No dejes de orar por tus hijos
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Crianza de los Hijos
Traducción por Ada Asencio-Ovalle
Hace varios años atrás, escribí un artículo en el cual sugería siete cosas por la que los padres pueden orar para sus hijos. Yo, personalmente, aún las encuentro útiles. Sin embargo, al hacer estas sugerencias, incluí un delimitante:
- Por supuesto, las oraciones no son conjuros mágicos. No se trata de solamente decir las cosas correctas y así nuestros hijos serán bendecidos con éxito. Algunos padres oran fervientemente y sus hijos se vuelven líderes, estudiantes, músicos o atletas talentosos. Otros oran fervientemente y sus hijos desarrollan una discapacidad o enfermedad seria o deambulan por un desierto prodigal o simplemente batallan más que otros social, académica o atléticamente. Y la verdad es que Dios está contestando todas estas oraciones de los padres, pero para propósitos muy diferentes.
Mientras más tiempo pasa, más crucial se vuelve este delimitante para mí. Mientras más tiempo dedico a las escrituras, más leo historia y mas observo conforme voy creciendo, coloco menos confianza en mis percepciones de como las cosas parecen ser en cualquier momento dado.
Contenido |
Confiar en Dios, no en mis percepciones
He vivido lo suficiente ahora para haber visto un número de movimientos surgir y decaer dentro del evangelismo. He visto numerosos líderes levantarse y caer. He visto entusiastas veinteañeros con un comienzo sólido y fuerte convertirse en treinta o cuarenta y tantos, desilusionados espiritualmente, flaquear, algunos abandonando su fe totalmente. Y he visto jóvenes con falta de interés en lo espiritual y en algunos casos depravados, convertirse en adultos maduros y animados espiritualmente.
También he estado muy cerca de muchos padres que han criado a sus hijos hasta la adultez. He visto a hijos de padres fieles y de oración, rechazar la fe de sus padres y he visto a hijos de padres infieles, abrazar a Cristo y seguirlo a pesar del profundo dolor que han experimentado. Esto no me ha hecho escéptico de la fidelidad en la paternidad, pero me ha hecho menos dado a fórmulas.
Y tal vez, más que todo eso, también me he observado a mí mismo pasar a través de varias etapas en mi propia vida. He tenido etapas cuando estuve lleno de fe y entusiasmo y etapas de desanimo cuando fui “hombre de poca fe” (Mateo 6:30). He superado etapas de depresión oscura e incluso crisis de fe. Ya en la edad media, una cosa que sé acerca de mi es que estoy “sujeto a las debilidades: (Hebreos 5:2). Puedo dar testimonio que Dios ha sido constantemente fiel con respecto a su palabra, aunque yo frecuentemente no es sido fiel en confiar en él.
Si, he aprendido que puedo confiar en Dios, pero regularmente no puedo confiar en mis percepciones. He aprendido- o más preciso, estoy aprendiendo- a no asumir mucho cuando se trata de seres humanos, incluyéndome a mí. Jesús puso el ejemplo, porque “Jesús mismo no se fiaba de ellos [las personas]…pues él sabía lo que había en el hombre (Juan 2:24–25).
Esta es una lección invaluable cuando se trata de orar por mis hijos.
La paternidad me empujo a la oración
Soy padre de cinco maravillosos seres humanos. Ellos son maravillosos para mí, no porque sean prodigios de quienes pueda alardear, sino que, porque son seres humanos, “obra formidable y maravillosa” creada por Dios a través del proceso histórico indescifrable y legado genético de innumerables generaciones de humanos formidables y maravillosos— del cual mi esposa y yo somos los más recientes contribuyentes (Salmos 139:14). Algunas veces, solo me detengo y los observo, asombrado por lo que, y quienes son, muy aparte de lo que hacen.
Ellos son por mucho sus propias personas, muy diferentes cada uno del otro y de sus padres. Tienes temperamentos únicos, fortalezas y debilidades únicas, intereses y proclividades únicos.
