No Anulo la Gracia de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre La Gracia de Dios
Una parte de la serie Galatians: Broken by His Cross Healed by His Spirit
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
Gálatas 2:15-21
“Nosotros, que somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles, y que sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, puesto que por las obras de la ley nadie será justificado. Pero, si buscando ser justificados en Cristo también nosotros fuésemos hallados pecadores, ¿entonces Cristo es ministro del pecado? ¡De ningún modo! Porque si reconstruyo todo lo que destruí, yo mismo resulto transgresor. Pero en virtud de la ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; la vida, que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano”.
Cuando Pedro, Bernabé y el resto de los judíos se apartaron, para no compartir la mesa con los gentiles cristianos de Antioquía, porque no guardaban las leyes judías sobre los alimentos, Pablo reprendió a Pedro. Dijo que esa actitud obligaba a los gentiles a observar las leyes judías sobre alimentos, como un medio de completa aceptación de Dios y de la iglesia. Eso no estaba de acuerdo con el evangelio y era incompatible con las profundas convicciones de Pedro.
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La Teología y La Fe Compartidas
En los versículos 15 y 16. Pablo continúa su controversia con Pedro. En pocas palabras, lo que Pablo hace en los versículos 15 y 16 es demostrarle a Pedro (y a nosotros) que la teología y la experiencia de fe están consolidadas y que su actitud resulta contradictoria al sugerir que los gentiles (o judíos) tienen que observar las leyes sobre alimentos para poder gozar de una completa comunión con Cristo. Dice: “Nosotros que somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles, y que sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Jesucristo…” Presten atención a la palabra “sabemos” (“que sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley”). Allí está la idea de que Pedro y Pablo compartían la misma teología de la justificación por la fe. “Pedro, tu y yo sabemos, estamos de acuerdo, que la justificación no ocurre porque obramos para Dios, sino porque confiamos en que Cristo nos conceda la justificación sin limitaciones. Entonces, deja de actuar como si los gentiles tienen que hacer obras para Dios con el fin de estar bien con Dios”.
Un aspecto secundario de este versículo va a convertirse en algo crucial cuando lleguemos al versículo 17, por eso quiero que esto quede claro ahora. En el versículo 15, la palabra “pecadores” (“somos judíos…no pecadores de entre los gentiles”) se usa en un sentido limitado. Pablo no quiere decir que los judíos no sean pecadores, sino que los gentiles también lo son. Quiere decir que él y Pedro, como judíos kosher (que se alimentan según lo autorizado por la ley judía), no eran culpables de la negligencia notoria y constante de las leyes judías sobre los alimentos. Por otra parte, los gentiles entraban todos en la categoría de “pecadores” automáticamente, en el sentido de que ni conocían ni observaban los rigurosos requerimientos legales de la vida judía. Va a ser muy importante recordar que, en el versículo 17, el término “pecadores” (como en Lucas 7:34,37; 15: 1,2; Marcos 14:41; Lucas 24:7) puede no referirse a infractores, puesto que muchas de las leyes judías no están en vigencia. Por lo tanto, lo que Pablo dice, en la primera parte del versículo 15, es que él y Pablo fueron criados como judíos que observaban las leyes, no como gentiles que las descuidaban, pero ahora los dos, tanto Pablo como Pedro, “saben” que nadie puede obtener una posición justa ante Dios sobre la base del esfuerzo por observar las leyes. Por el contrario, Dios tomó el asunto en sus manos, envió a su Hijo a morir por nuestros pecados y llevó a cabo nuestra justificación en el Calvario, sin nuestra ayuda. Esa es la teología que Pedro y Pablo comparten, según la primera parte del versículo 15.
En su continuación, el versículo muestra que no solo comparten la teología sino también la fe “… también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, puesto que por las obras de la ley nadie será justificado”. El punto es este: Aunque, por naturaleza, somos judíos que observan la ley y no “pecadores” de entre los gentiles, aún los dos nos jugamos la vida por Jesucristo. Confiamos en ÉL. Hemos demostrado, no solo con nuestras mentes, sino con nuestras manos y con nuestras vidas que si tratamos de conseguir el camino al cielo mediante obras, fracasaremos. “Por las obras de la ley, ninguno será justificado” Dejamos completamente de tener esperanza en nosotros mismos; no encontramos ningún fundamento para la justificación en nosotros. Dios lo hizo todo con Cristo en la cruz. Creemos en eso. Confiamos en Cristo, no en nosotros o en nuestras obras. La consecuencia silenciosa del versículo 15 es: Pedro, como compartimos esta gloriosa teología y la reafirmamos con nuestra fe, no te atrevas a obligar a los gentiles a vivir como judíos. No te atrevas a insinuar que observar las leyes sobre los alimentos los muestra más dignos ante Dios.
