La ilusión de días normales
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
La vida como de costumbre, muchos se darán cuenta, nunca fue como de costumbre.
Cuando Cristo regrese, muchos se darán cuenta demasiado tarde que vivieron en un sueño. Los años vinieron y se fueron. La primavera se convirtió en verano, el otoño en invierno. Crecieron y envejecieron, pero nunca despertaron. «La vida normal» les mintió. De manera que, Jesús nos advierte:
Como los días en tiempos de Noé, así también será la venida del Hijo del Hombre. Porque en aquellos días antes del diluvio, comían, bebían, se casaban y se daban en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos, así sera la venida del Hijo del hombre. (Mateo 24: 37-39)
El regreso de Jesús y el fin del mundo, será como los días del fin del mundo de Noé. ¿En qué consistían los días de Noé? Gentes ocupadas ignorando — comiendo, bebiendo, casándose y dando en matrimonio, viviendo la vida «como de costumbre». La misma mañana del diluvio, la gente simplemente se preocupaba por lo que estaba su alcance. Lo inmediato era lo que parecía más urgente, más real. Planificando las comidas, cambiando pañales, preparando bodas, trabajando, comprando y vendiendo — estas eran las mayores opciones en sus vidas. Hasta que comenzó a llover.
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La textura de los días
De manera similar a hoy, la gente en los días de Noé, resumían el significado de la vida de la textura del promedio de sus días.
Llegaba el miércoles y se sentía como todos los miércoles. Empezaban a trabajar y terminaban el trabajo. Comían, volvían a comer y terminaban su trabajo para comer. Jugaban con los niños en el suelo. Estaban ocupados con los deberes y proyectos hogareños. Hablaban y escuchaban, reían y bostezaban, se levantaban del sueño y dormían, nada extraordinario. Cada día no parecía tener un significado eterno. No se sentía que algo del otro mundo estaba sucediendo. El presente no se sentía de manera diferente.
Dios, los demonios, las almas, la eternidad no crecían frente a sus ojos como el pasto que necesitaba ser segado. No se preocupaban por conocer lo invisible. Y cuando lo hacían, les parecía tan inverosímil como la lluvia al ahogar la tierra en días secos alejados del mar. Intuían lo importante de la vida a partir de las experiencias ordinarias de la vida. Un error fatal. Y como los días en tiempos de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
El hombre y su barca
Mientras observaban la planificación diaria, ansiosos con relación a lo que consideraban los contextos reales de los lunes, martes y sábados, Noé trabajaba con sus hijos en lo improbable, lo inverosímil. Mientras el mundo comía y bebía, él trabajaba. Mientras ellos seguían adelante como de costumbre, él y sus hijos armaron una barca del tamaño de un estadio para resguardar a la familia. «Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase» (Hebreos 11:7).
Imagina la escena. Década tras década, nacían los bebés, se cambiaban los pañales, se construían casas, y los adultos miraban a través de la ventana y seguían viendo lo mismo que veían desde la niñez. Noé y sus hijos trabajaban en la barca. Y Noé pronunció un mensaje tan extraño como el barco que estaba construyendo: advirtió sobre el juicio divino. Quizás algunos prestaron atención durante la primera semana. Pero eventualmente, los oyentes necesitaban volver a la vida real.
La vida real de Noé era diferente. Aún cuando él también comió y bebió y organizó la boda de tres de sus hijos (Génesis 7:13), lo hacía escuchando a Dios, un martillo en su mano haciendo la tarea de Dios, y los ojos observando el cielo aguardando la promesa de Dios. Sus festejos no implicaban olvido. Su forma de beber no era una distracción. Dar en matrimonio no le hizo desistir de su misión. Contrariamente a los ciudadanos de este mundo, él estaba preparado, vivía preparado. Él le creía a Dios y que las aguas llegarían.
A medida que se multiplicaban las décadas, Noé seguía trabajando, proclamando, resistiendo la tentación de detenerse y volver a su vida como de costumbre.
Un cambio en el clima
De la misma manera que ocurrirá con la segunda venida de Jesús, un día inesperado llegó.
El día comenzó como cualquier otro. Caras arrugadas y ojos avejentados miraban a través de las ventanas erosionadas para continuar viendo a ese el hombre que era diferente — ahora arreando a los zorrillos, gansos y ciervos hacia la barca terminada. Aún podían escuchar su voz desgastada diciendo: «Apártense de sus pecados, arrepiéntanse e invoquen a Dios. Él está dispuesto a librarlos de este juicio inminente. Este barco se extiende lo suficiente para todos los que quieran venir".
Quizás ellos sentían pena por ese viejo tonto. Las ventanas se cerraron y los quehaceres diarios consumieron sus pensamientos. Pero ese día Noé y su familia entraron en el arca para no ser visto nunca más. «El Señor lo encerró» (Génesis 7:16) y se abrieron las ventanas del cielo.
Entonces, ¿cuál es el objetivo? La cuestión es que los días normales, antes y ahora, pueden no ser lo que pensamos. «Los días normales» despreocupados acerca de la eternidad, despreocupados de Dios, del pecado, con la segunda venida de Cristo, es una ficción fatal.
La mentira de los días normales
Aquello que la mayoría siente como un miércoles normal, una cena normal, fines de semana normales, llegan como olas que acarrean juicio y de una eternidad cada vez más cercana. La importancia de estos «últimos días» es que preceden la venida del Rey. Pero la experiencia mostrará, si se lo permitimos, hará que comamos, recibamos, bebamos, contemos historias, nos riamos, veamos el partido, tengamos citas, nos casemos y demos en matrimonio, distraídos y sin estar preparados.
Así eran los días en tiempos de Noé. Ellos no se daban cuenta que lo más grande, lo verdadero, las cosas más relevantes, estaban por encima de la experiencia. Existe un mundo en otra parte; un lugar donde vive la Realidad Última. Aún hoy su mano presiona el picaporte. Analiza, ¿qué es más real para ti: la lista de tareas de esta semana o la promesa del regreso de Cristo?
La realidad se aproxima
Con su venida, todos los planes para la semana que viene, morirán. Los libros no se leerán. Se cancelarán los casamientos. Los planes para la cena serán eliminados. En un instante, los incrédulos oirán cómo se cierra la puerta del arca. La vida se despojará de su manto común al derrumbarse los muros entre los mundos.
Jesús llama al mundo a prepararse: «También tu debes estar preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperes» (Mateo 24:44).
Estar preparado no implica construir una nave en el patio trasero, sino comer y beber, hablar y casarse, todo ello, mientras se aguarda la promesa de la venida de Cristo. Vivimos pendientes de las almas eternas. Vivimos aguardando que llueva. Vivimos en temor reverente a Dios. ¿Qué ve el mundo que estás construyendo? ¿Hay algo en tu vida que solo se puede explicar con Cristo y su regreso?
No te dejes engañar por la textura de las semanas y los años, a medida que pasan. En cada una, la eternidad está en riesgo. En cada una, él se acerca. La realidad última no permanecerá oculta por mucho tiempo. La felicidad y el horror eternos se encuentran más allá de las nubes. ¿Estás preparado para su regreso?
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