Llamados a sufrir y a regocijarnos: Para completar las aflicciones de Cristo

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English: Called to Suffer and Rejoice: To Finish the Aim of Christ's Afflictions

© Desiring God

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Por John Piper sobre Sufrimiento
Una parte de la serie Called to Suffer and Rejoice

Traducción por Carina Alejandra Rojas


Colosenses 1:24-29

Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia, de la cual fui hecho ministro conforme a la administración de Dios que me fue dada para beneficio vuestro, a fin de llevar a cabo la predicación de la palabra de Dios, es decir, el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.

Quisiera que nos enfocáramos en el versículo 24 y en lo que Pablo dice sobre “completar lo que falta de las aflicciones de Cristo.” ¿Cómo podría faltarnos algo de las aflicciones de Cristo? ¿Acaso no fueron suficientes sus sufrimientos y su muerte por nosotros? Entonces, ¿que es lo que quiso decir en el versículo 24?, y, ¿Cómo se aplica eso a nuestras vidas?

Contenido

Resumiendo este párrafo

Para poder entender correctamente el versículo 24 vamos a estudiarlo en conexión con el resto de los versículos. Comenzando por el verso 29, iremos hacia atrás y resumiremos lo que Pablo está diciendo en este párrafo.

Versículo 29: Pablo explica que hay un propósito por el cual él trabaja. Y el esfuerzo, el doloroso esfuerzo en su trabajo, no lo hace en su propia energía. Es el poder de Cristo obrando poderosamente en él.

El versículo 28 describe el propósito por el cual Pablo trabaja, esto es, para presentar a todo aquel que él alcance con el evangelio: “perfecto en Cristo.” Y lo hace proclamando a Cristo, amonestando y enseñando a todos los hombres. Este es el interminable trabajo que Pablo realiza, y que Cristo fortalece.

Los versículos 26-27 definen más expresamente lo que Pablo proclama y enseña. En el versículo 26 es llamado un “misterio”, no porque no pueda ser comprendido sino porque ha estado oculto por siglos y ahora ha sido revelado a los santos. Luego el versículo 27 describe las riquezas de la gloria de este misterio. Que es “Cristo en vosotros (los gentiles), la esperanza de la gloria.” Lo que no fue revelado completamente en las generaciones pasadas era que el Mesías judío- el Cristo- habría de alcanzar a las naciones no Judías y vendría a morar en personas no Judías- para vivir realmente en ellos y darles la promesa de Abraham, la esperanza de la gloria en el reino de Dios con todos los santos.

Pero ahora, ese misterio está siendo revelado y Pablo está proclamando a Cristo y enseñando por todas partes que la morada del Mesías y la esperanza de la gloria de Dios pertenecen a todos los que confían en Cristo y esperan realmente en esa gloria (1:4, 23).

El versículo 25 dice simplemente que esta proclamación de Cristo es el cumplimiento de una responsabilidad que Dios ha dado a Pablo para esparcir la Palabra de Dios. El es siervo de la iglesia y mayordomo de Dios. Su deber es llevar la Palabra de Dios a las naciones, ofrecerles la esperanza de la gloria y llamarlos a la fe. Así que, el es un ministro de la iglesia con el fin de reunir a los escogidos de Dios de entre las naciones, y a través de la enseñanza y la amonestación poder presentarlos perfectos en Cristo.

En el versículo 24 vemos que este ministerio de extender el misterio de Cristo y la esperanza de gloria a las naciones, y de amonestarles y enseñarles involucra sufrimiento. “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia.”

¿Que significa “Completar lo que falta”?

Ahora bien, ¿Qué quiere decir esto que cuando Pablo sufre por la iglesia- extendiendo la esperanza de gloria a más y más personas, y enseñándoles acerca del misterio de Cristo, al sufrir haciendo todo esto- el esté “completando lo que falta de las aflicciones de Cristo”? ¿Cómo puede un hombre llegar a completar lo que seguramente es tan completo como lo es todo sufrimiento?

El significado está sugerido en el contexto

Creo que el contexto que acabamos de ver sugiere que los sufrimientos de Pablo completan los de Cristo no añadiendo nada a su valor, sino extendiéndolos para aquellos que están destinados a ser bendecidos. Cuando se refiere a lo que falta de las aflicciones de Cristo no significa que éstas sean carentes de valor ó mérito, como si no pudieran cubrir adecuadamente los pecados de todo aquel que cree. Lo que falta se refiere a que aún no se conoce en el mundo el infinito valor de las aflicciones de Cristo. Ellas son todavía un misterio (oculto) a la mayoría de las personas. El propósito de Dios es que el misterio sea revelado y se extienda a todos los Gentiles. Así que, lo que falta de las aflicciones es en el sentido de que ellas no son vistas y conocidas entre las naciones. Éstas deben ser llevadas por medio de los ministros de la Palabra. Y esos ministros completan lo que falta de las aflicciones de Cristo al extenderlas a otros.