Como la mayoría de los padres jóvenes, mi esposa y yo comenzamos nuestra travesía por la paternidad con la suposición casi inconsciente de que si ejercíamos la paternidad “correctamente” nuestros hijos aceptarían todo lo que nosotros adoptamos sin toda la lucha y el dolor y los cuestionamientos por los que nosotros pasamos para adoptarlo. Aunque si me hubieras preguntado específicamente eso en aquel entonces, lo hubiera negado, en teoría, porque conocemos bien. Simplemente fue difícil evadir ese optimismo antes.
La paternidad me ha hecho significativamente humilde. Pienso que mis debilidades y limitaciones están mas claramente expuestas en la paternidad. El efecto neto que esto ha tenido es que me ha hecho menos confiado en mis habilidades y esfuerzos y mas dependiente de, sentir más desesperación de que el poder de Dios haga en mis hijos lo que ha hecho por mí —una obra de gracia que sé que mis propios padres podrían decir que ocurrió a pesar de sus debilidades y limitaciones.
Dos de mis hijos se han lanzado a su adultez independiente y tres están en sus años de adolescencia. Al pasar de los años, he visto muchas formas de altibajos y corrientes. Han vivido en la misma casa con los mismos padres, quienes han vivido su fe delante de ellos de la misma manera. Han asistido a las mismas iglesias y, aún así, cada uno está caminando sus caminos espirituales a su propio y único ritmo.
Pide, busca, llama
Y aquí es en donde la fe de los padres es probada. Claro que nosotros queremos que nuestros hijos amen al Señor Jesús, la Perla de gran precio, con todo su corazón, alma, mente y fuerza y que amen a su prójimo como a sí mismos (Mateo 13:45–46; Lucas 10:27). Nosotros deseamos que ellos experimenten esto lo más pronto posible.
Pero no sabemos cuál es la mejor forma para cada uno de ellos de aprender esto. No conocemos los propósitos o su orden en el tiempo para revelarse a nuestros hijos. Tampoco tenemos permitido fisgonear en el misterio de la soberanía de Dios en la elección en lo que se refiere a nuestros hijos. (Romanos 8:29–30).
Pero todo lo que he observado y experimentado en la Escritura y en la vida me enseña dos cosas: Puedo confiar en Dios y no en lo que yo creo que veo en cualquier momento dado, lo que significa que lo que pareciera motivador para mí ahora, bien pudiera cambiar en el futuro y lo que parece desmotivante para mi ahora, bien pudiera cambiar en el futuro. Entonces, apoyo más que nunca lo que escribí en el artículo:
- Entonces, ora por tus hijos. Jesús nos promete que, si pedimos, buscamos y llamamos, el Padre nos dará lo que pedimos (Lucas 11:9–13), incluso que lo bueno no sea aparente por cuarenta años.
La última frase me recuerda la historia de conversión de Peter Hitchens (Peter es el último hermano de Christopher Hitchens). El cuenta como a los 15 años se deshace de lo que había visto como cadenas de una fe religiosa y adoptó el ateísmo fervientemente, quemó su biblia públicamente para anunciar su liberación. Luego vino el entendimiento lento e inesperado, ya en la adultez madura, que lo que una vez pensó era atadura, era en realidad libertad; lo que una vez pensó como liberación, de hecho, era atadura y lo que una vez pensó como ignorancia oscura, era en realidad luz. Dudo que cualquiera que conoció al joven adulto, Peter Hitchens, vio eso venir.
No te desanimes
Por eso no dejemos de orar por nuestros hijos. Este ministerio de intercesión es un llamado de por vida. No debemos asumir demasiado cuando se trata de seres humanos. Si nuestros hijos están viviendo y actuando bien espiritualmente, no quiere decir que están fuera de peligro. Si están viviendo y no actuando bien espiritualmente, su historia no ha terminado. Por eso, en todo tiempo “oremos… y no desfallezcamos” (Lucas 18:1).
Dios es fiel. El nunca incumplirá su palabra. Seamos fieles a su llamado y seamos fieles a nuestros hijos pidiendo a Dios por ellos continuamente. El no permitirá que dicho trabajo, no importando los resultados que determine en su sabiduría, sea en vano (1 Corintios 15:58).
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