La Mejor Manera de Encontrar la Voluntad de Dios Para Tus Dones

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English: The Best Way to Find God’s Will for Your Gifts

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Imaginemos, por cuestión de una ilustración, que no estás muy familiarizado con los peces (quizás no tengas que imaginar). Y has aceptado participar en un experimento donde se te pide que identifiques todo lo que se te ponga en frente. No lo sabes, pero estás a punto de ver partes anatómicas de una lobina negra.

Primero viene la aleta pectoral verde translúcida en una placa de Petri. La miras y respondes: “¿Es alguna clase de hoja?”. Luego viene la viscosa vejiga natatoria. “¡Que asco! Supongo que es el intestino de un animal pequeño o algo así”. Luego viene un trozo rojo de tejido branquial. “¡No tengo idea de qué es eso!”

Ahora, si hubieras visto estas partes en el contexto del cuerpo del pez, comprenderías hasta cierto punto su importancia para ayudar al pez a funcionar correctamente. Pero sacados del contexto del cuerpo, las partes tienen poco sentido. Se necesita el cuerpo del pez para entender la función de una parte y se necesitan todas las partes para hacer funcionar un pez.

“Así también Cristo” (1 Corintios 12:12). Cada uno de nosotros es parte del cuerpo de Cristo y tiene una función particular. Pero se necesita el cuerpo de Cristo para entender la función de una parte y se necesitan todas las partes para hacer funcionar el cuerpo.

Diseñado para depender

Si estás luchando para descubrir cómo Dios quiere usarte, una posibilidad es que te estás examinando fuera de contexto, aislado en una placa de Petri, por así decirlo.

Esta es esencialmente la manera en que nosotros en Occidente (especialmente en los Estados Unidos) somos entrenados para vernos a nosotros mismos. Tal vez más que en cualquier otro momento de la historia, nuestra cultura comprende a los individuos como unidades autónomas en vez de partes interdependientes de un organismo social más grande.

Hoy en día, consideramos la interdependencia de los demás como opcional, innecesaria —en parte debido a nuestro casi sagrado valor cultural de la libertad individual, y en parte debido a todos los avances tecnológicos que nos permiten buscarla de maneras sin precedentes. Somos libres de asociarnos voluntariamente, y libres de hacerlo solos. La interdependencia de los demás solo es realmente necesaria en la metaescala, donde necesitamos sistemas a gran escala para distribuir cosas como alimentos, ropa y energía, o para facilitar cosas como la comunicación masiva, el transporte masivo, el gobierno y las finanzas.

Como resultado, cuando se trata de determinar cómo cada uno de nosotros debería usar nuestro tiempo, habilidades, recursos y relaciones, los evaluamos principalmente en base a cómo estas cosas avanzarán nuestros sueños y metas individuales o atenderán nuestras preferencias individuales. En lo abstracto, creemos que trabajar para el bien común es algo bueno. Pero en el mundo concreto de la vida cotidiana, nos vemos como cuerpos autónomos e independientes, por lo que el bien individual es lo mejor.

Pero hay un problema: no estamos diseñados para ser miles de millones de cuerpos independientes y autónomos que principalmente hacen lo suyo. Dios nos diseñó para ser partes del cuerpo interdependientes que contribuyen al funcionamiento saludable de un cuerpo social más grande.

Entonces, si concebimos el propósito de nuestras vidas como una búsqueda individual de la felicidad, no es de extrañar que podamos pensar que el discernimiento es ilusorio y desconcertante en donde Dios quiere que invirtamos nuestras vidas. Es como una aleta pectoral o vejiga natatoria o tejido branquial tratando de descubrir en la placa de Petri lo que debería hacer. Las partes del cuerpo no tienen sentido, mucho menos funcionan bien, aparte del cuerpo.

