La navidad como el fin de la historia
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Historia Redentora
Una parte de la serie The History of Redemption
Traducción por Desiring God
Este es mi décimo y último mensaje en esta serie sobre la historia de la redención. Lo que me gustaría hacer en esta mañana es concentrarlo todo y mostrar cómo es que la obra de Dios en la historia llega a un clímax (y en cierto sentido a un fin) en la venida de Su único y divino Hijo al mundo.
Desde la creación hasta Cristo
Lo primero que debe proclamarse sobre Dios es que mediante la gestión de Su Hijo eterno, y por la palabra de Su poder, Dios creó, de la nada, todo lo que no es Dios, a fin de mostrar la plenitud de su gloria entre los hombres y entre todas las huestes del cielo. Y Él sostiene y sustenta en existencia cada momento de todo el universo, de modo que, por virtud de la creación y de la providencia, Dios es dueño de todas las cosas y tiene derecho absoluto de hacer lo que le plazca con la creación. No hay corte mayor ante la cuál podamos apelar Sus decisiones. No hay otra ley que Su palabra. No hay otro hacedor detrás del Hacedor de todo. Él es simple y maravillosamente Absoluto: sin principio, sin final, sin cambio. Todos, sin excepción, más temprano o más tarde, tendrán que vérselas con Dios. Y solo hay dos posibilidades: podemos rebelarnos contra Su autoridad absoluta sobre nosotros Sus criaturas, o podemos inclinarnos en humilde adoración y hacer Su voluntad.
Pero lo segundo que es proclamado en la historia de la redención es que nuestros primeros padres humanos cayeron víctimas de un engaño y eligieron el camino de la rebelión. El engaño en que cayeron fue que que si comían del árbol del conocimiento del bien y del mal, serían como Dios. Lo que significa: si usted deja de depender de Dios, como un niño, y ya no deja que Él le diga qué es bueno y malo, y comienza a tomar decisiones por sí mismo, entonces será como Dios y mucho más feliz. La Caída, por tanto, fue el deseo y esfuerzo del hombre de ser auto-determinante y auto-dependiente. Y, como resultado, Dios retiró su gracia santificadora especial, de modo que, desde ese primer pecado, todas las personas han llegado al mundo sintiéndose inclinadas hacia la rebelión. La esencia del pecado que presiona por controlarnos a cada uno de nosotros es el intenso disgusto por rendir toda autoridad a Dios y volvernos como niños en dependencia de Él. La historia primitiva de la humanidad se yergue bajo esta declaración de Génesis 6:5: "Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal”.
Pero lo tercero que debía ser proclamado sobre Dios, en el curso de la historia redentora, era que este propósito de ser glorificado mediante la obediencia de Sus criaturas *no* sería frustrado. De todas las personas sobre la faz de la tierra, Dios elije un hombre, Abraham, y le hace una promesa: "Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. . . Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2,3). De la historia redentora debemos aprender que éste es el modo de Dios de perseguir grandes propósitos mediante pequeños comienzos. (¿No es cierto que el hecho de que los asuntos cósmicos de Cristo comenzaran con un bebé en un pesebre es una de las revelaciones más cautivadoras sobre la navidad? Dios siempre parece actuar de ese modo, para que nadie se jacte y dé la gloria al hombre). Dios tiene el propósito de reclamar a la creación rebelde. Y comienza Su gran plan de reclamación con un arameo obscuro, imperfecto, cuya esposa es estéril.
Desde ése hombre y mujer vino un gran pueblo, el pueblo de Israel, llamado así por el nieto de Abraham, cuyos hijos fueron los doce patriarcas tribales. Y Dios comienza a obrar en Su pueblo a fin de darles el libro de lecciones para las naciones, sobre cómo debe encontrarse la salvación. Después de siglos de esclavitud en Egipto, muestra la gloria desenfrenada de Su poder en la liberación a través del Mar Rojo.
No temáis; estad firmes y ved la salvación que el Señor hará hoy por vosotros; porque los egipcios a quienes habéis visto hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros mientras vosotros os quedáis callados (Éxodo 14:13)
Con unos pocos cambios, esas podrían haber sido las mismas palabras que el ángel habló a los pastores en la noche en que nació Jesús. Y no es una simple coincidencia, porque Dios tiene el propósito de que todo, en Sus tratos con Israel, señale hacia la justica que viene de la fe y, finalmente, señale hacia Cristo.
