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Por Ligonier Ministries Staff sobre La Encarnación
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Javier Matus


“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14).

- Hebreos 2:14-15

Al desarrollarse la epístola a los Hebreos, el autor nos dice que Jesús, en lo que concierne Su naturaleza humana, tiene el mismo origen que Sus hermanos. Lejos de ser un Salvador que está completamente apartado de su pueblo, Jesús el Mesías comparte nuestra humanidad común con toda su dignidad original.

Para que no haya ninguna duda sobre esto, 2:14 hace explícito lo que está implícito en las anteriores citas del Antiguo Testamento. Jesús, al igual que los hijos que Él santifica (2:11), participó de carne y sangre. Jesús libremente escogió asumir nuestra humanidad e identificarse con nosotros. Aquí tenemos una clara enseñanza sobre la Encarnación. Lejos de ser una doctrina que sólo se encuentra en el evangelio de Juan, la enseñanza de que el Hijo de Dios se encarnó también se enseña aquí, y en el resto de los escritos apostólicos (por ejemplo, Fil. 2:7-8; Hechos 20:28; 2 Pedro 1:1).

La encarnación no se realizó con el propósito de dar homenaje a la gloria y el valor de la humanidad. Sin duda, la humanidad posee una gran dignidad porque el hombre fue creado a imagen de Dios. Sin embargo, debido a la caída, esta imagen fue rota, y ahora en el mejor de los casos sólo es un pálido reflejo de lo que debería ser. Por causa de esto, Cristo se encarnó no para pagar tributo a la imagen, sino más bien para rescatarla. Los versículos 14-15 nos dicen que Cristo participó de nuestra naturaleza para que mediante Su muerte pudiese conquistar al que tenía el poder de la muerte y liberar a los que estaban sujetos a servidumbre de por vida por causa de su esclavitud.

Nosotros somos los que estuvimos sujetos a la servidumbre. Temíamos a la muerte física, porque sabemos que es el justo castigo por el pecado. Incluso más que eso, temíamos a la muerte segunda: el castigo eterno que sabemos que está llegando a todos los que han pecado contra el Dios infinito.

Cristo nos ha liberado de esta servidumbre. Su expiación en nuestro lugar y de parte nuestra destruyó al diablo y al poder de la muerte que tenía sobre nosotros. Durante un tiempo, Dios le da a Satanás poder sobre la muerte a fin de que pueda ser ejercido sobre aquellos que se unen a Satanás en rebelión. En Jesús, Dios quita ese poder. En la cruz, Jesucristo destruyó a Satanás y ahora libera del poder de Satanás a todos aquellos que son atraídos a Él en la salvación. No debemos temer a la muerte porque Jesús ha vencido al que la utilizó para esclavizarnos, y Él algún día eliminará sus efectos por completo de aquellos a quienes vino a salvar.

Coram Deo

Los cristianos sabemos que Cristo ya ha destruido al diablo y al poder de la muerte que tenía. Debido a esto, sabemos que la muerte física un día también será eliminada. Dé gracias a Dios por Su victoria sobre el diablo y recuerde que los que siguen a Cristo no tienen qué temer a la muerte porque Él nos ha librado de ella.

Pasajes para Estudio Adicional

Job 19:25
Isa. 53:4-12
Juan 11:25
Col. 2:13-15
Ap. 21:1-4


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