La Suficiencia De La Obediencia De Cristo En Su Vida Y Muerte
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Justificación
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Cuando enseñamos que, para estar bien delante Dios, esto se logra mediante la imputación de la obediencia de Cristo a nuestra cuenta (Romanos 5:19; 2 Corintios 5:21; Romanos 4:6, 11; 10:3), ¿implica que la obra de Cristo en la cruz —Su sufrimiento final y muerte— es insuficiente para nuestra justificación?
- Romanos 3:24-25: “[Ellos] siendo justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en Su sangre”.
- Romanos 4:25: “El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
- Romanos 5:9: “Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por Él seremos salvos de la ira”.
- Gálatas 2:21: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”.
Para ver la respuesta, podríamos hacer una pregunta similar sobre el perdón de los pecados. En otras palabras, preguntémonos: ¿La insistencia en la vida sin pecado de Jesús implica que la obra de Cristo como el Cordero de Dios sin mancha en la cruz es insuficiente para cancelar la deuda de nuestros pecados? El hecho de que nuestros pecados sean cancelados y perdonados está conectado más directamente con la muerte de Cristo. Por ejemplo:
- Colosenses 2:13-14: “Perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”.
- 1 Corintios 15:3: “Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.”
- Isaías 53:5: “Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”.
- 1 Pedro 2:24: “Quien llevó Él Mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero”.
- Apocalipsis 1:5: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con Su sangre”.
- 1 Juan 1:7: “La sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado”.
¿La muerte de Jesús es suficiente para limpiarnos de todos nuestros pecados? Sí, pero solo como el clímax de una vida sin pecado. El libro de Hebreos es más explícito acerca de la necesidad de que el Hijo de Dios sea perfecto y sin pecado para que Él pueda cargar con nuestros pecados de una vez por todas.
- Hebreos 4:15: “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
- Hebreos 7:27-28: “No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a Sí Mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”.
- Hebreos 2:10: “Convenía a Aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al Autor de la salvación de ellos”.
- Hebreos 5:9: “Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser Autor de eterna salvación para todos los que Le obedecen”.
Entonces, como el clímax de una vida sin pecado, la muerte del Hijo de Dios basta para cubrir todos nuestros pecados. Esto no es menosprecio a la cruz. No añade a la cruz. Los escritores del Nuevo Testamento vieron la muerte de Cristo como el clímax de Su vida. Toda Su vida fue diseñada para llevarlo a la cruz (Marcos 10:45; Juan 12:27; Hebreos 2:14). Para eso nació y vivió. Por tanto, hablar del efecto salvador de Su muerte era hablar de esta como la suma y el clímax de Su vida sin pecado.
De manera similar, como el clímax de una vida sin pecado, la obediencia final de Cristo en Su muerte basta para justificar a Su pueblo. No es probable que los apóstoles pensaran en la obediencia de Jesús en la cruz como algo separado de Su obediencia que Lo llevó a la cruz. ¿Dónde trazaría uno la línea entre Su vida de obediencia sin pecado y los actos finales de obediencia? Cualquier línea sería artificial. ¿La trazamos en el punto donde se sometió a la perforación de Sus manos? ¿O en el momento en que se sometió a Su arresto en el jardín? ¿O en el punto en que aguantó la salida de Judas de la cena? ¿O en el punto donde planeó Su entrada final a Jerusalén? ¿O en el momento en que “afirmó Su rostro para ir a Jerusalén” (Lucas 9:51)? ¿O en el momento de Su bautismo donde dijo: “Conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15)?
Es más probable que cuando Pablo habló de la obediencia de Jesús como la causa de nuestra justificación, no se refería simplemente a los actos finales de obediencia en la cruz, sino más bien a la cruz como el clímax de Su vida obediente. Esta parece ser la forma en que está pensando Pablo en Filipenses 2:7-8: “Se despojó a Sí Mismo… hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a Sí Mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Nota la secuencia del pensamiento: se convirtió en un ser humano. Es decir, fue hecho semejante a los hombres. > Se humilló a Sí Mismo. > La forma en que se humilló fue volviéndose obediente. > Esta obediencia fue tan completa que voluntariamente abrazó la muerte. > Incluso la muerte de la manera más dolorosa y vergonzosa —en una cruz.
Lo que muestra este texto es que entre “hecho semejante a los hombres” en un extremo de Su vida y “muerte de cruz” en el otro extremo de Su vida, hubo una vida de obediencia autohumillante. El hecho de que llegó a Su clímax en la cruz de la manera más terrible y gloriosa es probablemente lo que hace que Pablo hable de la cruz como la suma y el clímax de toda Su obediencia. Pero es muy poco probable que Pablo hubiera separado la obediencia de las horas finales de la obediencia que diseñó, planeó, buscó y aceptó esas horas finales.
Entonces, cuando Pablo dice en Romanos 5:18, “Por la justicia de Uno (di ‘henos dikaiōmatos) vino a todos los hombres la justificación de vida”, y cuando dice en Romanos 5:19, “Por la obediencia de Uno, los muchos serán constituidos justos”, hay pocas razones para pensar que él pretendía separar la obediencia final de Jesús de la obediencia total de Jesús. En el caso de Adán, solo se necesitó un pecado para fallar por completo. En el caso de Cristo, tomó una vida entera para tener éxito por completo. Así es como se corresponden la desobediencia de Adán y la obediencia de Cristo.
Entonces, cuando Pablo compara esa “transgresión de uno” de Adán con la “justicia de Uno” de Cristo (Romanos 5:18), no hay un solo acto en la vida de Cristo que corresponda con comer del fruto prohibido. Más bien, toda Su vida de obediencia fue necesaria para que no fuera un segundo Adán fallido. Un solo pecado Lo habría puesto en la categoría de un Adán fallido. Pero tomó una vida entera de obediencia para ser un segundo Adán exitoso. El hecho de que esta vida completa de obediencia llegara al clímax en la muerte libremente aceptada de Cristo causó una impresión tan abrumadora en Sus seguidores que vieron la “cruz” o la “muerte” como el clímax y la suma de Su obediencia, pero no separados de Su vida que buscaba la cruz.
Así que volvamos a nuestra pregunta inicial: “¿La doctrina de la imputación de la justicia de Cristo implica que la cruz es insuficiente para que nosotros estemos bien delante Dios?”. La respuesta es no. Así como la vida perfectamente obediente de Cristo es esencial para la muerte de Cristo como una cubierta de nuestro pecado, así la vida perfectamente obediente de Cristo es esencial para la muerte de Cristo como el acto supremo de obediencia por el cual somos designados justos en Él. La muerte de Cristo, como el clímax de una vida sin pecado, es suficiente para cubrir nuestros pecados. Y la muerte de Cristo, como el clímax de una vida sin pecado, es suficiente para nuestra justificación.
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