Cuando el pueblo vino al monte Sinaí y fue dada la ley mediante Moisés, el propósito básico de aquel evento fue mostrar al pueblo cómo debieran actuar si tienen fe en el Dios del Éxodo (Éxodo 20:2). La ley es una descripción de la obediencia de la fe para aquel tiempo. La ley no demandó que el pueblo tratara de ganar su salvación mediante obras. No ofreció bendiciones solo a la perfección. Demandó que el pueblo pusiera su esperanza en la misericordia de Dios (Éxodo 34:6), pidió la obediencia de la fe, y proveyó un ritual de expiación para se ofrecieran sacrificios por los pecados. Todo esto, el llamado a la fe y la provisión de los sacrificios, señala a un Redentor venidero cuya muerte cumplirá todos los sacrificios y quien será recibido solo por fe.
En los peregrinajes por el desierto, Dios demostró que podía servir una mesa para Su pueblo donde no había comida y que, por tanto, debieran confiar en Él. El maná que proveyó era una pre-figura del Pan verdadero que desciende del cielo (Juan 6:32-55). Cuando Moisés levantó la serpiente en el desierto para la sanidad del pueblo (Números 21:9), ésa fue una prefigura de cómo sería levantado Cristo en la cruz para nuestra salvación (Juan 3:14). Y todas las pruebas de fe en el desierto (Deuteronomio 8:2, 16) señalaban hacia el tiempo en que Cristo mismo sería tentado en el desierto, pero no pecaría.
Cuando Israel cruzó el Jordán y conquistó la Tierra Prometida y moró en ella y reposó, ése fue un cumplimiento parcial de la promesa a Abraham. Pero como el reposo fue imperfecto, los lectores sensibles del Antiguo Testamento vieron que esto también era un símbolo de algo aún por venir: áun hay una Tierra Prometida en el futuro para el pueblo de Dios, una "patria mejor" (Hebreos 11:16), una ciudad que "está por venir" (Hebreos 13:14), un reposo sabático para el pueblo de Dios (Hebreos 4:9), en el reino de nuestro Salvador, Jesucristo.
Entonces llegó el establecimiento de la monarquía en Israel, buscada por motivos malvados, pero tornada para bien por la gracia de Dios. Mediante este mismo linaje de reyes, Dios promete traer al Salvador hacia quien ha estado señalando todo. Toda la historia de Israel es un gran libro de lecciones para que lo lean las naciones. Y la lección que el libro de lecciones enseña es: Dios, el Creador, posee y gobierna el mundo; Su propósito es subyugar la rebelión y ser glorificado mediante un pueblo obediente y gozoso quien se olvide de la auto-confianza y ponga su fe y esperanza solo en Él. Ése pueblo no puede alcanzar justicia mediante "obras de la ley" (Romanos 3:20), sino que debe confiar enteramente en la misericordia de Dios quien levantará un Renuevo justo para David, cuyo nombre será "El *Señor* justicia nuestra" (Jeremías 23:5,6).
Lo siguiente que Dios hizo para llevar la historia redentora hacia un clímax tomó de sorpresa a casi todos. Solo los que eran un poco más sensibles al corazón de Dios en el Antiguo Testamento podían comenzar a imaginar qué haría Dios después. Él dividió en dos la llegada del Mesías, separadas por unos 2000 años. Esto era incomprensible para los judíos de los tiempos de Jesús. Dios no había dicho, a los profetas del Antiguo Testamento, cómo es que encajarían en el tiempo algunas de sus profecías. 1ra de Pedro 1:10, 11 dice (literalmente): "Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos, al predecir los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían".
