Mi sueño de soltería
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Leanna Branner sobre Relaciones
Traducción por Adriana Blasi
Un himno para mujeres solteras
Como mujer en mis veintitantos años, sé que varias temporadas de soltería estarán cargadas muchas veces de desilusión y angustia. Deseo tener un marido y una familia cercana a mi corazón, pero también deseo aún más que Jesús esté cercano. Al final de mi vida, casada durante cuarenta años o soltera durante setenta, me gustaría que se dijera de mí, "ella era fiel a Jesús".
Casada o soltera, pertenecemos a otro.
Quizás mi estado civil en mi declaración de impuestos diga "soltera", pero eso no significa que no he sido reclamada. Yo sí le pertenezco a alguien. Y esto no implica que sea un ilusorio futuro cónyuge. Estoy hablando de Cristo. Soy suya.
Dado que fuimos comprados por la sangre de Cristo, no somos nuestros propios dueños (1 Corintios 6:19-20). No fuimos creados o salvados para este reino, sino para otro, un reino espiritual. Y en este reino, las personas no están casadas ni se van a casar, según expresó Jesús claramente. Aunque el matrimonio es hermoso y sagrado, no fuimos creados para una vida matrimonial terrenal llena de dicha. Esto debiera liberarnos para vivir grandes sueños en la soltería, mientras esperamos casarnos.
Fuimos creados para Cristo, para ser uno en Él. Él y yo, destinados el uno para el otro (Efesios 1:5-6). Es una pareja creada en el cielo, y para el cielo. Él es nuestro, y nosotros de Él. Y esta unión puede satisfacer todo otro anhelo. Aún si uno de los cónyuges fallece, nos abandona, desilusiona, o, para empezar, nunca aparece, tenemos una unión perfecta de gloria y gozo que nos espera y que sobrepasa cualquier tenue copia que pudiésemos disfrutar aquí por un corto periodo de tiempo.
La soltería es buena
Pablo era aparentemente soltero, al menos durante gran parte de su vida, y habló de su estado matrimonial en términos elogiosos. La soltería es buena, y es un don de Dios (1 Corintios 7:7-8). Puedo despertarme mañana confiada en que no estar casada es bueno para mí, y que además es mi llamado para ese día. Dios no nos da dones de segunda categoría. No es que le haya pedido pan a Dios para que solo me ofrezca una piedra a cambio (Mateo 7:9). No, la soltería y el matrimonio son dos dones diferentes, cada uno con sus desafíos y bendiciones, pero son igualmente buenos.
Elisabeth Elliot escribió:
Habiendo pasado a día de hoy 41 años de soltería, he aprendido que este estado es sin dudas un don. No es uno que elegiría. No es uno que muchas mujeres elegirían. Pero nosotros no elegimos nuestros dones, ¿recuerdas? Los recibimos a través de un Dador divino que distingue el fin del principio, y que, por sobre todas las cosas, quiere darse a sí mismo.
Sea lo que sea que los años venideros me ofrezcan, sé que Él me ha llamado hoy al don de la soltería, sin importar lo pesado que este don pueda sentirse algunos días. Cuando Dios nos da dones que no elegiríamos, también se ofrece de maneras que de otra forma no hubiésemos conocido.
Este mundo no es nuestro hogar
Aquellos que aún no se han casado anhelan el amor y un lugar que puedan llamar su hogar. Deseamos lo bueno y nuestro dolor es legítimo. Pero nos desilusionamos fácilmente con los tesoros temporales, olvidando que este sitio de heridas y cicatrices no es nuestro eterno hogar. Ningún matrimonio durará eternamente. Aún los mejores llegarán a su fin con la muerte. Esto implica que tanto casados como solteros deben centrarse en esta verdad:
de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran; y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran; y los que compran, como si no tuvieran nada; y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera. (1 Corintios 7:29-31, LBLA)
Pablo no está indicando a sus lectores que descuiden sus familias, sino cambiando nuestros paradigmas, preparándonos para vivir como peregrinos en un mundo destinado a la destrucción. Esto significa que los casados deberían vivir como si sus cónyuges no fuesen suyos para siempre, y los solteros deberíamos vivir como si no existiera un cónyuge para nosotros. Al final de los tiempos, aquí en la tierra, sólo sobrevivirá nuestra unión con Cristo.
La soltería es para ser devoto
Desde el apóstol Pablo hasta Elisabeth Elliot, en realidad todos dicen lo mismo. La soltería es para ser devoto, regirse por el evangelio y amar a Cristo.
“El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor... Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu”. (1 Corintios 7:32, 34)
Dios nos ofrece la soltería como una oportunidad para seguir a Cristo con ímpetu. Ser devoto no es un mero pasatiempo mientras aguardamos la llegada de alguien perfecto. No, esto es lo que hemos estado esperando. A Cristo. La Persona Perfecta ha llegado, y se ha entregado a sí misma. Hemos estado aguardando que llegase la felicidad, y aquí tenemos un amor que es más grande de lo que podamos comprender y una alegría mayor al sueño más disparatado.
Que se diga, que, como mujeres solteras nuestra mayor preocupación es agradar al Señor, y que nuestro mayor objetivo, es una devoción incondicional a Cristo. Que este sea el estandarte que sobrevuela el balance de nuestros días, nuestro único mantra, estemos casadas o solteras.
Fuiste elegida para disfrutar lo único que trasciende la belleza del matrimonio y que dura para toda la eternidad. Búscalo primero a Él y disfrutarás lo mejor de la soltería o el matrimonio, cualquiera que sea el don que Dios te ha concedido.
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