Lee detenidamente tu Biblia
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Message Excerpt
Traducción por Luz Bordenkircher
Transcripción de audio
Somos como árboles que dan fruto, no jornaleros que recogen frutos. Para usar el lenguaje de Pablo: el fruto es el fruto del Espíritu, no las obras de la ley. El que medita en la ley del Señor día y noche y encuentra su deleite en la verdad de Dios, del hombre y de la vida revelada por medio de la enseñanza de Dios, “Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera”. (Salmo 1:3, LBLA). Es absolutamente esencial que entendamos que la vida cristiana consiste en llevar fruto, no en recoger fruto.
No somos obreros, somos árboles. Tenemos raíces a orillas de los ríos. Nuestra vida emana de un río. Proviene de los arroyos. Está surgiendo, y la fruta crece mientras vivimos junto al río. No peleas con legalismo. No elaboras tu lista y dices: "No, a la maldad, no al pecado, no al escarnecimiento. Conservo la lista. Está en mi bolsillo, y la sacaré cuando me vea tentado". Pero así no es como funciona.
El Salmo 1:3 dice que la forma en que funciona es que cuando vas a la Palabra y ves a Dios y todos sus caminos y obras de fidelidad, expuestos delante de ti, es como si enviaras tus raíces a la corriente de las aguas, y la vida surge y moldea tus pensamientos y sentimientos, y da frutos. Y si no da fruto, no te desarraigas y empiezas a caminar por ahí yendo a la frutería. Simplemente dices: "¿Qué es lo que está mal? Hay un río ahí abajo".
Esto no es mecánico ni automático. La forma en que las raíces y el agua en este arroyo actúan no es automática. La conexión entre mi sistema de raíces y la corriente de verdad vivificante de Dios en los Salmos es meditar. Aprende a hacer esto. Aprende a leer detenidamente, por ejemplo, el Salmo 23. Casi todo el mundo conoce el Salmo 23. Léelo detenidamente. Ora por ello. Sumérgete en ello. Métetelo en la cabeza. No lo sueltes -como Jacob y el ángel- hasta que te bendiga, te cambie, te afecte por la mañana. No digas: "Leo mi Biblia". El diablo conoce la Biblia de memoria. La usó con Jesús.
Se trata de perseverar, amar esto y suplicar al Señor que abra los ojos de tu corazón: “Consolida mi corazón para que tema tu nombre e inclina mi corazón a tu testimonio. Moldéame. Deléitame. Satisfáceme. No te dejaré ir hasta que haya sido cambiado. Abre mis ojos, oh Dios”.
Eso es conectarse con el agua. Ahí es donde se libra la batalla. Debo tener una alternativa para los placeres, o seré una hoja de paja en el viento de los malvados - simplemente arrastrada a donde ellos quieran que vaya. Apenas una pequeña cosa en Internet me capturará. Esa pequeña cosa en la televisión me capturará. Y esa pequeña cosa en el banco me capturará, y andaré flotando de aquí para allá. La batalla está en el nivel de nuestras emociones. El sistema de raíces debe tocar el agua que da vida y alegría.
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