En otras palabras, algunos de los profetas vieron de antemano que el Mesías sufriría (ej. Isaías 53), y que también sería revelado en gloria. Lo que no vieron fue cómo encajaban el sufrimiento y la gloria del Mesías, a saber, no vieron que habría dos venidas del Mesías, una para sufrir, y una segunda para reunir a Su pueblo en Su reino y juzgar a los incrédulos. Los profetas, y todo Israel con ellos, buscaban un gran Día del Señor cuando vendría el Mesías, derrotara a Sus enemigos, santificara a Su pueblo, estableciera Su reino, y gobernara en paz y justicia para siempre sobre un pueblo gozoso y obediente. La venida del Mesías significó el fin de esta era y el comienzo de la era venidera; significó el establecimiento del reino eternal de Dios sobre la tierra; significó el cumplimiento de todas las promesas de Dios.
¿Debiéramos sorprendernos, entonces, que los discípulos se desanimaran y quedaran sin palabras cuando confesaron a Jesús como Mesías y le escucharon responder que "el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto" (Marcos 8:31)? ¿Cómo puedes derrotar a tus enemigos y establecer el reino y cumplir las promesas, si eres rechazado por Israel y mueres como un criminal? Fue necesario tres años de enseñanza de Jesús, numerosas apariciones de resurrección, y la unción del Espíritu Santo antes de que los apóstoles pudieran comprender que fue precisamente mediante este rechazo y muerte que Jesús derrotó a Sus enemigos, inauguró el reino, y cumplió las promesas.
El significado de la navidad fue un gran enigma durante más de treinta años hasta que los apóstoles comprendieron la revelación de que este evento era la primera mitad del acto final de la historia redentora, y que la segunda mitad permanece para el futuro. Cuando finalmente se dieron cuenta, estuvieron preparados para interpretar el significado de la navidad para nosotros. Y lo han hecho en los escritos del Nuevo Testamento.
En todo lo que escribieron hay una especie de marca distintiva que nos avisa que estos hombres creyeron que habría una segunda venida del Mesías, y que esta venida marcaría el fin de los tiempos. Dios ha querido preservar esta marca para nosotros, porque en ella hay una verdad importante, que pienso que dará una nueva dimensión de gozo y espectativas a nuestra celebración de navidad en este año. La marca es: incluso cuando los apóstoles miraron hacia adelante como nosotros, esperando una segunda aparición de Cristo, sin embargo, aun así dicen: *la primera venida ocurrió en los últimos días o al final de los tiempos*. Nunca trataron a la navidad solo como un giro más en el río de la historia redentora. Con la navidad, llegó el fin.
Por ejemplo, Pablo dice en 1ra a los Corintios 10:11 que los eventos del Antiguo Testamento "sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, *para quienes ha llegado el fin de los siglos*". Cuando el apóstol Pedro se levantó en Pentecostés a fin de interpretar para las multitudes el significado de lo que ocurría, dijo: "esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Y sucederá en los últimos días—dice Dios— que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne" (Hechos 2:16, 17). Estos son los últimos días. El apóstol Pedro también escribió que Cristo estaba "preparado desde antes de la fundación del mundo, pero *se ha manifestado en estos últimos tiempos* por amor a vosotros" (1ra de Pedro 1:20). La aparición de Jesucristo en la navidad marcó el fin de los tiempos (o, como dijo Pablo, "el fin de los siglos").
Y hay otro último texto que muestra que esta marca apostólica es preservada incluso donde se tiene en mente explícitamente la segunda venida futura de Cristo, Hebreos 9:26-28:
Una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado [Cristo] para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.
Este texto muestra que incluso aunque ha pasado tiempo entre la primera llegada de Cristo, y la escritura de ese libro; incluso aunque el escritor mira hacia adelante, a un período de tiempo desconocido en el futuro, antes de que Cristo regrese una segunda vez, sin embargo, él no renuncia a la marca apostólica: La navidad marca el fin de los siglos. Y creo que hay una razón muy profunda por la que el Espíritu Santo ha preservado esta marca para nosotros, incluso cuando han pasado 2000 años desde aquella primera navidad. Creo que el Espíritu preservó esta marca para nosotros para que no trivializáramos a la navidad.
