Mi sufrimiento no me ha definido
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Joni Eareckson Tada sobre Sufrimiento
Traducción por Ilduara Escobedo
Algo extraño sucedió cuando se corrió la voz de que tenía cáncer de mama en etapa III: comencé a recibir todas las cosas de color rosa. Colchas, ositos de peluche y camisetas rosas cubiertos con símbolos de cáncer de mama. Incluso cartas escritas con tinta rosa sobre papel rosado. Cada regalo me dio la bienvenida a un club especial. La hermandad de las guerreras del cáncer.
Mucho después de mi cirugía y tratamiento, cada vez que me encontraba con otras cristianas en la hermandad, inmediatamente conectaban conmigo como su compañera sobreviviente de cáncer. Si otras mujeres estuvieran entre nosotras, sentí que tenían que permanecer fuera de nuestro círculo íntimo de sufrimiento compartido. Felicité a estas sobrevivientes por estar libres de cáncer, pero eché un vistazo a sus broches de cáncer de mama y pensé, ¿alguna vez van a seguir adelante? ¿No hay un mejor tema de discusión que "has tenido tu examen anual de mamas?"
Escúchenme: mi intención no es menospreciar a nadie que haya sobrevivido a los duros rigores del cáncer de mama. Pero me pregunto si algunas de estas mujeres cristianas anhelan seguridad y un significado que sea más fácil de tocar que una fe cuya sustancia es meramente esperada y frustrantemente invisible, anhelando ser parte de algo que actualice la propia identidad. Aunque nunca menospreciarían a su Salvador, quieren algo más tangible que su nombre escrito en un libro invisible de la vida: ¿Quién soy yo? Mi telón de fondo es ser una cristiana, pero soy una guerrera, una sobreviviente de cáncer. Conóceme y respétame por eso.
Solo en Cristo
En cierto modo, entiendo la lucha. Mi tetraplejia clama constantemente por mi completa atención: vaciar la bolsa de la pierna, lidiar con el dolor, pedir ayuda, ajustar el corsé, cargar la silla de ruedas, buscar accesos y tomar ese lugar de estacionamiento para discapacitados antes de que lo haga otra persona. Este es mi mundo. Por otra parte, definitivamente no lo es.
Mi mundo, mi aliento y mi ser, mi identidad, están en Cristo y solo en Cristo. No me pertenezco; fui comprada con el precio de la sangre de Dios (1 Corintios 6:19–20). Satanás odia eso. Hará todo lo que pueda (usar mi silla de ruedas, mi notoriedad, mi ministerio, lo que sea) para alejarme de Cristo.
Por lo tanto, escucho la advertencia de Deuteronomio 11:16: "Cuidaos, no sea que se engañe vuestro corazón y os desviéis y sirváis a otros dioses, y los adoréis". ¿Estoy diciendo que mi ministerio con las personas discapacitadas o tu precioso Shih Tzu con su pequeño lazo es un ídolo? Si compiten por nuestra singular devoción a Cristo, entonces sí.
Colocando las cosas en su lugar apropiado
Se necesita la lucha y el fuego del Espíritu de Dios para no dejarse seducir por estas cosas. El apóstol Pedro dice que no hay provisión para la carne, porque estas cosas "combaten contra tu alma" (1 Pedro 2:11). Encontrar tu identidad, tu valor y tu estima en otra cosa que no sea Jesucristo es creer que tu distinguida carrera, tu mascota preciada, tus habilidades de crianza, tu valiente victoria sobre el cáncer y la tetraplejia, o tu pecado en sí mismo hace que la vida sea más significativa, rica, o satisfactoria. Pero cristiano, tu identidad nunca debe estar en cosas que compitan por espacio en tu corazón. No disminuyas el precio pagado por ti ni minimices tu adopción por parte de Dios.
Solo en Cristo encontramos júbilo, paz y significado asombrosamente satisfactorios. Cuando vivimos como si morimos en Cristo, nuestra carrera encuentra su equilibrio, nuestra mascota encuentra su lugar, nuestros hijos se benefician increíblemente y nuestras victorias sobre las pruebas se convierten en razones para hacer a Dios famoso y alegremente alabarlo ante los demás.
Dado que Cristo es la fuente de paz, júbilo, fortaleza y descanso, y en Él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro propio ser, podemos sentirnos seguros y apreciados cuando nos vemos a nosotros mismos "en Cristo". Jesús es un éxtasis incomparable. ¿Por qué lo suplantaríamos con algo menor?
¿Quién eres?
¿Quieres saber quién eres? “Tu vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Es como esas muñecas rusas pintadas a mano que se abren para revelar: ¡sorpresa! Otra muñeca dentro. Sácala, ábrela, y hay otra. Descubres que esto es divertido. Cada vez que alcanzas y sacas una nueva, estás seguro de que será la última. Pero no por mucho tiempo: la alegría continúa mientras disfrutas un deleite tras otro sobre todo lo que está escondido dentro.
Es una imagen vívida de despliegue y deleite en tu identidad. ¿Quién eres? Tú estás en Jesús y él está en el Padre. Entonces, comienza a abrirte a Cristo y - voilà - allí te encontrarás a ti mismo. Cuando te adentras en las capas de Jesús, te ves más a ti mismo, transformado por la misma disciplina de conocerlo mejor. "La Biblia nos dice quiénes somos y qué debemos hacer, pero lo hace a través de la lente de quién es Dios. El conocimiento de Dios y el conocimiento de uno mismo siempre van de la mano", dice Jen Wilkin.
Sigue el mandato de Colosenses 3:2–3, "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios." Todos los días participa activamente con el Espíritu Santo para conocer mejor a Cristo, para descubrir "lo que hay dentro". Cuanto más mires, más serás fascinado por su belleza, cautivado por su amor y vencido por las excelencias de su misericordia y gracia.
Haz alarde de tu identidad en Jesús y lleva a alguien más al Calvario, como él lo haría. Deja tu vida por los demás como lo hizo él. Aprecia la palabra de Dios como él lo hace. Lleva tu cruz diariamente de la manera que él lo haría. Reza como él lo hace. Adora al Padre como él lo hace. Sobre todo, pídele al Espíritu que exponga tus pecados que lo mataron. Perdió su vida para que puedas encontrar la tuya, así que comienza cada día pidiéndole a Dios que te muestre el "tú" que él diseñó para que seas. Porque tú eres un tesoro, escondido en él.
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