La contestación a algunas oraciones duele
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
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La contestación a algunas oraciones duele
La Escritura habla acerca de «toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces». (Santiago 1:17). Pero ¿alguna vez recibiste un hermoso don del Padre envuelto en un paquete cuya apariencia en nada parecía ser buena?
Jesús vino al mundo para que todos a quienes «les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios» conocieran al Padre (Juan 1: 12, 18). Vino para que pudiésemos ver «cuán gran amor nos ha otorgado el Padre» (1 Juan 3:1), que «como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen».(Salmo 103:13). Quiere que sepamos que el Padre abunda en un «amor perseverante y fidelidad» hacia nosotros (Éxodo 34:6).
Esta es la razón por la cual Jesús nos prometió, «si piden algo al Padre en Mi nombre, Él se lo dará» (Juan 16:23), quería asegurarse que entendiésemos el corazón del Padre hacia nosotros:
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7:7-11)
Es una promesa de bondad y fidelidad asombrosa. «Porque todo el que pide, recibe». (Mateo 7:8). ¿Por que? Porque nuestro Padre quiere que nuestra «alegría sea completa» (Juan 16:24).
No obstante, Jesús, más que cualquier otra persona, sabía que alguno de los dones que nuestro Padre nos da en contestación a nuestras oraciones - alguno de sus dones más preciados - llegan en paquetes de dolor que no esperábamos. Al recibirlos, podemos sentirnos tentados en pensar que el Padre nos dio una serpiente cuando le pedimos un pescado, sin darnos cuenta, hasta más adelante, el incalculable don que hemos recibido.
¿Por qué haría esto el Padre? Al igual que uno de los muchos hijos de Dios, a través de los tiempos, puedo dar testimonio personal que lo hace para que nuestro gozo sea pleno. Y ofreceré ese testimonio aquí, con la ayuda de uno de los pastores y compositores de himnos más amado de la historia. Porque, tanto él como yo, sabemos lo importante que es confiar en el corazón del Padre cuando estamos consternados respecto a aquello que hemos recibido de sus manos.
¿Desesperados por la contestación a la oración?
John Newton era un piadoso pastor inglés del siglo diez y ocho, famoso por componer el himno «Gracia asombrosa» que describía el mejor don que Newton jamás recibió del Padre: el perdón de sus pecados y la vida eterna en Cristo.
Pero hubo momentos que recibió, como también me pasó a mí, dones de la gracia de Dios que lo sorprendió de muchas maneras. Él expresó su asombro en un himno menos conocido, «Pedí al Señor», que comienza:
Le pedí al Señor que me permitiera crecer
En la fe, en el amor y en toda gracia,
Que conozca más de Su salvación,
Y busque, más fervientemente, Su rostro.
¡Fue Él quien me enseñó a orar as!
Y en Él confío, ¡ha respondido a la oración!
Pero ha sido de manera tal,
Que casi me lleva a la desesperación.
Recuerdo bien la primera vez que sentí la realidad que Newton describe aquí, fue justo después que cumplí 21 años. Después de una temporada larga de pedirle a Dios por el don que Newton describe en el primer versículo, recibí una contestación cuyo efecto fue igual al del segundo verso. Me devastó y desorientó. Me sentí tambalear.
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Como Newton,
Esperé que, en algún momento favorable,
Respondiera a mi solicitud en el momento,
Y que por el poder restringente de su amor
Sometiera mis pecados y me diera descanso.
Dado que mis oraciones reflejaban un sincero «hambre y sed de justicia» (Mateo 5:6), yo asumí que Dios contestaría mis oraciones con una descarga de crecimiento y gracia. Y lo visualicé con Dios conduciéndome a través de «verdes pastos y tranquilas aguas» (Salmo 23:2).
No obstante,
En lugar de esto, Él me hizo sentir
Los males ocultos de mi corazón;
Y que los furiosos poderes del infierno
Asaltasen mi alma por todas partes.
Al final, resultó que la santidad y justificación que yo y Newton ansiábamos - una mayor libertad del pecado y mejor capacidad para la fe, amor y gozo - no estaban disponibles para descargar. Tal santificación está disponible solo si uno está dispuesto a dejarse «instruir en la justicia» (2 Timoteo 3:16). Al parecer, el mejor entrenamiento para nosotros era «un valle de sombra de muerte» (Salmo 23:4).
Aunque el mono se vista de seda, ¿mono se queda?
El sentido de desorientación y confusión generalmente dura un tiempo antes que podamos entender qué está pasando. Y mientras perdura, nos sentimos abatidos. ¿Qué está pasando? ¿Hicimos algo incorrecto? ¿Dios está enojado con nosotros? Newton da voz a la confusión que sentimos:
Señor ¿por qué me haces esto? Temblando grite,
¿Vas a perseguir a este gusano hasta la muerte?
A esta altura, también podemos estar tentados en dudar de la bondad de Dios. Habiéndole preguntado con sinceridad por un don, un don que según la Escritura está alineada con lo que Dios desea para nosotros, y habiendo recibido a cambio una prueba o aflicción severa, podemos preguntarnos si nuestro intento de interpretar a Dios no es como vestir al mono, y mono se queda. Quizás Dios, después de todo, nos dio una serpiente en lugar de un pescado.
Me pregunto, ¿qué clase de padre amoroso intencionalmente le ofrece dolor a su hijo en lugar del gozo que pidió?
El Padre permite que batallemos con esa pregunta por un tiempo, permitiendo que el dolor haga su obra santificadora. Pero cuando el momento es propicio, Él revela la contestación, que Newton capta con precisión:
Es de esta manera, respondió el Señor,
Que yo contesto la oración de gracia y fe.
Estas pruebas internas que empleo
Para librarte de tu orgullo,
Y romper tus planes de alegría terrenal,
Son para que busques todo en mí.
Observa la clase de amor
Al igual que Newton, le pedí al Padre lo que deseaba y descubrí que fue fiel en otorgarme lo pedido, aunque no esperé recibirlo en el envase en el cual llegó.
Pero Jesús, el Hijo, el Primogénito, vino al mundo a ayudarnos, a través de sus enseñanzas y ejemplos, para que nos fijáramos «cuánto nos ama el Padre que somos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3:1). Una de las manifestaciones del amor del Padre es, algunas veces, contestar el pedido de gozo de sus hijos con una experiencia dolorosa si finalmente la experiencia, resulta en un mayor bienestar y gozo que si hubiese reprimido el dolor. Porque nuestro Padre quiere que nuestro gozo sea pleno.
Hay una enorme cantidad de los hijos de Dios, testigos de la bondad de los dones dolorosos del Padre, cada uno desde su propia experiencia. Ellos recitarían el famoso proverbio:
Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor
Ni aborrezcas Su reprensión,
Porque el Señor ama a quien reprende,
como un padre al hijo en quien se deleita. (Proverbios 3:11-12).
Ofrecerían la cita de la famosa epístola:
Porque [nuestros padres terrenales] nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero [nuestro Padre celestial] nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después les da fruto apacible de justicia a los que han sido ejercitados por medio de ella. (Hebreos 12:11-12)
Y dirán «Amén» al famoso salmista, cuya disciplina dolorosa dio lugar a esta oración. «En Tu fidelidad me has afligido» (Salmo 119:75).
Porque, cuando nuestro entrenamiento en la justificación ha terminado su trabajo santificador, uno de los frutos de paz que aprendemos es a confiar alegremente en la mano del Padre, dado que hemos aprendido a confiar en el corazón del Padre.
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