Meditación Funeraria para un Cristiano que se ha quitado la vida (1981)
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Suicidio
Traducción por Paula García-Jones
La siguiente es una meditación funeraria realizada por John Piper para un miembro de la Iglesia Bautista de Belén que se suicidó en 1981. Se ha eliminado la información específica de la persona en cuestión.
Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Y si estoy en lo cierto y de verdad existe un Dios todopoderoso y omnisciente que creó el universo, lo sostiene y lo guía hasta su gran punto culminante, entonces al menos una cosa es cierta: la extrañeza y el misterio en el mundo traspasarán nuestro acotado y escaso entendimiento. No existe ningún motivo para creer que Dios debería organizar el mundo según nuestras expectativas.
- Él es infinito; nosotros somos seres finitos.
- Él conoce todo lo que puede ser conocido; nosotros nos olvidamos hasta de nuestro propio número telefónico.
- Él es lo suficientemente fuerte como para controlar a las galaxias y nunca duerme; nosotros nos cansamos después de escasas horas de trabajo y nos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo.
- Su gloria es más grande que la de la Aurora Boreal, la Vía Láctea y el Gran Cañón del Colorado; pero nosotros debemos usar maquillaje, peinados de salón y zapatos brillosos.
Contenido |
El Misterio del Propósito de Dios
Existe una diferencia tan infinita entre Dios y nosotros que hay algo innegable: la manera en la que él maneja el mundo nos dejará frecuentemente confundidos.
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ó quién fue su consejero? (Romanos 11:33-34)
La Revelación del Propósito de Dios
Pero Dios no nos ha dejado en la absoluta ignorancia. Ha revelado algunos de sus propósitos por intermedio de su Hijo, Jesús, y a través de su palabra, la Biblia. De este modo, los propósitos generales y finales de Dios son revelados. Pero Dios nos ha encomendado que confiemos en él y en la extraña manera en que él procura lograr sus propósitos finales.
El Apóstol Pablo
Una de las historias más extrañas de la Biblia es la historia del gran apóstol Pablo que escribió casi la mitad de los libros del Nuevo Testamento. Durante su intensa vida, Pablo fue un gran hombre, más grande que cualquiera de nosotros.
Fue un hombre grande en la fe. Él dijo: “Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi confianza” (2 Timoteo 1:12). Para él, cada una de las circunstancias demoledoras en su vida eran un motivo para apoyarse aún más en Dios y menos en sí mismo (2 Corintios 1:9).
Pablo fue también un hombre grande en el amor. Oh, cuánto amaba a sus iglesias y dedicaba su vida no solamente para su propio beneficio sino para el bien eterno de su gente. Podía ser severo en su manera de expresarse o tierno como una nodriza que cuida de sus niños (1 Tesalonicenses 1:7; 2 Corintios 7:8). Pero todo lo que hacía y todo lo que decía era para “el gozo de su fe” (2 Corintios 1:24). Los amaba y hubiese dado su vida por ellos (Romanos 9:2).
Y Pablo era grande en la sabiduría. San Pedro dijo que todos los escritos de Pablo fueron producto de la sabiduría que Dios le otorgó (2 Pedro 3:15). Y el mismo Pablo debió reconocer que Dios lo había bendecido con conocimientos de la verdad divina que ningún otro ser humano conocía (1 Corintios 2:10-13). No existe escrito más profundo en la historia de la humanidad que la carta de Pablo a los Romanos. Él era un grande en la sabiduría.
Y por último, él era también grande en la libertad. Su bandera de lucha era: “En la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gálatas 5:1). Él estaba libre de culpa porque confiaba plenamente en el perdón de Cristo que adquirió en la cruz; estaba libre del temor y de la desesperanza porque creía en las promesas de Dios y tenía presente a la misericordia divina; estaba libre de hábitos pecaminosos esclavizantes: dijo: “Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Corintios 6:12). Era un hombre libre, aún en la cárcel.
