Las Bienaventuranzas y el Evangelio del Reino
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre El Evangelio
Una parte de la serie Las Bienaventuranzas
Traducción por Pilar Daza Pareja
Mateo 5:1-12
Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
"Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos".
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros."
Hoy empezamos una serie de ocho semanas, en las que hablaremos sobre las Bienaventuranzas del texto de Mateo 5:3-12. Dedicaremos alrededor de una semana a cada una de ellas, pero hoy nos centraremos en todas ellas como un único bloque dentro del contexto más amplio del ministerio de Jesús. Debemos responder a las siguientes preguntas: ¿En qué consisten esas bienaventuranzas? ¿Acaso explican los requisitos que debemos cumplir para heredar la vida eterna? ¿Alaban el poder de Dios en la vida de los discípulos? ¿Podría ser las dos cosas? ¿Cómo lo podemos saber?
Empecemos el día de hoy abriendo el objetivo de nuestra lente para que abarque más allá de las bienaventuranzas. Y luego lo reduciremos para observar solo las bienaventuranzas.
La estructura del texto de Mateo
Observad el texto de Mateo 4:23. Es una declaración resumida del ministerio de Jesús en la tierra: "Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo". Una forma de replantear este versículo es afirmando que Jesús hizo que su ministerio fuese predicar la venida del reino, enseñar el camino hacia el reino y demostrar el propósito y el poder del reino mediante la curación de los enfermos. Predicando, enseñando y curando.
Ahora volvamos a Mateo 9:35. Aquí encontramos, casi textualmente, el mismo resumen: "Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia".
Luego, cuando analizamos lo que se encuentra entre estos dos resúmenes acerca del ministerio de Jesús, vemos dos secciones principales: los capítulos 5-7 son una colección de las enseñanzas de Jesús, conocido como el Sermón de la Montaña y los capítulos 8 y 9 son una colección de relatos, principalmente acerca de su ministerio de curación. Así que, al parecer tenemos un tema diseñado por Mateo, compuesto por cinco capítulos, para presentarnos primero, algunas enseñanzas propias del Señor con respecto al camino del reino, y luego, curaciones y milagros específicos para demostrar el poder del reino.
La importancia de esto radica en que nos previene contra la posibilidad de considerar cualquier pequeña parte de esta sección en forma aislada. Mateo es el autor del texto y reúne el material de dicho texto de una manera particular. Es el apóstol inspirado, y nosotros debemos tener en cuenta la forma en que decidió reunir el tema. Es la forma en que nos hace llegar su significado.
El Jesús que enseña y sana
Por ejemplo, una de las cosas que podemos afirmar de buenas a primeras, es que no podemos tener al Jesús del Sermón de la Montaña sin el Jesús que limpió al leproso, curó al siervo del centurión, calmó la tormenta, y expulso a los demonios. El autor que nos presenta al primero también nos presenta al segundo, y sería caprichoso hacer lo que algunas personas modernas: decir que admiran al honrado maestro del Sermón de la Montaña, pero eludir a la persona sobrenatural y espeluznante que calma las tormentas y expulsa a los demonios.
O, a algunos les puede atraer justo lo opuesto: pueden sentir una fascinación carismática por los milagros de Jesús, pero cuando se trata de vérselas con Aquel que dijo: "No llames tonto a tu hermano, no cedas a la lujuria, no te divorcies, no blasfemes, no devuelvas mal por mal, ama a tu enemigo"— pues... les gusta el hacedor de milagros que cura sus enfermedades, pero no les interesa esa persona radical que se entromete en su forma de vivir.
El argumento de Mateo es que el Señor que enseña de esta forma en el Sermón de la Montaña es el mismo Señor que nos llama a seguirlo a lo largo de nuestra vida y a depender de su poder. Su trabajo personal y su poder no se pueden separar de sus enseñanzas. De hecho, vamos a ver enseguida que eso es evidente, incluso en las bienaventuranzas.
Las Multitudes y los Discípulos
Volvamos, pues a Mateo 5:1 y siguientes.
Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo...
El público está formado, probablemente, por dos círculos concéntricos: el círculo interior de los discípulos, y el círculo exterior de las "multitudes". Dice en el versículo 1 que enseñó a sus discípulos. Pero observemos el final del sermón en Mateo 7:28,
Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas.
