Observa a los padres y ve a Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Dan Doriani sobre Familia
Traducción por The Gospel Coalition
Si quieres una imagen del amor sacrificial del Dios incondicional, observa el cuidado de los padres por los bebés en sus primeras semanas de vida. Un niño no hace, no puede, hacer nada por sus padres. No pueden ni siquiera darles una sonrisa. Una bebita es un manojo de necesidades, demandas e interrupciones que eliminan una vida normal. Aun así, miramos los ojos de los padres y encontramos una mirada de amor incondicional. Ellos alimentan, cambian, sostienen y confortan a un bebé que no ha hecho nada ni hará nada por ellos. Pero, ¡cómo los aman! No hay mejor imagen del favor inmerecido de Dios dado libremente. Juan dice, "Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios . Y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a El" (1 Juan 3:1).
Si el bebé llora o se enferma, ¿se convierte la bondad de los padres en enojo hacia ellos? No, ellos lloran las lagrimas de sus hijos y les ayudan. En esto nos parecemos a nuestro Padre que está en los cielos. Pero Él constantemente demuestra el amor que nosotros demostramos por momentos. El Salmo 103 nos dice, "Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le temen" (Salmo 103:13). De esta manera Dios ha escrito pedacitos de su evangelio y gracia en nuestros corazones.
Pero hay más. Génesis 1:27-28 dice, "Dios creó al hombre a imagen Suya... Dios los bendijo y les dijo: "Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla".
Muchos teólogos creen que llenar la tierra y someterla es un elemento de nuestra vida a la imagen de Dios. Él gobierna todo y nosotros reflejamos eso, vivimos según su imagen, cuando gobernamos el mundo como Él lo haría. En Génesis 1, el Señor comienza a llenar la tierra con plantas y animales, entonces nos pasa la tarea a nosotros. Los animales llenaron la tierra a través de un instinto ciego de reproducirse. Pero Dios nos hizo a su imagen, y nuestra actividad de llenar la tierra es racional, moral, y creativa. Nosotros podemos (parcialmente) imitar la productividad ordenada del Dios santo. El Señor eligió darle vida a la humanidad, y, de manera limitada, nosotros también podemos. Sin dudas, Dios habla y así ocurre, mientras actuamos y esperamos a ver qué pasa. No obstante, parejas pueden decir, "tengamos un bebé" y actuar en su determinación. Frecuentemente, dentro de un año o dos una joven pareja tiene un bebé.
Nos damos cuenta de que Dios pudo haber diseñado a los seres humanos para reproducirse impersonalmente como amebas, o peces o helechos. Él eligió darnos la capacidad de decir "vamos a hacerlo", es decir, "vamos a traer vida a este mundo juntos". Se nos ha concedido una capacidad semejante a Dios. A lo sumo, oramos y planeamos comenzar una vida que dure para siempre. Como el Padre, tenemos la intención de rociar esa vida con amor, guianza y gracia. Dando lo mejor, nosotros, como Jesús, nos damos a nosotros mismos, nos vaciamos y vemos a nuestros hijos crecer en madurez. En todo esto reflejamos el carácter de Dios. A veces sospecho que esto es lo más parecido a Dios que una pareja casada puede hacer: tener un bebé, por diseño, y cuidar de ese bebé, con placer, cuando (especialmente al inicio) el bebé no puede darte nada en retorno.
Sofonías 3:17 dice, "El SEÑOR tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; se gozará en ti con alegría". Podemos aplicar esta enseñanza a los padres también. Como Dios, nos regocijamos en los niños "en medio nuestro" incluso cuando nos dan problemas y nos entristecen. Como nuestro Padre se goza en nosotros, nos gozamos cuando nuestro pequeño comienza a sonreír. Damos gracias cuando nuestro bebé descubre el mundo, cuando ve a su primer cachorro, cuando ve los primeros copos de nieve del árbol de navidad que danzan en sus ojos. El más mínimo progreso nos agrada, sus fervientes pero vacilantes acrobacias, el balbuceo de los nombres de la familia. De manera similar, nuestro Padre toma placer en nosotros, en nuestra relación con Él y en los pequeños pasos que damos hacia la madurez.
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