencia de que Jesús es el Mesías, por lo cual están justificados para no recibirlo, cuando en realidad el problema es un espíritu de adulterio. Ellos no quieren este novio. Prefieren a otro. Pero la respuesta de Jesús es mostrarles que ellos tienen todas las señales que necesitan y que son perfectamente capaces de usar sus sentidos y mentes para hacer juicios válidos cuando intentan sacar inferencias válidas sobre lo que desean. La explicación de su escepticismo sobre Jesús, no es falta de evidencia, ni falta de poderes racionales. La explicación es: Ellos son adúlteros. Ellos no quieren a Jesús como su prometido. Sus corazones son malévolos y sus corazones malignos desordenan su fuerza racional y los convierten en seres moralmente incapaces de razonar correctamente sobre Jesús.
Esto es lo que Pablo dijo en Efesios 4:18 acerca del hombre caído, en general: “Entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón.” En otras palabras, en el fondo de la irracionalidad humana y la ignorancia espiritual, está la dureza del corazón. Es decir, nuestros corazones egoístas distorsionan nuestra razón hasta el punto que no podemos usarla para sacar las verdaderas conclusiones de lo que realmente hay allí. Si no queremos que Dios sea Dios, nuestras facultades sensoriales y racionales no podrán inferir que Él es Dios.
En 2 Corintios 3:14, Pablo dice que la mente se ha "endurecido” (epōrōthē). En 1 Timoteo 6:5, él llama a la mente “depravada” (diephtharmenōn). Y en Romanos 1:21, él dice que el pensamiento se ha vuelto “inútil” (emaraiōthēsan) y “oscurecido” (eskotisthē) y “tonto” (asunetos) porque los hombres “con injusticia restringen la verdad” (Romanos 1:18). En otras palabras, la injusticia desordena la capacidad de ver la verdad. La corrupción de nuestros corazones es la raíz de nuestra irracionalidad.
Somos una generación adúltera. Amamos más los errores de los hombres que la verdad inspiradora de Cristo y nuestras fuerzas racionales son secuestradas para servir a este amor adúltero. Esto fue lo que Jesús expuso cuando dijo, "Ustedes saben como interpretar la apariencia del cielo, pero no pueden interpretar las señales de los tiempos." En otras palabras, su mente funciona bien cuando busca un compañero en adulterio, pero no puede ver las señales de la verdad inspiradora de Cristo.
No obstante, el Nuevo Testamento habla del uso de nuestras mentes en todas partes del proceso de la conversión Cristiana, el crecimiento y la obediencia. Por ejemplo, al menos diez veces en el libro de hechos, Lucas dice que la estrategia de Pablo era “razonar” con la gente en su esfuerzo por convertirlos y mejorarlos (Hechos 17:2, 4, 17; 18:4, 19; 19:8, 9; 20:7, 9; 24:25). Y Pablo dijo a los Corintios que él prefería decir cinco palabras con su mente para instruir a otros de hablar diez mil palabras en una lenguaje espiritual (1 Corintios 14:19). Él le dijo a los Efesios: “En vista de lo cual, leyendo, podréis comprender mi discernimiento del misterio de Cristo” (Efesios 3:4). En otras palabras, ocupar la mente en la tarea muy intelectual de leer y construir el idioma de Pablo es la senda al Misterio que Dios le ha dado para revelar.
Y tal vez lo más útil de todo es la palabra de Timoteo sobre la relación de la razón y la iluminación divina. En 2 Timoteo 2:7, él dice, "Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo." De tal forma que muchas personas se desviaron del camino hacia un lado de este verso o el otro. Algunos resaltan “piensa en lo que yo digo.” Ellos enfatizan el indispensable papel que cumple la razón y el pensamiento. Y a menudo minimizan el papel supernatural de Dios para permitir que la mente vea y obtenga la verdad. Otros resaltan la segunda parte del versículo: “Y el Señor le dará entendimiento en todo.” Ellos enfatizan la inutilidad de la razón sin el trabajo de iluminación de Dios. “El Señor te dará entendimiento.”
