La predicación que compunge el corazón
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Tim Keller sobre La Predicación y la Enseñanza
Traducción por Pablo Contreras
Me describieron hace poco en un par de libros y páginas de internet como un buen ejemplo de alguien que practicaba la exégesis y tenía “sensibilidad cultural” cuando predicaba e incluían citas de ciertas referencias culturales que había hecho en mis sermones. Aunque sé que me estaban intentando halagar, por lo cual les estoy agradecido, también tengo ciertas reservas acerca de como se ha descrito esta práctica. Puedo imaginarme sin problemas que algunos predicadores, especialmente los más jóvenes, querrán aspirar a imitar el método y obviar el principio que hay por debajo.
Creo que sería posible decir que cada sermón debería tener tres aspectos o propósitos. Primero, se necesita predicar el pasaje en su contexto escritural; Segundo, se necesita siempre predicar a Cristo y el evangelio; y finalmente, se necesita predicar al corazón. Puesto de otra forma, debes predicar la verdad, no sólo tu opinión; debes predicar las buenas nuevas , no sólo dar buenos consejos; y debes predicar para hacer real la verdad al corazón, no sólo hacerla clara a la mente. La primera se suele discutir bajo la cabecera de la predicación expositiva, la segunda se suele llamar predicación Cristo-céntrica y la tercera se suele llamar “aplicación” (aunque en mi opinión cada aspecto tiene un contenido más profundo de lo que estas categorías tradicionales puedan implicar).
En este esquema, ¿qué lugar ocupa la ”sensibilidad cultural” en mis sermones? La mayor parte de la gente diría que no entra en el esquema de predicar el texto, predicar a Cristo y predicar al corazón. Puede que se sientan tentados a añadir una cuarta categoría. Pero el hacerlo podría sugerir que las referencias culturales están ahí primordialmente para conferir algo de credibilidad al predicador. Esto sería un error. El hacer referencias con este propósito te tentaría a fanfarronear de tu conocimiento o de cuán a la moda estás, y esa no es mi intención.
Puede que alguno se sorprenda cuando me escuche decir que mi uso de referencias culturales forma en realidad parte de mi esfuerzo por llegar al corazón. Y podrían decir,¿no son acaso esas referencias a Nietzsche o a de Kooning muy intelectuales, concebidas para gustarle a la mente y no a las emociones? No exactamente. Una de la claves está en cómo definimos “el corazón”. Recordemos que según la Biblia, el corazón no son primordialmente las emociones sino más bien donde se basan nuestros compromisos y confianzas más fundamentales y por lo tanto es el centro de control de toda nuestra vida. Así que predicar al corazón significa ir directamente a los compromisos que conduzcan las vidas de la gente y que impulsan sus deseos, pensamientos, sentimientos y acciones.
Corazón colectivo
Hay muchas definiciones buenas de “cultura”, pero creo que una de las mejores es la que define cultura como un corazón colectivo. Es una serie de compromisos vitales compartidos por una comunidad de personas y que la rigen. Mis oyentes, tanto cristianos como no cristianos, viven dentro de la cultura altamente secular, modernamente tardía (algunos la llamarían postmoderna) y cosmopolita de Manhattan. Son estos valores los que ejercen una presión sobre los corazones de todos sus residentes y la fuente de muchas de sus aspiraciones más profundas, miedos secretos y conflictos internos.
Las “referencias culturales” son, por lo tanto, simplemente mi forma de entrar en el universo de mis oyentes, de ayudarles a entender en un nivel más profundo qué es lo que moldea su trabajo cotidiano, sus relaciones amorosas y familiares, sus actitudes hacia el sexo, el dinero y el poder. Busco el hacer claras las bases de la cultura de nuestra ciudad para así poder ayudar a la gente a que se entienda a sí misma de una forma más completa e imaginen lo que significa (o lo que significaría) vivir como cristiano aquí.
Por lo tanto, el meramente imitar a cualquier predicador que hace muchas referencias culturales en sus sermones sería un error. En muchas partes del mundo, el citar a Kierkegaard no es para nada inusual. Y hecho correctamente puede llevar a que la gente diga:” Ah, así que es por eso por lo que solía pensar y sentir de esta forma.” Eso es lo que se quiere conseguir. Pero en muchas otras partes del mundo, lo único que se va a conseguir es que la gente diga:”Guau, qué persona más lista e intelectual.” Y si ésta última es la reacción que recibes de la gente (o peor aún, la reacción que esperas) entonces tienes que hacer algunos cambios. El principio universal se halla en Hechos 2:37. La predicación debe “compungir el corazón”. Los medios y los métodos que usemos para conseguirlo dependerán mucho, en realidad, de nuestra cultura.
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