Palabras similares en Filipenses 2:30

Hay una firme confirmación de esto en el uso de palabras similares en Filipenses 2:30. Había un hombre llamado Epafrodito en la iglesia de Filipos. Cuando la iglesia decidió reunir una ofrenda para Pablo (quizá de dinero, provisiones ó libros), ellos decidieron enviársela a Pablo en Roma por medio de Epafrodito. Mientras viajaba con esta carga Epafrodito casi pierde la vida. El versículo 27 dice que el enfermó y estuvo a punto de morir, pero que Dios tuvo misericordia de él.

A continuación en el versículo 29 Pablo dice a la iglesia de Filipos que honren a Epafrodito cuando regrese, y les da una razón para hacerlo en el versículo 30, cuyas palabras son muy similares a las de Colosenses 1:24. “Porque estuvo al borde de la muerte por la obra de Cristo, arriesgando su vida para completar lo que faltaba en vuestro servicio hacia mí.” En el original la frase “completar lo que faltaba” en vuestro servicio hacia mí, es casi la misma que “completando lo que falta” de las aflicciones de Cristo en Colosenses 1:24.

¿En que sentido era “deficiente” el servicio de los Filipenses hacia Pablo y de que forma “llenó” Epafrodito lo que faltaba en ese servicio? Hace cien años un comentarista, Marvin Vincent, captó la idea correctamente.

La ofrenda para Pablo era una dádiva de la iglesia como cuerpo. Era una ofrenda sacrificial de amor. Lo que estaba faltando, y lo que habría sido causa de gratitud para Pablo y la iglesia por igual, era que la iglesia presentara esta ofrenda en persona. Esto era imposible, entonces toma como representante a Epafrodito para suplir esta falta a través de su afectuoso y fervoroso ministerio. (Epístolas a los Filipenses y Filemón, ICC, p.78)

Como podemos “completar lo que falta” de las aflicciones de Cristo

Pienso que es exactamente lo que significan las palabras de Colosenses 1:24. Cristo ha preparado una ofrenda de amor para el mundo a través de su sufrimiento y muerte por los pecadores. No le sobra ni le falta nada- excepto una cosa, una presentación personal de Cristo mismo a las naciones de este mundo y a las personas de su entorno laboral. La respuesta de Dios a esta carencia es llamar al pueblo de Cristo (personas como Pablo) para presentar las aflicciones de Cristo al mundo entero- llevarlas desde Jerusalén hasta lo último de la tierra.

Haciendo esto estamos “completando lo que falta de las aflicciones de Cristo.” Terminamos con aquello para lo cual fueron diseñadas, es decir, una presentación personal a un mundo lleno de personas que no saben de su infinito valor.

Observe como Pablo expresa esto en el versículo 24: El dice que es a través de sus sufrimientos y de su carne- que es en realidad su cuerpo sufriente, que el hace su parte para completar las aflicciones de Cristo. Pablo ve una conexión muy estrecha entre sus sufrimientos y las aflicciones de Cristo. Lo que esto significa, a mi entender, es que Dios pretende que las aflicciones de Cristo sean presentadas al mundo a través de las aflicciones de su pueblo. La verdadera intención de Dios para el cuerpo de Cristo, la iglesia, es que experimente algo del sufrimiento que Él experimentó, de tal manera que cuando ofrecemos a las personas al Cristo de la cruz, ellos puedan verlo primeramente en nosotros. Haremos que las aflicciones de Cristo se vuelvan reales a las personas, por medio de las aflicciones que sufrimos cuando les presentamos a Cristo y vivimos en amor, como Él lo hizo.

“Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros…completando lo que falta de las aflicciones de Cristo.” Cristo quiere tener una presentación personal de sus sufrimientos en el mundo. Y la forma en que El se propone ofrecerse a sí mismo al mundo como uno que sufre por el mundo, es a través de su pueblo, que, al igual que Él, está dispuesto a sufrir por el mundo. Sus sufrimientos son completados en nuestros sufrimientos, porque en los nuestros, el mundo ve los Suyos, y así éstos tienen el efecto esperado. El sufrido amor de Cristo por los pecadores se ve en el sufrido amor de Su pueblo por los pecadores.

Pienso que lo que vemos en Colosenses 1:24 es la vivencia real de las palabras de Jesús en Marcos 8:35, “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” El camino de la salvación es el camino de “perder su propia vida por causa del evangelio.” El punto es que el llevar el evangelio a la gente (ya sea al otro lado de tu oficina ó al otro lado del vasto océano) generalmente requiere sacrificio y sufrimiento, la pérdida de la vida ó la negación de la misma. De esta forma Cristo da a entender que Sus salvíficos padecimientos deben ser llevados al mundo a través de los sufrimientos de su pueblo.