Pero Pablo no lo dividirá de esa forma. Él dice: Ni tampoco -o, sino ambos-y. “Pienseen lo que digo, porque el Señor le dará entendimientoen todo.” La voluntad de Dios para darnos entendimiento es la basede nuestro pensamiento, no el sustituto de nuestro pensamiento. “Piense en lo que digo, porque el Señor te dará entendimiento.” No hay ninguna razón para pensar que una persona que piensa sin confianza devota en el don del entendimiento de Dios, lo obtenga. Como tampoco hay motivo para pensar que una persona que espera de Dios el don del entendimiento sin pensar sobre sus palabras lo obtenga.
Pablo nos invita a que pensemos en lo que él dice. Use su mente. Involucre las fuerzas del raciocinio cuando escuche la palabra de Dios. Jesús nos advirtió de lo que pasa si no lo hacemos y las bendiciones que recibimos si lo hacemos. En la parábola de la tierra, él dijo con relación a la semilla sembrada en el camino: “A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón." Entender usando nuestra mente no es algo opcional. Nuestras vidas dependen de esto. Y con respecto a la semilla sembrada en buena tierra, él dice, “éste es el que oye la palabra y la entiende, éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta” (Mateo 13:23).
Es cierto que, como Pablo lo dice en Romanos 10:17, “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.” Pero Jesús dice que escuchar sin entender no produce nada. Cuando escuchamos la palabra de Dios, Pablo dice: Debemos “pensar bien” lo que escuchamos. De lo contrario, caeremos bajo el discernimiento de Jesús: “Oyendo no oyen ni entienden” (Mateo 13:13).
Por lo tanto, a pesar de que nuestras mentes naturales son depravadas, oscurecidas y tontas, no obstante el Nuevo Testamento pide que las usemos para adquirir la fe y conducir a la gente hacia la fe y en el proceso de crecimiento y obediencia Cristiana. No hay forma de despertar o fortalecer la fe que evada el pensamiento correcto.
Antes de que meditemos sobre como esto puede ser, en vista de que tan corruptos somos, giremos brevemente desde el foco de la razón para considerar la naturaleza de la Fe.
La Naturaleza de la Fe
Al final, la única clase de fe que interesa es la fe salvadora—la fe que nos une a Cristo de tal forma que su rectitud se considera como nuestra en justificación, y su poder fluye en nosotros para la santificación. En otras palabras, no estoy interesado en la fe en general—la fe de otras religiones que no sea la fe en Cristo o la fe de la ciencia en la validez de sus primeros principios o la fe de los niños hacia sus padres o cualquier otra clase de fe que no sea en Cristo. Solamente me interesa la fe que permite la vida eterna. La fe que salva. La fe que justifica (Romanos 3:28; Gálatas 2:16) y santifica (Hechos 26:18; 1 Pedro 4:11).
Para llegar a la naturaleza de esa fe, es útil reflexionar por qué la fe por sí misma justifica. ¿Por qué no el amor o alguna otra disposición virtuosa? Así es como J. Gresham Machen responde esta pregunta en su libro de 1925, ¿Qué es la fe?
La verdadera razón por la cual el Nuevo testamento le da un lugar tan exclusivo a la fe, en lo que se refiere al logro de la salvación, frente al amor y en contra de todo lo demás del hombre... es que la fe significa recibir algo, no hacer algo o incluso ser algo. Decir, por lo tanto, que nuestra fe nos salva, significa que no nos salvamos ni siquiera en la más minima medida, sino que Dios nos salva. [2]
En otras palabras, somos justificados solamente por la fe y no por el amor, porque Dios intenta hacerlo tan claro como el cristal, que Él hace la salvación decisiva fuera de nosotros y que la persona y la obra de Cristo son los únicos fundamentos para nuestra aceptación de Dios. Hace cien años, Andrew Fuller (El principal soporte de William Carey de Inglaterra) dió la misma explicación.