Así que queda claro que las multitudes le estaban escuchando y que Jesús quería que escuchasen a pesar de que el sermón iba dirigido principalmente a sus discípulos. Quisiera mencionar que esta es la forma en que se han concebido nuestros servicios dominicales en Bethlehem. En primer lugar la palabra está dispuesta para alimentar, fortalecer e inspirar el culto y la vida del pueblo de Dios. Pero oramos para que haya más y más curiosos, inquisitivos, escépticos, buscadores o que duden, que se acerquen a Bethlehem de la misma forma en que las multitudes se congregaron tras los discípulos en el monte. Creemos que una predicación de la Palabra de Dios, autorizada y ungida por el Espíritu, tiene un poder especial para despertar a los incrédulos a la verdad y la belleza de Cristo, incluso cuando ésta va dirigida principalmente a los discípulos. Así que yo os insto a que, con entera libertad, invitéis a quien queráis a nuestros servicios dominicales en Bethlehem. Es precisamente aquello que nuestro Señor tiene que decirnos lo que puede despertar en otros el deseo de acercarse a Cristo.
El sermón comienza
De modo que el sermón comienza cuando los discípulos se hallan reunidos a los pies de Jesús y la multitud está escuchando.
¿Cómo comienza el Señor? Lo hace declarando la buena suerte que tienen algunas personas. A estas declaraciones las llamamos "bienaventuranzas", palabra derivada del latín que significa felicidad o bendiciones. Veamos cómo se organiza todo el grupo.
Hay ocho bienaventuranzas redactadas de igual forma. El versículo 11 podría entenderse como un noveno, pero en realidad es una ampliación del versículo 10, y está redactado de manera diferente de los otros. Dice: "Bienaventurados sois cuando os insulten". Ninguno de los otros dice: "Bienaventurados sois". Es probable que sea una ampliación del versículo 10, que dice: "Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia". Las injurias a las que se alude en el versículo 11 son un ejemplo concreto de las persecuciones a las que hace referencia el versículo 10.
Si os fijáis en la primera y en la octava bienaventuranza, podréis ver que las ocho, comprendidas en los versículos 3 al 10, conforman una unidad. Observad la promesa de la primera bienaventuranza en el versículo 3: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos". Y luego observad la promesa de la octava bienaventuranza en el versículo 10: "Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos". Ambas entrañan la misma promesa: "porque de ellos es el reino de los cielos".
Pero las otras seis bienaventuranzas que se encuentran intercaladas entre estas dos, son diferentes. Versículo 4: "Pues ellos serán consolados". Versículo 5: "Pues ellos heredarán la tierra". Versículo 6: "Pues ellos serán saciados". Versículo 7: "Pues ellos recibirán misericordia". Versículo 8: "Pues ellos verán a Dios". Versículo 9: "Pues ellos serán llamados hijos de Dios".
Promesas futuras situadas dentro de la certeza del presente =
Observad que todas ellas son promesas de futuro. "Ellos serán consolados ... Ellos heredarán la tierra ... Ellos serán saciados ... " Y así sucesivamente. Pero la promesa de la primera y de la última bienaventuranza, en los versículos 3 y 10, parece estar relacionado con el presente: a los discípulos se les asegura que "de ellos es el reino de los cielos".
Y entonces, ¿qué nos indica este diseño? Creo que hay, al menos, dos implicaciones.
En primer lugar, al intercalar las seis promesas entre las dos afirmaciones de que el reino de los cielos es de estas personas, creo que Jesús quiere decirnos que estas seis promesas son bendiciones del reino. En otras palabras, podéis contar con estas seis cosas cuando se es parte del reino de Dios. Esto es lo que el reino trae: el consuelo, la propiedad de la tierra, la justicia satisfecha, la misericordia, la visión de Dios, y el impresionante título de hijo de Dios. No tenéis que elegir una de estas promesas. Todas pertenecen al reino. Esos es lo primero que se observa en el hecho de que Jesús inicia y termina con la afirmación: "De ellos es el reino de los cielos", y que en medio de estas afirmaciones están las seis promesas.
Un reino presente pero futuro
La otra observación sobre este diseño se deriva del hecho de que la primera y la última afirmación están redactadas en tiempo presente, mientras que las seis promesas de en medio lo están en futuro. "De ellos es el reino de los cielos" en los versículos 3 y 10. Pero, "Ellos serán consolados ... Ellos heredarán la tierra ... " y así sucesivamente, en los versículos 4-9. Creo que esta es la manera en que Jesús nos dice que, en cierto sentido, el reino de los cielos está presente con los discípulos ahora ("De ellos es el reino de los cielos"), pero que todas las bendiciones del reino tendrán que esperar a la era que vendrá ("Ellos heredarán la tierra").
