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English: I Can’t Do This, God

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Julieta Liendo


Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es (1 Corintios 1:27-29).

¿No me crees? Echa un vistazo a la siguiente lista de dones que Dios concedió a lo largo de la historia:

Sabemos que a Dios le encanta usar nuestra debilidad y quebrantamiento. Esto podría sonar motivador en una historia bíblica o en una biografía misionera. Incluso podríamos enseñar o predicar esto a otras personas. Pero cuando se trata de nuestras propias aptitudes, Dios quiere resaltar nuestras propias debilidades y esto es casi siempre una sorpresa que no agrada y desconcierta un poco. Es por eso que nosotros, tanto como Moisés, a veces deseamos que Dios elija a otra persona para la tarea.

Pero Dios tiene un plan perfecto para ese designio. Una vez que seamos capaces de abrazarlo, nuestras debilidades se convertirán en fuente de alegría, no de vergüenza.

Contenido

Señor, envía a otra persona

Moisés fue otra de las extrañas elecciones que hizo Dios. ¿Qué aptitudes había pensado Dios para el Líder del Éxodo de Israel y el Profeta más importante de la Antigua Alianza? Será un miembro judío de la realeza egipcia (Éxodo 2:10), cometerá un asesinato importante (Éxodo 2:12, 15), vivirá a escondidas como un pastor de ovejas durante cuarenta años (Éxodo 2:15, 7:7), y será un orador público indigente (Éxodo 4:10).

La historia de Moisés es inspiradora, pero necesitamos realmente ponernos en su lugar, justo en frente de esa zarza que ardía en fuego. ¿Te hubieras sentido preparado para enfrentar al Faraón y pedirle que liberen a todos sus trabajadores esclavos? Moisés realmente no se sentía preparado. Tenía una lista larga de objeciones contra las decisiones que Dios tomaba (Éxodo 3:13-4:12). Y cuando Dios no hizo nada, Moisés finalmente salió y le dijo: “Perdóname, Señor, encomienda a otro esta misión” (Éxodo 4:13).

Por favor encomienda a otro esta misión. Esta es una respuesta miedosa de alguien que no solo siente, sino que sabe que es demasiado débil para hacer lo que Dios tiene pensado. Sí, es una respuesta sin fe, pero es acertada: Moisés no podría llevar adelante el plan de Dios si solo confiara en sus propias fuerzas. Temblar ante semejante plan de Dios también es acertado.

¿Alguna vez te sentiste así? Realmente sí. De hecho, me siento así ahora en mi madurez que cuando era más joven, ya que soy mucho más consciente cuáles son mis debilidades y limitaciones. Mi currículum consta de errores que he cometido en el ministerio y en mi familia, y en gran parte fueron porque confié en mi propia sabiduría y capacidades. Eso se llama falta de fe, pero realmente me identifico con Moisés que vagaba por las tranquilas colinas de Horeb con su rebaño en vez de aceptar lo que Dios le pedía.

Señor, estoy convencido de que existen personas que están más capacitadas que yo para [intención]. Preferiría estar seguro en la oscuridad.

Clasificar nuestras debilidades.

Con una respuesta así, por más entendible que sea, se pierde un punto importante. Dios nunca nos da tareas de Su reino para que las concretemos con nuestras propias fuerzas. No importa si somos llamados a enfrentar al Faraón o a amar al prójimo lo suficiente como para compartir el evangelio con él, nadie puede hacer lo que Dios hace: tener misericordia del que Él quiere o endurecer al que Él quiere (Romanos 9:18). De Dios es el poder (Salmo 32:11). Y a menos que sea Dios quien obre en nosotros “el querer y el hacer, conforme a su designio de amor”, todo nuestro esfuerzo será en vano (Filipenses 2:13).

Si no nos sentimos un poco incapaces cuando Dios nos pide que hagamos algo, no estamos siendo realistas. Pero cuando se trata de hacer algo que intente mostrar la gloria de Dios, anunciar Su reino y su palabra a este mundo tan endurecido, ganar y salvar a todo aquel que está perdido, guiar almas, dar batalla al maligno, y mortificar nuestros pecados que permanentemente están presentes, “Y para estas cosas ¿quién está capacitado?” (2 Corintios 2:16).

Nuestras debilidades son necesarias para Dios por esa misma razón: para que nosotros y el mundo seamos conscientes de que no somos lo suficientemente fuertes como creemos ser. Dios puso su “tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Corintios 4:7). Nuestras debilidades, aquellas cosas que nos avergüenzan y deseamos no tener que luchar, aquellas cosas que queremos esconderle al mundo, aquellas cosas que nos hacen pedirle a Dios que envíe a otra persona para hacerlas, aquellas debilidades son una parte muy importante en nuestra misión. Son parte del plan de Dios para revelarse al mundo. Es a través de nuestras debilidades, más que nuestras fortalezas, que Dios manifiesta Su existencia y recompensa a todo aquel que confía en Él y lo busca (Hebreos 11:6).

Alegría en nuestras debilidades

Todos sabemos que Pablo tenía muchas fortalezas que eran admirables y sin embargo él entendió esta profunda verdad y fue al lugar donde finalmente pudo decir:

Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9-10). </dd>

No pienses esto como si viniese de alguien muy talentoso que está exento de toda clase de debilidades humillantes que nosotros los mortales tenemos que soportar. Probablemente apenas podamos entender cuán expuestas estuvieron las debilidades de Pablo y cuántas carencias aparentemente imposibles, los desaciertos y los intentos fallidos que realmente experimentó. Lo que sí sabemos es lo que Jesús dijo justo después de su conversión: “Yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre” (Hechos 9:16).

Los sufrimientos y las debilidades de Pablo no fueron represalia por parte de Dios porque él había perseguido a los Cristianos. Jesús ya había pagado por eso. Más bien, eran el camino para que Dios revelara Su fuerza al mundo, tanto así que Pablo se convirtió en un fanático de todo aquello que lo hacía parecer débil. Porque fue en sus debilidades que las personas veían que su única fuerza provenía de Dios.

¿Por qué eres débil?

Nuestras debilidades, quizás más que nuestras fortalezas, nos ponen en el lugar que Dios quiere para que sirvamos en Su reino. Y nada nos enseña más a depender de la oración como la desesperación que llega cuando tenemos que hacer algo que no podemos hacer sin Dios.

Las personas se asombran con la cantidad de fortalezas humanas. Pero solo Dios se asombra con una fortaleza humana: una fe sólida. Porque la fe depende de la fuerza de Dios. Por eso, cuando Dios nos llama para ocupar diferentes lugares en Su reino, se asegura de que haya muchas ocasiones para exponer nuestras debilidades. Cuanto más entendamos el porqué, muchas más oportunidades como estas se convertirán en fuente de alegría y no en vergüenzas.


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