Así es que la justificación se atribuye a la fe, porque es por medio de la fe que recibimos a Cristo; y solamente por medio de la fe y no por ninguna otra gracia. Fe es peculiarmente una gracia de recibir en forma diferente a las demás. Si nos dijeran que somos justificados por el arrepentimiento, por el amor o cualquier otra gracia; se nos transmitiría la idea de que algo bueno en nosotros, es la consideración sobre la cual se otorga la bendición; pero la justificación por medio de la fe no transmite tal idea. [3]
Por ende, lo que distingue a la fe de las otras gracias y virtudes es que la fe es “una gracia que se recibe peculiarmente.” Es por ello que Pablo lo dice en Efesios 2:8, “Por medio de la gracia usted es salvo a través de la fe.” La gracia de Dios se relaciona con la fe en nosotros. Y la razón es que la gracia es lo que Dios nos da gratuitamente y la fe es nuestra recepción desamparada. Cuando Dios nos justifica solamente por la fe, él respeta la fe no solamente como virtud sino como recibimiento de Cristo. Por lo tanto, es lo mismo decir que el fundamento de nuestra justificación no es nuestra virtud sino la virtud de Cristo.
Ahora la pregunta importante es: ¿Que recibe la fe para ser fe justificante? La respuesta, por supuesto es, que la fe recibe a Jesucristo. “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo” (Hechos 16:31). “Para todos los que lo recibieron, creyeron en su nombre, él les dió el derecho de convertirse en los hijos de Dios” (Juan 1:12). La fe salva porque ésta recibe a Cristo.
Pero debemos aclarar lo que esto significa realmente, porque hay muchas personas que dicen que han recibido a Cristo y creído en Cristo, quienes dan poca o ninguna evidencia de que ellos están espiritualmente vivos. Ellos son apáticos a la belleza espiritual de Jesús. Ellos son insensibles ante la gloria de Cristo. Ellos no tienen el espíritu del apóstol Pablo cuando dijo: “Yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). Esto no es el espíritu de ellos aunque ellos dicen que han recibido a Cristo.
Una forma de describir este problema es decir que cuando estas personas “reciben a Cristo,” ellos en realidad no lo reciben como un ser supremamente valioso. Ellos simplemente lo reciben para que les perdone sus pecados (porque les gusta estar sin culpa) y como salvador del infierno (porque les gusta estar sin dolor) y como sanador (porque les gusta estar sin enfermedad) y como protector (porque les gusta estar seguros) y como proveedor de prosperidad (porque les gusta ser ricos) y como Creador (porque quieren un universo personal) y como Señor de la historia (porque quieren orden y propósitos); pero ellos no lo reciben como el supremo y personalmente valioso Señor que es. Ellos no lo reciben como realmente es—más glorioso, más hermoso, más maravilloso, más satisfactorio que todas las cosas del universo. Ellos no lo premian ni lo atesoran, como tampoco lo aprecian ni lo deleitan.
O para decirlo de otra forma, ellos “reciben a Cristo” de una forma que no necesita cambios de la naturaleza humana. Tú no necesitas nacer nuevamente para amar sintiéndote libre de culpas, sin dolores, sin enfermedades, seguro y con riquezas. Todos los hombres naturales sin ninguna vida espiritual aman estas cosas. Pero para abrazar a Jesús como su tesoro supremo se necesita una nueva naturaleza. Ninguno hace esto naturalmente. Tú debes nacer nuevamente (Juan 3:3). Tú debes ser una nueva creación en Cristo (2 Corintios 5:17; Gálatas 6:15). Tú debes mantenerte espiritualmente vivo (Efesios 2:1-4).
Por lo tanto, la fe salvadora es el recibimiento de Cristo como realmente es, particularmente, más glorioso, más maravilloso, más satisfactorio y por lo tanto lo más valioso de todas las cosas del universo. La fe salvadora dice, “Yo te recibo como mi Salvador, mi Señor, mi supremo Tesoro; y considero todo como un fracaso porque lo incomparable merece el conocimiento de Cristo Jesús mi Señor.” Por lo cual Jesús dijo: “Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Y nuevamente: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Y nuevamente: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mateo 13:44).