Otra forma de decirlo es que Jesús ha traído el reino de los cielos a la tierra en su propio poder y asociación real, y que podemos disfrutar anticipadamente aquí y ahora, pero que la experiencia completa de la vida del reino tendrá que esperar a la era que vendrá.
Aquí, en las bienaventuranzas podéis ver exactamente lo que esto significa.
Ser Consolados
Veamos varios ejemplos. El versículo 4 dice que los que lloran algún día serán consolados. En Apocalipsis 21:4 dice: "Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, [...]." Pero fijaos en los versículos 11 y 12: "Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande." En otras palabras, a pesar de la recompensa final que es el consuelo, y que está disponible para nosotros en el cielo, podemos ahora regocijarnos aun en medio del sufrimiento. ¿Y no es esta alegría un anticipo del consuelo prometido? No hay alegría sin algo de consuelo.
Recibir misericordia
O considerar el versículo 7: Promete: "ellos recibirán misericordia". Pero en la parábola del siervo despiadado, que encontramos en Mateo 18:23-35, dice el rey al siervo malvado: "¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?" En otras palabras, Jesús enseña a no limitarnos a esperar la era que vendrá, para recibir misericordia, pues esta ya ha llegado en Jesús. La degustamos aquí y ahora, en el perdón de los pecados y en las innumerables bendiciones de esta vida.
Ser llamados hijos de Dios
O considerar el versículo 9. Promete: "Ellos serán llamados hijos de Dios". Como leemos en Romanos 8:23 dice, "gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo". Así que todos los beneficios de ser hijos de Dios se esperan en la resurrección. Pero fijaos en el versículo 16: "Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". ¡Dios ya es nuestro Padre! ¡Ya somos sus hijos! Es decir, ya tenemos un anticipo de la filiación.
Lo que tienen en común estos tres ejemplos es que el reino de los cielos es tanto presente como futuro. Tenemos un adelanto del reino de Dios ahora, pero vamos a experimentar mucho más en el futuro. Creo que es por esto qué los versículos 3 y 10 aseguran que "de ellos es el reino de los cielos", pero los versos 4-9 prometen que las bendiciones del reino aún están en el futuro. Son ambos.
Una de las lecciones más importantes
Y esta es una de las lecciones más importantes acerca de la fe cristiana. Sin esta visión, simplemente no se puede entender el Sermón de la Montaña. Por ejemplo, ¿qué podéis entender del versículo 7 si no se comprende que las bendiciones del reino de la misericordia de Dios son presentes y futuras? Dice: "Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia". ¿Significa esto que Dios nos deniega su misericordia hasta el futuro día del juicio, y que espera a ver si somos lo bastante misericordiosos para obtener su misericordia? Eso es lo que parece decir.
Pero si se conoce el evangelio del reino (4:23; 24:14), es decir, si se conoce la buena nueva de que el reino ya ha llegado y que trabaja como si fuese una red, atrapando a la gente hacia el reino (13:47-50), si ya sabéis que el poder del reino es presente y futuro, entonces también sabréis que el que seamos misericordiosos es (¡en este momento!) una obra majestuosa de la misericordia de Dios. Esto es lo que Mateo quiere que veamos en 18:33 —El rey dijo: "¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?" La misericordia previa de Dios nos permite ser misericordiosos. La misericordia poderosa del reino ya ha llegado en Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo.
Dios no se limita a esperar como un juez al final de esta era para ver si seremos o no capaces de obtener su misericordia en ese momento siendo misericordiosos ahora. Dios no solo espera; Él echa la red de la misericordia en el mar del mundo y arrastra a la gente a la vida, a la alegría, a la esperanza y a la misericordia (13:47-50). "Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió", dijo Jesús (Juan 6:44). "Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre". (Juan 6:65).
La misericordia del Reino ya se encuentra en el mundo
La misericordia del reino está en el mundo atrayendo a la gente hacia Cristo. La misericordia del reino está en el mundo abriendo los ojos de la gente hacia Cristo. ¿Os acordáis de lo que respondió Jesús a Pedro cuando éste último afirmó que Él era el Mesías? "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás! Porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos." (Mateo 16:17). Dios no está esperando a que Pedro reconozca a Jesús como el Mesías. Él le abrió los ojos. ¡Esto no te lo reveló carne ni sangre Simón! ¡Ha sido Dios!
