La discordia del descontentamiento
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Eric Alexander
sobre Ministerio Pastoral
Una parte de la serie A Pastor's Perspective
Traducción por Pablo Contreras
Siempre he estado intrigado por la selección que hace Pablo en I Corintios 10 de los pecados más serios del pueblo de Dios bajo el liderazgo de Moises. El ejemplo de Israel es una advertencia terrible para la iglesia de Corinto. Tenemos que evitar, por lo tanto, cuatro cosas como los peores de los males. Las tres primeras no nos deberían causar tanta sorpresa: idolatría, immoralidad, y ver cuánto se puede probar a Dios. Pero la cuarta es "murmurar" o "quejarse", una palabra que el lexikón nos define como "el susurrar en privado con un hosco descontento".
Era una condición frecuente en Israel, una con la que Dios trataba con la mayor seriedad y a la que respondía con un juicio solemne. Claramente, Pablo consideraba que estaba en la misma categoría en la que estaban la idolatría y la immoralidad. Probablemente, la mayoría de los pastores modernos podrían testificar del caos que este mortífero virus espiritual puede causar en la iglesia de Jesucristo si no es tratado. Debemos temblar a la primera señal de tal espíritu en la iglesia, y como nos dice Pablo, procurar "aprender a estar satisfechos."
Lo que Pablo quiere decir, en mi convicción de pastor, es que la satisfactión bíblica del espíritu es una de las mayores necesidades que tienen pastores evangélicos modernos e iglesias.
Hay ciertas áreas en la vida de un pastor en las que puede crecer un espíritu de descontentamiento. Puede que vea a otras personas que disfrutan de un estilo de vida más afluente que él, que tengan más tiempo libre, que tengan un mayor reconocimiento social, y por esas razones, puede que se sienta profundamente resentido. O quizás, y más sutilmente, puede que oiga de la bendición y del crecimiento que está ocurriendo en otra iglesia, pero no en la suya, y se susurra o le susurra a su esposa :"Todo le está yendo bien a ese porque no tiene problemas" o, "Mira todos los recursos que tienen." Pronto, la amargura se establece.
También hay tentaciones particulares en algunos segmentos de la congregación para caer en la insatisfacción. Gente ambiciosa de poder e influencia, que descubre que no puede salirse con la suya dentro de la iglesia, son a los que por general el resentimiento les ciega. Algunos de los que nunca han estado dispuestos a someterse al liderazgo rápidamente se convierten en murmuradores. Y el resultado, en la iglesia de Cristo, es la división del cuerpo, pérdida de enfoque en los asuntos del Reino y un aumento de la esterilidad espiritual.
Por el contrario, el verdadero contentamiento se nos presenta en la afirmación autobiográfica de Pablo en Filipenses 4:12, "Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad." (LBLA)
Hay un secreto en el contentamiento, y éste está a voces en las Escrituras. Como siempre, Jesús es nuestro mejor maestro y ejemplo. En Juan 4, los discípulos han ido a la ciudad a comprar comida mientras Jesús evangeliza a la mujer en el pozo. Los discípulos vuelven y asumiendo que debe estar cansado y hambriento, le instan a que coma. La respuesta de Jesús en el versículo 34 es la afirmación clásica del secreto para estar satisfecho: "Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra." "Del que Me envió" es, en el evangelio de Juan, casi el nombre técnico para el Padre, y enfatiza el sometimiento de Jesús a Él. Por lo tanto, Jesús obtiene satisfacción y contentamiento a través de abrazar la voluntad perfecta de Su Padre y a través de llevar a cabo su obra.
El encarnado Hijo de Dios encontró su verdadera satisfacción en todo lo que el Padre era, lo que hacía y en su voluntad. Y permíteme asegurarte que ningún hijo de Dios experimentará contentamiento bíblico de ninguna otra fuente. Esa es la razón por la cual este asunto es de tanta importancia para la vida cristiana, para la piedad personal y para la salud colectiva de la iglesia de Jesucristo. La falta de este contentamiento no es señal de falta de tolerancia en nuestra personalidad ni la ausencia de un caracter afable. Es la señal de no conocer en realidad a Dios como realmente Él es, o que no confiamos en Él como debiéramos, o que tenemos algún área de rebeldía en nuestras vidas en relación a Su voluntad soberana y sabiduría.
Si realmente creemos que "en cuanto a Dios, su camino es perfecto" y que "para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien", entonces encontraremos verdadero contentamiento como fruto de esa confianza. ¿Cómo podría el hijo de un Padre Celestial perfecto estar si no satisfecho en Sus manos? "El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas?" (Rom. 8:32 LBLA). El contentamiento bíblico no deriva ni de las circunstancias ni de la personalidad, sino de Dios y de nuestra relación con Él.
El deber de los pastores es doble con respecto a este punto. Primero, por ellos mismos, necesitan reconocer que no hay un sitio ideal para servirle mas que aquel en el cual Dios les haya puesto en ese tiempo. Que cualquiera que sea Su plan y propósito para hacerlo, Él sabía precisamente que es lo que estaba haciendo cuando nos llamó a ese lugar y a esas personas. Que el mayor privilegio que puede tener ningún mortal es el ser llamado por Dios para servirle allí donde Él personalmente haya escogido. Es en la perfecta y soberana benevolencia de Dios hacia sus siervos que el pastor encontrará, no sólo contentamiento en Su trabajo, sino tambien supremo gozo.
En relación a la iglesia, por otro lado, los pastores, ancianos y diáconos deben hacer su principal prioridad el llevar al pueblo al pleno conocimiento de la soberanía gloriosa de Dios el cual se ha revelado a si mismo en Jesucristo en las páginas de la Santa Escritura. El pueblo de Dios necesita, a través de la enseñanza, oración y ejemplo, ver como de maravillosamente indescriptible es el estar abrazado por semejante Dios, ser el objeto del Su immutable amor, el ser elevado a la gloriosa condición de ser Sus hijos adoptados y de la seguridad de que para ellos, lo mejor está por venir. Si es allí donde cada vez más moran sus corazones y mentes, experimentarán verdadero contentamiento y entenderán lo que el salmista quiso decir cuando escribió"¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra." (Salmo 73:25 LBLA)
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