La gloria infinita de Jesús lo convierte a él en infinitamente valioso y satisfactorio. La fe salvadora recibe a este Cristo. No es que experimentemos la alegría plena ahora, ni el clímax de satisfacción de esta vida, pero la saboreamos (Salmo 34:8) y sabemos donde se encuentra (Juan 6:35) y “seguimos adelante para hacerlo [nuestro] propio, porque Cristo Jesús nos hizo [a nosotros] suyos” (Filipenses 3:12).
Relación entre la Fe y la Razón
Lo cual nos trae ahora a la relación entre la fe y la razón como las hemos descrito aquí. Lo que hemos visto con respecto a la naturaleza de la fe salvadora, determina lo que será un terreno suficiente y razonable para dicha fe. La fe salvadora no puede reposar solamente en el terreno de los hechos puros —hechos como que Cristo vivió una vida perfecta y Jesús es el Mesías y Cristo murió por los pecadores y Cristo es Dios y Cristo resucitó entre los muertos. El diablo cree en todos esos hechos.
La naturaleza de la fe salvadora exige más que hechos como fundamento—no menos sino más. Hemos visto que la fe salvadora no es solamente recibir los hechos. Es recibir a Cristo como infinitamente glorioso, admirablemente hermoso y supremamente valioso. Por consiguiente, el terreno de dicha fe debe ser la visión espiritual de dicha gloria, belleza y valor. Esta visión no está separada de la narración de los hechos históricos del evangelio. Debemos contar la historia antigua. Pero la presencia de la divina gloria de Cristo en el evangelio, no es idéntica a los hechos vistos del evangelio. Por lo tanto, la razón humana—el uso de la mente para explicar y defender los hechos del evangelio—juega un papel indispensable pero no el decisivo papel en la renovación y establecimiento de la fe salvadora. Debemos contar la historia y conseguir los hechos y la doctrina correctos. Pero el fundamento decisivo de la fe salvadora, es la gloria de Cristo visto en el evangelio.
Aquí está la cita bíblica clave para explicar mejor esto:
El dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús. Porque Dios, que dijo: que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo. (2 Corintios 4:4-6)
Seis Observaciones
Considera seis observaciones del siguiente texto.
1. La Gloria de Cristo Se Ve en el Evangelio
El versículo 4 dice que el Evangelio es el “evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios.” Esto es lo que debe ser visto para que la fe salvadora responda al Evangelio y recibir a Cristo por lo que realmente es—infinitamente glorioso. Jonathan Edwards comentó sobre este texto en el mismo sentido. Él dijo: “Nada puede ser más evidente que una creencia salvadora del Evangelio que el que se ha hablado aquí. . . como ha surgido de la mente que está siendo iluminada para observar la divina gloria de las cosas que exhibe.”[4] En otras palabras, el fundamento de la Fe salvadora es la gloria de Cristo visto en el Evangelio.
2. La Gloria de Cristo Está Realmente Allí
Esta divina gloria está real y objetivamente allí en el Evangelio. De lo contrario, Pablo no hubiera hablado del dios de este mundo encegueciendo la mente de los incrédulos. Si algo no está realmente allí, tú no necesitas estar ciego para perderlo. Pero si realmente está allí, debes estar ciego para perderlo. Por consiguiente, la “luz del evangelio de la gloria de Cristo” está realmente allí. Es una gloria divina que se puede refrendar por sí misma. Jonathan Edwards la llama una “excelencia probatoria, distintiva e inefable del evangelio.”[5]
3. Ver la Gloria de Cristo Es a Través del Espíritu Santo
El versículo 5 expresa claramente que la presencia de esta “excelencia probatoria distintiva”—la gloria de Cristo en el Evangelio—no se aprecia en una visión o un sueño, como tampoco a través de una palabra susurrada por el Espíritu Santo. Esta se ve en la historia bíblica de Cristo como el apóstol inspirado predica el evangelio de Cristo. Versículo 5: "No nos proclamamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor, con nosotros como sus sirvientes por la Gloria de Jesús." Aquí está la razón. Pablo usa su mente para proclamar, explicar, defender y confirmar los hechos del Evangelio. Él argumenta que Jesús es el Cristo y que él murió por nuestros pecados y luego resucitó. Él hace el tipo de cosas que podemos leer en el libro de los Romanos, Gálatas, Efesios y Colosenses. Él razona con hechos y argumentos y presenta Cristo a nosotros. Por lo tanto, sabemos que la visión de la gloria de auto-autenticidad de Cristo no está separada de la presentación racional ni la demostración de la verdad del Evangelio. Eso es indispensable.