La creación desde la nada fue un evento sorprendente. Imagine qué deben haber sentido los espíritus angelicales cuando el universo, la realidad material que jamás pudieron imaginar, fue extraída desde la nada por la orden de Dios. La Caída fue un evento terrible, estremeciendo toda la creación. El éxodo fue una sorprendente demostración del poder y amor de Dios. La entrega de la ley, las provisiones en el desierto, la conquista de Canaán, y la prosperidad de la monarquía, todos estos actos de Dios en la historia redentora fueron muy grandes y maravillosos. Cada uno fue un giro muy significante en el río de la historia redentora, acercándolo cada vez más al océano del reino final de Dios. Pero, si tratamos a la navidad y a la encarnación, solo como otro giro en el camino hacia el fin, entonces estamos trivializándolos. Esos son el fin de la historia redentora.
Y pienso que la analogía del río nos ayudará a ver cómo. Imagine al río como si fuera la historia redentora fluyendo hacia el océano que es el reino final de Dios, lleno de gloria, y justicia, y paz. En la desembocadura, el océano empuja al río con su agua salada. Por tanto, en la desembocadura del río hay una mezcla de agua fresca y agua salada. Uno pudiera decir que el reino de Dios se ha abierto camino avanzando de vuelta hacia el río del tiempo. Esto ha sorprendido a los viajeros y les ha tomado desprevenidos. Pueden oler el agua salada. Pueden probar el agua salada. Las gaviotas rodean el suelo de la plataforma. El fin ha llegado hasta ellos. La navidad no es solo otro giro en el río. Es la llegada del agua salada del reino de Dios, que ha asaltado al río de la historia. Con la llegada de la navidad, el océano de los tiempos venideros ha subido por la corriente de la historia para darnos la bienvenida, para prepararnos a lo que se acerca, para seducirnos arrastrándonos a lo más profundo. La navidad no es otro giro en el río de la historia. Es el final del río. Tome su cucharón y pruebe a Jesucristo, su nacimiento y vida y muerte y resurrección. Pruebe y vea si no ha llegado la era venidera, si el reino no ha llegado a nosotros. ¿No siente que sus ojos destellan?
Pero los desdeñosos dirán, siempre han dicho, ¡2000 años es un largo delta de río! Demasiado largo para creer en él. La navidad *fue* solo otro giro en el río. El sabor salado debe haber sido provocado por alguna planta química cercana. ¿Quién se imagina vivir en los últimos días durante 2000 años? A tales escépticos digo, con el apóstol Pedro: "no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (2da de Pedro 3:8). En lo concerniente a Dios, la encarnación ocurrió el viernes pasado.
Quiero que en este año pensemos en la navidad, no como un gran evento en el correr de la historia, sino como la llegada del fin de la historia, que ocurrió, como quien dice, solo ayer, y será consumado muy pronto mediante la segunda aparición de Cristo. Permítanme hacer un último esfuerzo para ayudarles a verlo de este modo. La mayoría de ustedes conocen, probablemente a alguien que tiene 90 años o más, probablemente una mujer. Quiero que imaginen a 22 de esas señoras paradas aquí al frente, lado a lado, mirándoles, cada una aún despierta y capaz de recordar su niñez y matrimonio, y anciana edad. Y entonces, en lugar de verlas una junto a otra como contemporáneas, haga que se viren y miren hacia un lado de modo que formen una fila, e imagine que cada una vivió una después de la otra. Si la que esta en mi extrema izquierda estuviera viva hoy, ¿saben cuándo habría nacido la mujer de mi extrema derecha? En la misma época de Jesús. Jesús nació solo 22 señoras atrás. No es un largo período de tiempo. Solo 22 personas entre usted y la encarnación. En comparación con el tamaño del océano de la era venidera, la desembocadura de la historia redentora es pequeña. El delta no es largo. Es corto.
Mis oraciones por nosotros durante todo este año es que podamos vernos viviendo entre la primera y la segunda apariciones de Jesús, las que juntas, son el fin de la historia redentora. Que podamos ver estas dos apariciones juntas por el desbordamiento, en el presente, del glorioso océano del reino futuro de Dios; y que nosotros mismos ya no seamos llevados las fuerzas de la historia, por el poder de la era venidera. Que sintamos la resaca del *eskaton* y anhelemos estar allí para siempre con el Señor. A pesar de todo, ¡ven pronto, Señor! Amén.
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