Es posible, pues, que esto resulte desalentador ya que ninguno de los que estamos aquí reunidos tenemos la grandeza de San Pablo. Pero existen dos cosas extrañas acerca de la manera en la que Pablo obtuvo su grandeza. La primera es que Pablo no siempre fue grande. Él había sido un asesino, lleno de ira en contra de Dios y de la iglesia. La Biblia dice: “Respiraba aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1). No era un hombre de fe, ni de amor, ni de sabiduría ni de libertad. Estaba esclavizado por la ira y el odio porque sentía que el cristianismo amenazaba su vida. Es algo realmente sorprendente el que Dios haya elegido a un hombre como este como su principal portavoz en los inicios de su iglesia. Dios lo llamó y lo transformó. Pablo quedó tan conmovido que no probó bocado durante tres días. Luego pasó varios años alejado de su hogar para organizar su vida y gradualmente, surgió un hombre nuevo.
Esto es de por sí lo suficientemente extraño: que Dios haya elegido a un hombre como este. Pero lo más sorprendente e inesperado ocurre al saber que Dios ya había elegido a Pablo como apóstol desde que se encontraba en el vientre de su madre. Pablo dijo: “Me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia” (Gálatas 1:15). ¿Comprenden lo que esto significa? Dios lo eligió para la grandeza y luego le permitió que se convirtiera en asesino antes de llamarlo a su servicio. ¿Quién pudiera haber pensado en semejante manera de proceder? Sus métodos no son como los nuestros. ¿Por qué decidió actuar de este modo? ¿Por qué permitir que Pablo se convierta en un pecador de esas características antes de transformarlo y conferirle la grandeza?
Según la explicación del propio Pablo:
Yo soy el primero de todos los pecadores; pero por esto fui recibido a misericordia para que Jesucristo mostrase en mí, el primero entre los pecadores, toda su clemencia para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. (1 Timoteo 1:15-16)
Esto es realmente asombroso. Dios apartó a Pablo antes de que naciera; lo eligió para que se convirtiera en gran apóstol de Cristo; luego, le permitió que cayera presa del pecado e incluso que cometiera un asesinato (el “primero” entre los pecadores) durante años y décadas; y fue sólo después de todo ello que Dios obró poderosamente para convertir a Pablo en un hombre nuevo. ¿Por qué? Por nuestro bien, para que podamos ver con claridad que Dios tiene una paciencia incalculable capaz de transformar al primero entre los pecadores. Dios es rico en misericordia.
Dos enseñanzas
De lo anterior, se desprenden dos enseñanzas cruciales y una pregunta:
- Los caminos de Dios son misteriosos y debemos pensar dos veces antes de emitir juicio acerca de su amor y sabiduría.
- Existe una gran misericordia, tolerancia, paciencia y perdón en Dios. Todo aquel que confíe en Dios podrá ser transformado.
Una pregunta
Por último, la pregunta: ¿Qué le pasó a nuestra amiga? ¿Fue ella transformada cuando decidió poner su vida en manos de Dios? Tenemos motivos suficientes como para pensar que ella se encontraba en el camino de la renovación. No del cambio instantáneo, pero sí en el camino hacia el cambio. Las heridas del pecado no sanan con facilidad.
Pero luego vino el suicidio. Y en nuestra mente, persiste la pregunta: ¿Se encuentra a salvo con Cristo? ¿O es que el suicidio trae consigo la condena? Jesús tiene una respuesta para nosotros:
De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. (Marcos 3:28-29).
Existe sólo una cosa que hace que una persona no pueda ser merecedora de perdón: blasfemar contra el Espíritu Santo. Pero no se trata de un sólo acto ya que Jesús dice que todos los pecados y blasfemias de quienes lo sigan serán perdonados. No. La blasfemia en contra del Espíritu de Dios es maltratar al Espíritu resistiendo y rechazando su llamada al arrepentimiento de manera continua y persistente hasta la muerte.
No existe un solo pecado, ni siquiera el suicidio, que expulse a una persona del cielo hacia el infierno. Pero hay una cosa que sí merece dicha expulsión: el rechazo continuo del Espíritu de Dios. Nuestra amiga, según lo que tenemos entendido, abandonó su resistencia y aceptó el perdón de Cristo. El tipo de debilidad momentánea o nube pasajera de desesperación que la llevó a quitarse la vida continúa siendo un misterio. Pero nadie puede decir que su último acto sea imperdonable. Ni ningún otro acto que cualquiera de nosotros podamos cometer. Porque Jesús dijo: todos los pecados les serán perdonados a los hijos de los hombres siempre que abandonen su resistencia ante el Espíritu y busquen en Jesús su salvación.
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