El gozo de Pablo en este llamado

Pablo nos dice que él se regocija en eso. Versículo 24: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros.” El camino del Calvario no es un camino exento de alegría. Es un camino muy doloroso, pero también uno profundamente gozoso. Cuando escogemos los placeres temporales de la comodidad y seguridad por encima de los sacrificios y sufrimientos de las misiones, el evangelismo, el ministerio y el amor, estamos eligiendo en contra del gozo. Estamos eligiendo las cisternas rotas que no pueden retener el agua y rechazamos el manantial cuyas aguas nunca faltan (Isaías 58:11).

Las personas más felices de la tierra son aquellas que conocen el misterio de Cristo en ellos, la esperanza de la gloria, que satisface sus más profundos anhelos y que se irradia para extender los sufrimientos de Cristo a todo el mundo, a través de ellos.

En este texto, Dios nos está llamando a vivir por la causa del evangelio, haciéndolo a través del sufrimiento. Cristo escogió el sufrimiento, éste no le vino por casualidad. El lo eligió como el único camino para crear y perfeccionar a la iglesia. Ahora él mismo nos llama a escoger el sufrimiento. Es decir, nos llama a tomar la cruz y seguirle en el camino del Calvario, a negarnos a nosotros mismos y hacer sacrificios en vista de presentar sus sufrimientos al mundo y de ministrar a la iglesia.

Acabo de escuchar una manera inolvidable de expresar esto mismo a través de Joseph Tson, un pastor y misionero Rumano. El dijo: “La cruz de Cristo fue para propiciación; la nuestra es para propagación.” Es decir, Cristo sufrió para llevar a cabo la salvación; nosotros lo hacemos para extender la salvación a otros. Nuestra disposición a soportar las adversidades por el bien de otros es la manera de completar las aflicciones de Cristo, porque por medio de ello, éstas se extienden y se hacen visibles a otros.

 * * * * *

La historia del misionero indígena de la India

Mientras estaba trabajando en un libro sobre misiones durante el mes de Mayo, tuve la oportunidad de escuchar a J. Oswald Sanders. Su mensaje estaba profundamente tocado por el sufrimiento. Con sus 89 años de edad, él todavía viaja y da charlas por todo el mundo. ¡Ha escrito un libro por año desde que cumplió los 70! Menciono esto sólo para regocijarnos por la entera dedicación de una vida derramada por el evangelio que dejó de pensar en su propia auto-complacencia desde los 65 años en adelante.

El contó la historia de un misionero indígena que andaba descalzo de un pueblo a otro predicando el evangelio en la India. Sus adversidades eran muchas. Después de un largo día, de un largo camino y de mucho desánimo, el entró a cierto pueblo y trató de predicar el evangelio, pero fue rechazado y expulsado fuera de esa ciudad. Así que, apesadumbrado se dirigió hacia las afueras de aquel pueblo y se recostó debajo de un árbol, y por causa del agotamiento se quedó dormido.

Cuando se despertó la gente rondaba a su alrededor y la ciudad entera estaba allí reunida esperando a que él les hablara. El jefe de ese pueblo le explicó que ellos vinieron a observarlo mientras él dormía. Cuando vieron las ampollas en sus pies llegaron a la conclusión de que debía tratarse de un hombre santo, y que ellos habían sido muy malos por haberlo rechazado. Ellos estaban realmente apenados y querían oír el mensaje que él les traía y por el cual él estuvo dispuesto a sufrir tanto.

De manera que el evangelista completaba las aflicciones de Cristo con esos hermosos pies ampollados.

La historia de un guerrero Masai llamado Joseph

Uno de los hombres con menos probabilidades de asistir a la Conferencia Evangelística Itinerante en Ámsterdam patrocinada por la Asociación Billy Graham, era Joseph, un guerrero Masai. Pero su propia historia le hizo ganar una audición con el mismísimo Dr. Graham. Su historia es relatada por Michael Card.[1]

Cierto día Joseph se encontraba caminando por uno de los tantos caminos calientes y sucios de África cuando se encontró con alguien que le compartió el evangelio de Cristo Jesús. En ese preciso momento el aceptó a Jesús como su Señor y Salvador. El poder del Espíritu comenzó a transformar su vida; estaba lleno de tal emoción y alegría que lo primero que quería hacer era volver a su propio pueblo y compartir esas Buenas Noticias con los miembros de su tribu local.

Joseph comenzó a ir de puerta en puerta, contándoles a todos como él llegó a conocer la Cruz (sufrimiento) de Jesús y la salvación que El ofrece, esperando ver cómo sus rostros se iluminarían de la misma forma como le sucedió a él. Pero, para su asombro, los habitantes de ese pueblo no sólo mostraron su indiferencia sino que le respondieron con violencia. Los hombres del pueblo se apoderaron de él y lo sujetaron contra el suelo mientras las mujeres lo golpeaban con trozos de alambre de púas. Luego lo arrastraron fuera del pueblo y lo dejaron morir en el desierto.