4. La razón no es el Fundamento Decisivo de la Fe Salvadora
Pero este uso indispensable de la razón para proclamar el evangelio no es el fundamento decisivo y firme de la fe salvadora. Ese fundamento es la “luz del conocimiento de la gloria de Dios a través de Jesucristo.” Y ver esta luz auténtica y convincentemente firme, es un regalo de Dios. Este es el punto clave del versículo 6: "Dios, quien dijo: 'Dejad que la luz brille en la oscuridad,' ha brillado en nuestros corazones para darnos la luz del conocimiento de la gloria de Dios, a través de Jesucristo."
En el versículo 4, podríamos no ver esta “luz del evangelio de la gloria de Cristo quien es la imagen de Dios” porque estábamos enceguecidos por el dios de este mundo. Ninguna clase de razonamiento o argumentos históricos podrían producir la visión espiritual en los ciegos. No obstante, la proclamación racional del evangelio en el versículo 5 es indispensable.
Pero ahora el cambio decisivo sucede en el versículo 6. Dios, quien habla y permite que exista la luz, abre nuestros ojos enceguecidos y fascinantemente el evangelio de Cristo crucificado y resucitado (y presentado racionalmente para predicar y enseñar) es ahora radiante con la “excelencia probatoria, distintiva e inefable”— con la gloria de Dios a través de Cristo. La gloria de Cristo vista en el evangelio es el fundamento decisivo de la fe salvadora [6] porque la fe salvadora permite la recepción de Cristo como infinitamente glorioso y supremamente valioso. Esto no puede fundamentarse sobre algo menor.
5. La Fe Salvadora Es Razonable
Este fundamento de la fe es una base razonable así como también lo es la convicción que fluye de él. Va más allá de lo que puede producir el simple razonamiento sobre los hechos, pero es por sí mismo razonable. Jonathan Edwards explica: “Cuando hablo de convicción razonable, me refiero a la convicción fundamentada en evidencias reales o sobre la evidencia real o un fundamento justo de convicción.” [7] Nada es más razonable que la fe salvadora, puesto que la recepción de Cristo como infinitamente glorioso, debe fundamentarse en la presencia espiritual de su divina gloria. [8]
6. Este es el Único Camino hacia la Certeza Espiritual
El motivo de que este entendimiento de la relación entre la fe y la razón sea muy importante, se debe a que la gran mayoría de personas comunes (yo me incluyo en este grupo), no puede obtener una convicción firme sobre la verdad del Cristianismo de ninguna otra forma. Si nuestra confianza solamente se basa en argumentos históricos racionales, solamente conoceremos probabilidades pero no certeza espiritual. Pero el apóstol Juan dijo: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Jonathan Edwards tenía una mente brillante. Nadie podía debatir con Edwards. Pero lo que lo trajo a este punto de la relación entre la fe y la razón, fue su carga sobre los Indios Houssatunnuck. Y lo que debería cargarnos sobre este asunto, no es solamente como recomendar y defender el Cristianismo ante los intelectuales, sino como proclamarlo ante miles de personas de todo el mundo a los que no pueden esperar por educación por generaciones. Esto es lo que motivó a Edwards y lo que me motiva a mí sobre este asunto:
A menos que el hombre pueda obtener una persuasión sólida y razonable y una convicción de la verdad del evangelio, por medio de evidencias internas de él...viendo y entendiendo su gloria, es imposible que las personas analfabetas y desconocedoras de la historia tengan una convicción completa y efectiva del evangelio. Ellos pueden sin esto, ver muchas probabilidades en él; esto puede ser razonable para que ellos puedan creer en lo que los letrados y los historiadores les digan...pero para tener una convicción, tan clara, evidente y convincente, lo suficiente para inducirlos, con coraje para vender todo, confidente y osadamente, para correr el riesgo de perder todas las cosas y soportar los más delicados, extensos y continuos tormentos y atropellar al mundo debajo de sus pies y considerar todas las cosas como basura comparadas con Cristo, la evidencia de que lo que ellos pueden tener a través de la historia, no puede ser suficiente.[9]
Pero esta es la razón por la que he venido. Solamente quiero producir esa clase de cristiano. Valiente, arriesgando la pérdida de todo, listo para soportar las peores adversidades por Cristo, pisoteando al diablo, considerando que la gloria de Cristo es más importante que cualquier cosa y cuando la muerte llegue en esta causa, debemos considerarla como una ganancia.