¿Es Cristo Ministro del Pecado?
En el versículo 17, podemos ver la repetición del argumento que los judaizantes o los hombres de Jacobo (2:12) probablemente usaron contra Pablo. Tal vez ellos dijeron: Al alentar a los judíos para que abandonen las leyes de Dios (por ejemplo las que Pedro no observó al haber comido con los gentiles) y así comportarse como si fueran gentiles pecadores, estás haciendo de Dios el ministro del pecado. En el versículo 17 están las respuestas de Pablo: “Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro del pecado? ¡De ningún modo! Es absolutamente importante que se den cuenta de lo que Pablo admite y de lo que niega. Primero, admite que él, Pedro y otros judíos cristianos, no buscan la justificación a través de las obras de la ley, sino solo por medio de Cristo. Segundo, también admite que al hacerlo se convierten en “pecadores”. Acá es donde debemos recordar el significado limitado del término “pecadores” del versículo 15. Pablo quiere decir que cuando un judío confía en Cristo para ser justificado, se libera de las reglas ceremoniales judías y, si así lo elige, puede abandonar las reglas sobre los alimentos y así comer con los hermanos y hermanas gentiles. Los judaizantes llaman “pecadores” a los que viven de esa manera. Por lo tanto, Pablo acepta este término en ese sentido limitado. Sí, somos “pecadores” en este sentido. Eso es lo que él admite.
Pero niega enfáticamente que esto convierta a Cristo en ministro del pecado. ¿Por qué? Porque no es pecado ser un “pecador” en este sentido. No es pecado liberarse de las leyes ceremoniales judías para comportarse con amor con los gentiles cristianos. No es pecado dejar de depender de las obras. Cristo no está al servicio del pecado, sino de la libertad. Libertad para Dios, libertad para el amor. Esa es la respuesta de Pablo a los judaizantes. Sí, Cristo nos libera de las obras de la ley. En consecuencia, no, Él no es el ministro del pecado.
Lo Que Pablo Destruyó
En los versículos 18-20, Pablo ratifica su respuesta. El versículo 18 comienza con la palabra “porque”, en griego (RSV (Versión Revisada Estándar “Pero”, NIV (Nueva Versión Internacional) lo omite, NSBA (La Nueva Biblia Estándar Americana) y KJV (Versión King James) “Porque”), del argumento de Pablo, sobre la razón por la cual Cristo no está al servicio del pecado por liberarnos de la dependencia a la ley. “Porque si yo reedifico sobre lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor” ¿Qué había destruido Pablo según el versículo anterior? Está claro, ¿verdad? Al buscar ser justificados en Cristo, Pablo había destruido la ley como medio de justificación. Pero cuidado, la ley de Moisés nunca enseñó que la justificación era mediante obras. Pablo no destruyó la ley que Moisés predicaba, sino la manera en que la usaban muchos fariseos.
Se puede ilustrar de esta manera: Originalmente la ley de Dios era como una vía férrea que dirigía el curso de la obediencia de Israel. El motor que conducía a una persona por el carril era la gracia de Dios, el poder del Espíritu. La unión entre nuestro vehículo y el motor era la fe, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento la salvación era por la gracia, a través de la fe, por el carril de la obediencia (o santificación).
Pero esta forma de santificación es tan poco halagadora para el ego humano (puesto que Dios tiene que hacer todo por nosotros) que nunca ha sido muy popular. Los fariseos y muchos otros judíos (como mucha gente en la actualidad) hicieron algo maravilloso. Tomaron la vía férrea- los rieles, los acoplamientos, los vástagos, todo- la levantaron, la apoyaron contra las puertas del cielo y la convirtieron en una escalera para subir. Esa es la esencia del legalismo. Hacer de la ley una larga fila de escalones, los cuales usamos para demostrar nuestra aptitud moral para alcanzar el cielo. Mientras que los rieles están sobre el suelo, algunos de los lazos ceremoniales se pueden arrancar de debajo de los rieles sin arruinar el carril. Como escalera, a cada grada se le debe dar mucha importancia, o no podremos subir la siguiente.