De alguna forma, Joseph logró arrastrarse hasta un charco de agua y en ese lugar, después de pasar días en los que estuvo a veces conciente y otras inconciente, halló las fuerzas para levantarse. Se asombró por la recepción tan hostil que había tenido de parte de aquéllos a quiénes conocía de toda la vida. Llegó a la conclusión de que se había olvidado de contarles alguna parte, ó que les había contado la historia de Jesús de forma incorrecta. Así que, después de repasar una y otra vez el mensaje que él primeramente había escuchado, decidió volver y compartir su fe una vez más.

Joseph caminó rengueando hasta el grupo de chozas de su aldea y comenzó a predicar a Jesús. “El murió por ustedes, para que pueda ser perdonados y así llegar a conocer al Dios vivo”, les imploraba. Una vez más los hombres lo tomaron por la fuerza y lo sujetaron mientras las mujeres lo golpeaban, volviendo a abrir las heridas que habían comenzado a sanarse. Nuevamente lo arrastraron inconciente fuera de la aldea y lo dejaron morir.

Haber sobrevivido la primera golpiza fue algo admirable. Pero haberlo hecho la segunda vez, fue un milagro. De nuevo, días después, Joseph despertó en el desierto, lleno de moretones, cicatrices- y decidido a volver.

Regresó a la aldea y ésta vez ellos lo atacaron sin darle oportunidad siquiera a que abriera su boca. Mientras lo azotaban por tercera, y probablemente última vez, él les habló nuevamente de Jesucristo, el Señor. Lo último que vio antes de desmayarse fue como mujeres que lo golpeaban comenzaban a llorar.

Esta vez, se despertó en su propia cama. Los que antes le habían golpeado brutalmente ahora estaban tratando de salvarle la vida y lo cuidaron hasta que recobró la salud. La aldea entera llegó a conocer a Cristo.

Este es un claro ejemplo de lo que Pablo quería decir cuando dijo, “Completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo.”

Existe algo que profundamente nos libera y afirma al saber que el llamado de Cristo es a sacrificarnos por causa del evangelio. Nos afirma para no estar con la guardia baja cuando éste llegue. Y nos libera para saber escogerlo cuando el amor nos llame. Esto comienza a liberarnos de esa increíble seducción de la prosperidad estadounidense.

Historia sobre una dádiva sacrificial en Haití

Es casi imposible para los norteamericanos llegar a un acuerdo con el elogio que da Jesús a la viuda que “de su pobreza, echó todo lo que tenía para vivir.” (Lucas 21:4). El en realidad la alaba. No la acusa de irresponsabilidad. El elogia su sacrificio hecho para Dios. Para poder ver desarrollarse este espíritu, es posible que tengamos que salir de los Estados Unidos e ir a otro lugar. Stanford Kelly nos da un ejemplo desde Haití.[2]

La iglesia estaba celebrando una fiesta de Acción de Gracias y a cada cristiano se le invitó a llevar una ofrenda de amor. El sobre de un hombre Haitiano llamado Edmund contenía 13 dólares en efectivo. Esa era la cantidad de tres meses de salario de un obrero en aquel lugar. Kelly estaba tan sorprendido como lo estarían quienes contabilicen, en los Estados Unidos, una ofrenda del domingo que llegara a los 6000 dólares en efectivo. Miró a su alrededor buscando a Edmund pero no lo encontró.

Más tarde, Kelly se reunió con él en el pueblo y lo interrogó. Lo presionó para obtener una explicación y encontró que Edmund había vendido su caballo con el fin de dar la ofrenda de $ 13 a Dios por el bien del Evangelio. Pero ¿Por qué él no había venido a la fiesta? Edmund vaciló y no quiso responder.

Finalmente dijo, “no tenía una camisa para ponerme.”

En estas semanas estamos viendo como Dios nos llama a prepararnos para sufrir…no sólo por los efectos morales de ser purificados y refinados; y no únicamente por ese factor intimidad que nos hace ir más profundo con Jesús y conocerlo mejor; sino también porque lo que falta a las aflicciones de Cristo debe ser completado por aquellos que llevan esos sufrimientos al mundo y muestran el amoroso sacrificio de Cristo a través de los amorosos sacrificios de Su pueblo.


  1. Michael Card, "Wounded in the House of Friends" ("Herido en casa de mis Amigos"), Virtud, Marzo/Abril, 1991, pp. 28-29, 69
  2. Norm Lewis, Priority One: What God Wants (Prioridad Uno: Lo que Dios Quiere) (Orange, California: Promise Publicaciones, 1998), p. 120

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