De tal forma que sí, debemos usar nuestras mentes. Debemos ejercitar nuestra razón al proclamar, explicar y confirmar el Evangelio. Debemos luchar por la fe, una vez entregada a los santos (Judas 3). Debemos estar preparados, como Pablo, para ir a prisión “por la defensa y confirmación del Evangelio” (Filipenses 1:7).
Eso es indispensable. Pero a medida que usamos todas nuestras fuerzas mentales renovadas por Cristo, debemos orar con Pablo que el Espíritu Santo asistirá a la predicación del Evangelio y que Dios, quién dijo: “Dejad que la luz brille en la oscuridad” brillaría en los corazones de nuestros oyentes para dar la luz del conocimiento de la gloria de Dios a través de Jesucristo. Solo cuando eso ocurra se crearán verdaderos cristianos que digan: “Cuento todo como pérdida debido al valor inigualable de conocer a Cristo Jesús, mi Señor".
- ↑ En su Análisis Previo, Aristóteles define un silogismo como: “Un discurso en el cual, se suponen ciertas cosas, algo diferente a partir de las cosas supuestas, se produce resultados de necesidad porque estas cosas son ciertas.” (24b, 18–20).
- ↑ J. Gresham Machen, ¿Qué es la fe? (Edimburgo: La Bandera de la Verdadera Confianza, 1991, orig. 1925), p. 173, énfasis agregado.
- ↑ Andrew Fuller, Las Obras Completas del Reverendo Andrew Fuller, vol. I, Joseph Belcher, (Harrisonburg, Virginia: Sprinkle Publications, 1988), p. 281. “Recibimos los beneficios por fe; pero el beneficio proviene no de la fe sino de Cristo. Por lo tanto, lo mismo que se describe en algunos lugares con respecto a la fe, en otras se atribuye a la obediencia, muerte y resurrección de Cristo.” p. 282.
- ↑ Jonathan Edwards, Tratado sobre las Afecciones Religiosas, ed. por John E. Smith, en Las Obras de Jonathan Edwards, Vol. 2, (New Haven, Yale University Press, 1959), p. 298.
- ↑ Afecciones Religiosas, p. 300.
- ↑ “Así un alma puede tener una clase de conocimiento intuitivo de la divinidad de las cosas expuestas en el evangelio; no las que juzgan las doctrinas del evangelio que sean de Dios, sin ningún argumento o deducción alguna; pero esto es sin ninguna clase de argumentos; el argumento es uno y la evidencia es directa; la mente asciende a la verdad del evangelio pero con un sólo paso y esa es su divina gloria.” Afecciones Religiosas, pp. 298-299.
- ↑ Afecciones Religiosas, p. 295.
- ↑ “No hay convicción espiritual del juicio sino lo que produce la aprehensión de la belleza espiritual y la gloria de las cosas divinas.” Afecciones Religiosas, p. 307.
- ↑ Afecciones Religiosas, p. 303. “Miserable es la condición de los Indios Houssatunnuck y de otros, quienes han manifestado últimamente un deseo de recibir instrucción sobre el Cristianismo; si ellos no pueden hallar suficientes evidencias de la verdad del Cristianismo para inducirlos a vender todo por Cristo, no hay ninguna otra forma excepto ésta.” p. 304
Vota esta traducción
Puntúa utilizando las estrellas