Vosotros no le escogisteis, sino que el os escogió a vosotros, (Juan 15:16). No habéis venido a él primero, él os trajo (Juan 6:44). No habéis reconocido a Cristo primero, Dios os ha abierto los ojos (Mateo 16:17). ¡Y todo esto es misericordia, misericordia, misericordia! "[...] no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Romanos 9:16).
Tratad de entender esto y de convertirlo en parte de vuestro propio ser. Muchos pasajes de las Escrituras enseñan que Dios nos mostrará su misericordia en el futuro si vivimos de cierta manera en el presente. Muchos otros pasajes de las Escrituras nos enseñan que Dios ya nos ha mostrado su misericordia, permitiéndonos vivir de una determinada manera ahora. Aquí no hay inconsistencias. Esta es la trama misma de la vida bíblica. Hemos nacido de nuevo por la misericordia de Dios. Somos santificados por la misericordia de Dios. Y cuando lleguemos al tribunal de Dios, él dirá: "Aún eres un pecador, pero veo en tu vida el rasgo distintivo de la misericordia de mi Hijo. Tu misericordia hacia los demás es la evidencia de su misericordia en ti. Y por su causa, ahora te mostrare misericordia nuevamente. Ven, toma posesión del reino que se te tiene preparado desde la fundación del mundo."
A menos que contempléis las bienaventuranzas como parte de este tejido bíblico, no seréis capaces de entenderlas como lo que son. Son un anuncio de lo afortunadas que son las personas que ya poseen, en cierto modo, el poder del reino. Podríais decir: "¡Bienaventurados! ¡Bienaventurados! Y afortunados sois quienes tenéis el poder del reino trabajando en vuestro interior, porque vosotros heredareis el reino con todos sus placeres infinitos, por los siglos de los siglos." Las bienaventuranzas son anuncios de que esta gente es muy bendecida, muy afortunada.
Pero eso no es todo. Las bienaventuranzas también contienen una invitación implícita a convertirse en este tipo de persona. Los discípulos se sientan a los pies de Jesús y escuchan la enhorabuena. "¡Oh, cuán afortunados sois, mis queridos hermanos! ¡Oh, qué suerte tenéis al haber sido elegidos de Dios, que se os hayan abierto los ojos, que se os acerque al Salvador, que seáis pobres, humildes, tristes, hambrientos, misericordiosos, puros y pacíficos! ¡Regocijaos! ¡Alegraos y dad gracias, mis amados discípulos, porque sois este tipo de personas, puesto que no es sólo obra vuestra! Es el reino de Dios en vuestra vida." Y los discípulos escuchan las bienaventuranzas como palabras de celebración de la obra de Dios en sus vidas.
Pero ¿qué pasa con la multitud que se encuentra detrás de los discípulos? ¿Cómo escuchan esta enhorabuena? ¿Cómo deben escucharlas, si no son pobres de espíritu, si no lloran o son humildes, si no están hambrientos de justicia o son misericordiosos, si no son puros o pacíficos? ¿Qué significan estas palabras para ellos? Ciertamente no son parabienes. No se puede felicitar a un invitado por su vestido de boda, si no lo lleva puesto (Mateo 22:11-14).
¿Y entonces que? Si veis personas a las que se les da la bienvenida a una fiesta por llevar un determinado traje, ¿esto no os anima a buscar un vestido similar? Y si veis que a la gente le prometen las bendiciones de la vida eterna, porque son pobres de espíritu, tristes, humildes, hambrientos de justicia, misericordiosos, puros y pacíficos, ¿no os invitarían dichas palabras a ser ese tipo de persona? En efecto, ¿no germinarían en vosotros las semillas de esas mismas flores? Tal vez no. Pero en algunos si lo hacen. Y si no lo hacen en vosotros, ¡oh, cómo debéis orar para que Dios no os deje en una situación tan dura e impenitente!
Así que las bienaventuranzas son palabras de celebración para los discípulos, personas a quienes ha despertado el poder actual de la era por venir. Y son palabras de invitación para las multitudes —para las personas que vienen a adorar por tradición, curiosidad o escepticismo. Y para algunos, son palabras de transformación, por el poder y la misericordia de Dios.
¿Qué representan para vosotros?
La próxima semana comenzamos con la mejor noticia que un pecador sin esperanza pueda oír: el requisito para tener algún trato con Dios es la bancarrota espiritual. Es la condición más fácil pero también la más difícil. ¿Qué podría ser más fácil que tener las manos vacías? ¿A menos que estéis sosteniendo un billete de $ 1.000, o una "declaración de derechos" propia?
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