Donde tu vida debe tener sentido

De eso se trata 1 Corintios 12 (y 13 y 14). Pablo escribe:

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. (1 Corintios 12:12)

No somos cada uno cuerpos individuales de Cristo. Colectivamente somos “el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular [individualmente]” (1 Corintios 12:27). Nuestras vidas deben tener sentido en el contexto del cuerpo de Cristo porque cada uno de nosotros tiene una función dada por Dios que desempeñar —una función que es interdependiente en otras partes que funcionan.

El cuerpo de Cristo es el contexto principal en el cual Dios tiene la intención de que nuestros dones y llamamientos del reino únicos sean revelados, confirmados y activados. Y lo que Pablo principalmente tiene en mente por “el cuerpo de Cristo” en 1 Corintios 12 es nuestra iglesia local.

Milenios antes de que se hicieran pruebas para perfilar nuestras personalidades, encontrar nuestros puntos fuertes o identificar nuestros dones espirituales, estaba la iglesia local, donde a cada miembro le fue “dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:7). Para eso son los dones espirituales —tanto los dones más sobrenaturales (como los milagros y la sanidad) y los dones más constitucionales (como administrar y ayudas): el provecho [el bien común] de la expresión del cuerpo de Cristo al que pertenecemos.

Dios eventualmente llama a algunos de nosotros a servir porciones más amplias del cuerpo de Cristo de varias maneras. Y llama a algunos de nosotros a situaciones aisladas, como la plantación remota de iglesias, las misiones fronterizas y el encarcelamiento —donde la “vida corporal” no se ve ni se siente típica, al menos por un tiempo. Pero al igual que Pablo y la iglesia en Antioquía, tales llamamientos deben confirmarse por, comisionarse por y rendir cuentas a nuestra iglesia corporativa local, si es posible.

Como todo lo demás en nuestro mundo defectuoso, hay excepciones —iglesias locales enfermas que no están facilitando un cuerpo sano compuesto de miembros interdependientes. A veces Dios nos llama a ser agentes de una mejor salud para tal cuerpo, y algunas veces nos dirige a buscar un cuerpo más saludable.

Y, por supuesto, ninguna iglesia hace la “vida corporal” perfectamente porque todas están compuestas por personas imperfectas, como nosotros. Pero, no obstante, la iglesia local es la provisión corporal de Dios para nosotros, el contexto en el que nuestras vidas deben tener sentido.

¿Dónde buscas la dirección de Dios?

Comprendiendo a nosotros mismos y a los demás como miembros interdependientes de un cuerpo corporativo es muy diferente de lo que hemos aprendido de nuestra cultura. Y aunque tal vez estemos muy familiarizados con 1 Corintios 12, y admiremos abstractamente la analogía del “cuerpo” de Pablo como un concepto teológico, no significa que la hayamos internalizado y que nos esté moldeando y gobernando.

Podemos decir qué comprensión de nosotros mismos y de los demás nos forma y gobierna por la forma en que respondemos a esta pregunta: ¿Dónde buscamos la dirección de Dios sobre cómo debemos usar nuestros dones? ¿Vemos esto como principalmente una búsqueda individual de autorrealización, o la estamos buscando en el contexto del cuerpo de Cristo mientras buscamos satisfacer las necesidades de los demás? La mayoría de nosotros los estadounidenses gravitamos naturalmente hacia lo primero, y debemos volver a aprender a buscarlo en este último.

Y no hay una fórmula ordenada y limpia. No es rápido, como un exámen. Sucede en el desorden de la vida del cuerpo. Pero si nos obsesionamos menos en nuestra parte particular y más en el bien de los demás y el bien común de un cuerpo más grande, Dios fielmente nos mostrará qué miembros somos. Ese es el diseño de Dios. Sigamos el amor (1 Corintios 14:1), y descubriremos Su voluntad para nosotros. Busquemos primero el reino, y todo lo que necesitamos nos será provisto (Mateo 6:33).

Se necesita el cuerpo de Cristo para entender la función de una parte y se necesitan todas las partes para hacer funcionar el cuerpo.



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