Esta escalera es lo que Pablo destruyó. El destruyó el mal uso de la ley. En el versículo 18, Pablo dice: “Si reedifico sobre lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor”. Se transgrede la ley de Dios cuando se trata de erigir la ley como una escalera al cielo, para demostrar la aptitud moral y así lograr la salvación. Por lo tanto la conexión entre los versículos 17 y 18 es la siguiente: Cuando Cristo nos lleva a confiar en Él para obtener la justificación en vez de confiar en nuestros esfuerzos por observar la ley (subir), no significa que esté al servicio del pecado, pues lo que hace que una persona sea verdadera transgresora de la ley no es abandonar sus estatutos ceremoniales, sino la horrible prostitución de la ley de Dios, por la cual una vía férrea de gracia se convierte en una escalera de obras. La transgresión en contra de Dios es suponer que se puede subir por la escalera de la moralidad y así obtener su gracia.
El versículo 19 le da un respaldo adicional al versículo 18 (noten el término “porque”). Pablo dice: “Porque en virtud de la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. Si uno tiene que morir a la ley para vivir para Dios, entonces tratar de reconstruir la ley es claramente una transgresión. Esa es la conexión entre los versículos 18 y 19. El versículo 19 puntualiza en forma asombrosa que mientras se trate de ganar el camino hacia Dios mediante obras en virtud de la ley, no se puede tener una relación íntima con Dios. Cuanto más se quiera uno acercar a Dios por las obras, más se lo aleja. En la religión hay dos posibilidades: se puede entender nuestra aptitud, como mandato de Dios, y la escalera de la ley o la falta de habilidad, como mandato de Dios, y el legado de la justificación por la fe. Pablo había aprendido por su larga experiencia respecto a la ley que para vivir en comunión íntima con Dios y tener su poder, simplemente tenía que abandonar el legalismo y morir. La manera de ser que hace alarde de la habilidad para subir escaleras, debe morir.
La Vida después de Morir a la Ley
El versículo 20 nos aclara como es esta experiencia de morir a la ley y vivir para Dios. “Con Cristo he sido crucificado, ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mi; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí”. ¿Qué significa ser crucificado con Cristo? Creo que significa lo siguiente: Primero, que la espantosa muerte del todo glorioso, inocente y amadísimo Hijo de Dios por mis pecados es la acusación más radical de mi desesperanzada situación que se pueda imaginar. La crucifixión de Jesús es la exhibición pública de mi naturaleza infernal. Segundo, cuando veo esto y creo que Él realmente murió por mí, entonces mi antiguo ego orgulloso, que gusta exhibir su poder al subir las escaleras de la moralidad, intelecto, belleza y osadía, muere. La autosuficiencia y la autoestima no pueden vivir al pie de la cruz. Por lo tanto, cuando Cristo murió, yo morí.
¿Qué permanece entonces? El versículo 20 lo expresa de dos maneras: Primero, “Cristo vive en mí”. Cristo permanece. Resucitó de entre los muertos y asumió el control cuando la vida de orgullo e independencia murieron. El impresionante gran misterio del evangelio es “Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (Colosenses 1:27) Hermanos y hermanas: esto significa convertirse. Un cristiano no es una persona que cree en las enseñanzas de la Biblia. ¡Satán cree en las enseñanzas de la Biblia! Un cristiano es una persona que murió con Cristo, cuyo cuello rígido fue quebrantado, cuya descarada frente fue destrozada, cuyo corazón de piedra fue aplastado, cuyo orgullo fue aniquilado y cuya vida es gobernada ahora por Jesucristo. “No soy más yo el que vivo, sino Cristo que vive en mí”.
El versículo 20 también lo expresa de esta forma: “Y la vida que ahora yo vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí”. Hay un nuevo “Yo”- Yo vivo aún. Pero miren quien es. No es más un “Yo” que anhela la autosuficiencia, la autoestima, la independencia, la exaltación de sí mismo. El nuevo “Yo” aparta la mirada de sí mismo y confía en el Hijo de Dios, quien demostró su amor y su poder en el Calvario. Desde el momento desde que nos despertamos en la mañana hasta el momento en que nos dormimos en la noche, el nuevo “Yo” de fe se desespera y busca en Cristo protección, motivación, coraje, instrucción, habilitación para caminar en gozo, paz y justicia. ¡Qué gran manera de vivir!
A los judaizantes que dijeron que Pablo hace de Cristo un ministro del pecado porque destruye la escalera de la ley, Pablo les responde: ustedes que están tan preocupados acerca del honor de Cristo, solo piensen lo que hacen de su cruz cuando levantan la ley como una escalera de justificación. Como dice el versículo 21, “Si la justificación viene por medio la ley, entonces Cristo murió en vano”. No, yo no hago de Cristo un ministro del pecado, sino que ustedes hacen de Él un ministro de la insensatez. Mi decisión es estar bajo la cruz de Jesús. Yo no anulo la gracia de Dios.
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