La vida de la fe
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Sinclair Ferguson sobre Salvación
Traducción por Angélica Gualdrón
Las palabras iniciales de Hebreos 11: “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, algunas veces deja perplejo a los estudiantes de la biblia quienes están acostumbrados a la descripción clásica Reformada de la fe como una consistencia de conocimiento asentimientos y confianza. Esas palabras bíblicas están para darnos una definición bastante diferente.
¿Cuál es la explicación? Es una relativamente simple: el autor de Hebreos no está analizando la fe en las partes que la componen; mas bien, él nos está diciendo cómo opera la fe. La fe es la sustancia, es decir, la seguridad, la permanente confianza de la mente, incluso el “título de propiedad” (como lo sugiere la gramática Griega) de lo que esperamos.
Aquí, claro está, “esperar” (“cosas que esperamos”) no es un pensamiento de deseo, sino algo que es cierto pero que aún no está completamente realizado en nuestra experiencia presente. Es la esperanza de la que habla Paul en Romanos 5:5, donde dice que la esperanza de la gloria no permitirá que decaigamos porque nosotros ya hemos probado el amor de Dios en nuestros corazones a través del Espíritu.
Pero la fe también es la evidencia, es decir, la convicción de la realidad de lo que no hemos visto aún. Es la característica de aquellos que viven “como viendo a aquel que es invisible” (Heb. 11:27).
La fe, entonces, en su actividad presente, siempre está ansiando llegar al futuro, y ejercitarla significa siempre que no vemos la vida y sus eventos como espectáculos a través de los lentes de este mundo, sino a través de la prescripción divina que nos permite tener una visión espiritual 20/20 en este mundo porque lo vemos desde la perspectiva de otro mundo.
Esto suena tan espléndido, tan profundamente teológico que tenemos todo el derecho de preguntar al autor de Hebreos qué es lo que significa esto (¡si es que significa algo!) en términos prácticos. Para que él venga y nos diga que está escribiendo una carta de inspiración práctica (13:22). ¿No dijo Luther, “la fe es un poco laboriosa”? ¿Pero estas elocuentes expresiones no nos están señalando más bien hacia lo etéreo, lo de otro mundo, hacia una vida que es —como dice la famosa frase— “tan mentalmente celestial como para tener alguna utilidad terrenal”?
Todo lo contrario, el resto de Hebreos 11 se engrandece al mostrarnos lo que este tipo de fe significa en la esencia de la vida cotidiana. El autor nos hace un tour a través de una galería de biografías de hombres y mujeres de fe. Solo cuando uno llega al final, se da cuenta de que todo el tiempo ha sido dirigido hacia la persona de nuestro señor Jesús — ¡el Iniciador y Perfeccionador de nuestra fe! Su fe también, indiscutiblemente sorprendente, como lo explica Hebreos 12, fue “la sustancia de las cosas esperadas, la evidencia de las cosas no vistas”
Estos héroes de la fe tienen dos cosas en común. Ven más allá del presente (hacia las cosas esperadas) y más allá de lo visible (hacia lo invisible). Ellos se negaron al conocimiento del mundo que les decía que vivieran el hoy y que lo que veían era lo real. En lugar de eso, vivieron el presente espiritualmente iluminados por el futuro y manejaron todo lo visible espiritualmente iluminados por lo invisible.
En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de esto (Vale la pena notar aquí como el autor saca del Antiguo Testamento todas las ilustraciones que hace de la fe para los creyentes del Nuevo Testamento. Él pudo dejar perfectamente clara su convicción de la unidad de la Biblia, del camino a la salvación y del trabajo del Espíritu). Mientras Hebreos 11 nos lleva a través de miles de años de la familia de la fe, enfoca su atención en gran medida en dos figuras: Abraham y Moisés. Tenemos aquí a dos hombres que de manera significativa ejemplificaron estas características gemelas de la genuina fe.
¿Cuál era su secreto? ¿Qué explica su maravillosa, aunque imperfecta fe? Esencialmente esto: ellos escucharon y confiaron en la palabra de Dios, o tal vez aún mejor, confiaron en el Dios que hablaba a través de sus palabras. Es tan simple como esto: confía y obedece, es decir “no hay otra manera de estar feliz con Jesús, sino confiando y obedeciendo.
En otras palabras, vivir con fe no es vivir con lo que podemos ver, sentir y tocar —basándonos en nuestra experiencia sensorial— sino vivir basados en lo que Dios ha dicho y ha prometido. Eso es fe. Tiene su epicentro en nuestro Señor Jesucristo. Toma su forma concreta a partir de lo que Dios ha dicho y prometido en Su Mundo.
Tengan cuidado de las ideas extrañas de lo que es la fe. La gente mira lo extraordinario, lo milagroso. Pero, tal como nos lo enseñó nuestro Señor mismo (quien por supuesto hizo milagros), seguido bien de cerca por Paul (1 Corintios 1:22), seguir esto no es carnal, si no espiritual. Por el contrario, vivir con fe significa hacer lo que dijo el Señor: vivir con cada palabra que provenga de la boca de Dios (Mateo 4:4, citando a Deuteronomio 8:3) —aprender, entender, adoptar, digerir y aplicar cada palabra de la Escritura. Esta es la clave de la biblia hacia la vida de fe, confiando en La Palabra de Dios, viviendo el presente, iluminados por el verdadero reino de Dios. De principio a fin, “La fe viene del oír, y el oír por la Palabra de Cristo” (Romanos 10:17).
Esto nos presenta un cambio que nos cuesta mucho hacer. Conocer las promesas y confiar en ellas; conocer la palabra y vivir de acuerdo con ellas, guiados por su sabiduría. A veces nuestro problema radical en esto es simplemente que no conocemos muy bien nuestra biblia. No nos empapamos de la Palabra de Dios y por lo tanto, no podemos ser energizados por ella. Esto deja mucho qué pensar de aquellos que serían hombres y mujeres de fe, ¿no es así?
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