Pasa tiempo a solas con Dios

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English: Get Alone with God

© Desiring God

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Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Jeannette Blanco

La vida cristiana es más que solo "Jesús y yo". Pero no es menos.

Seguramente, muchos cristianos modernos individualistas aún necesitan despertar a las profundas recompensas de estudiar y vivir las Escrituras en comunidad. La palabra de Dios desafía y reprende nuestro individualismo posterior a la Ilustración, página tras página, desde el principio, desde la familia de Abraham y la nación de David, a través de los altibajos del testimonio profético, y en la vida de Cristo y su iglesia.

La dinámica corporativa en la vida cristiana es vital y, afortunadamente, un creciente coro de voces en esta generación se está uniendo al antiguo versículo de Hebreos 10:25, de no dejar de congregarnos.

En nuestro nuevo impulso de establecer la vida cristiana comunitaria en un lugar esencial, es igualmente esencial recordar que la vida cristiana no es solamente en comunidad. El “tiempo a solas con Dios”, como algunos lo han llamado, es tan importante como ha sido siempre, probablemente aún más en esta era de distracciones. Como lo expresa Jonathan Edwards, y las Escrituras lo ejemplifican, uno de los aspectos de un corazón enamorado de Cristo es una persistente agonía por estar a solas con él.

Así como un matrimonio languidecerá si el esposo y la esposa nunca están solos, nuestra unión con Cristo también lo hará si nuestra vida espiritual no se aparta de la comunidad.

En el lugar secreto y tranquilo

Una característica de los matrimonios sanos y venerados es que el esposo y la esposa se encargarán de compartir un tiempo juntos a solas, incluso con un hogar lleno de hijos y una puerta giratoria de invitados. Así es el creyente que vibra por nuestro Señor. Un placer, entre otros, del corazón nacido de nuevo (que Edwards llama "religión verdadera") es priorizar y crear tiempos con el objeto de estar a solas con Dios para escuchar de él en su palabra y responderle en oración. Así es como Edwards lo plasmó hace unos 250 años:

Un verdadero cristiano, sin duda, se deleita en el compañerismo religioso y la conversación cristiana, y encuentra que mucho de esto llena su corazón; pero a veces también se deleita en retirarse de toda la humanidad, para conversar con Dios en lugares solitarios. Y esto también tiene sus ventajas peculiares para reparar el corazón y comprometer los afectos. La verdadera religión dispone a las personas a pasar mucho tiempo a solas en lugares solitarios, para la santa meditación y oración.

¿Te "deleitas en retirarte a veces de toda la humanidad" - en persona, en vista, en sonido, en pantalla - "para conversar con Dios en lugares solitarios"? Según Edwards, éste no es simplemente el instinto del introvertido, sino un deseo que el Espíritu de Dios siembra en cada corazón que ilumina. Edwards continúa,

Es la naturaleza de la verdadera gracia, que, aunque tiene un lugar para el amor a la sociedad, no obstante se deleita de una manera peculiar en el retiro y conversación secreta con Dios. De modo que, si las personas parecen estar muy involucradas en la religión social, y muy poco en la religión del aposento, y a menudo se ven muy afectadas cuando están con otras personas, y se conmueven poco cuando no tienen nada más que a Dios y a Cristo para conversar, su religión tiene un aspecto sombrío. (Afecciones Religiosas, 3:10)

Como un claro defensor de la comunidad cristiana, considero que la observación de Edwards es lo suficientemente razonable y convincente. Pero no se contentaría con que confiemos simplemente en su observación y preferencia. Él menciona ejemplos, de izquierda a derecha en toda la Biblia, de Dios reuniéndose con su pueblo no solo como comunidad, sino personalmente, en soledad; desde Abraham, Isaac y Jacob, hasta Moisés y los profetas, incluso con María, y luego con José, y el apóstol Juan en la isla de Patmos.

Almas Satisfechas

En particular, la peculiar gracia de estar a solas con Dios es poderosa en los Salmos, lo cual es sorprendente tanto por su intensa naturaleza corporativa como personal. Un salmo parece comenzar de manera tan individual, y luego alcanza la cima en un inesperado brote de alabanza corporativa y conciencia comunitaria. Y justo cuando esperamos que todo sea corporativo, las prominentes palabras como las que se encuentran en el Salmo 63 nos muestran el poder de la comunión en secreto con Dios:

Como con médula y grosura está saciada mi alma;
y con labios jubilosos te alaba mi boca.
Cuando en mi lecho me acuerdo de ti,
en ti medito durante las vigilias de la noche.(Salmo 63:5–6, LBLA)

Pero aún más importante que estar a solas en los Salmos, es la vida de Dios mismo entre nosotros, como un ser humano que despierta, duerme, ora y se relaciona igual que nosotros. Edwards exclama, "¡Cuán a menudo leemos que se retiraba a las montañas y lugares solitarios para conversaciones santas con su Padre!" Si nuestro gran Expiador y Ejemplo se deleitaba en reitrarse en ocasiones de toda la humanidad, ¿cómo podemos nosotros, que tenemos su vida obrando en nuestro interior, no disfrutar de este deleite? Jesús mismo "fue llevado por el Espíritu al desierto" (Mateo 4:1), "salió y se fue a un lugar solitario" (Marcos 1:35; Lucas 4:42), y "subió al monte a solas para orar. . . y estaba allí solo" (Mateo 14:23) para forjar "conversaciones secretas" con su Padre.

Palabra y Espíritu, siempre juntos

Pero, ¿cómo? ¿Qué significa en la práctica "estar a solas" con Cristo y "conversar" con él? Él está sentado en el trono celestial; y nuestros cuerpos están aquí en la tierra. ¿Cómo sabemos que no estamos solo hablándole al aire, o inventando su parte de la conversación en nuestro subconsciente?

Lo que en realidad es la conversación con el Cristo resucitado es precisamente lo contrario de cómo muchos de nosotros procedemos instintivamente. No es simplemente encontrar un lugar solitario, en una habitación privada o en un bosque, descargar tu corazón ante él y luego esperar que te susurre en respuesta. No asumas que las voces en tu cabeza son de Cristo. Asume que son tuyas.

No, la comunión con Cristo ocurre por medio de su palabra revelada, a través de sus apóstoles y profetas en las Escrituras, y por el extraño, misterioso y dinámico poder de su Espíritu. Escuchamos su voz en su palabra escrita, pública y objetiva en la Biblia, y su Espíritu la aplica de manera personal, privada y subjetiva a nuestra alma, dándole vida espiritual para nosotros a sus palabras.

A menos que tengas frente a ti su palabra para leer, o memorizada y escondida en tu corazón, no estás a solas con Dios. Estás simplemente a solas contigo mismo. Cristo se comunica a nuestra alma a través de su palabra hecha viva y real mediante su Espíritu.

Deléitate estando a solas con Él

Prestemos atención a la perceptiva observación y amable advertencia de Edwards. Pregúntate, "¿Me deleito en retirarme a un lugar secreto y solitario para disfrutar de un tiempo de concentración, sin distracciones, en mi Señor a través de su palabra?" Si ese deseo es pequeño o no lo puedes discernir en este momento, es hora de pedirle a Dios que lo despierte. Y sea cual sea el deseo, grande o pequeño, toma los simples, pero a menudo difíciles pasos, de decir no a algunas otras cosas buenas y dale paso a tu impulso de estar a solas con Jesús.

No solamente el redimido se deleita, en ocasiones, al estar a solas con su Redentor, sino que también es el deleite del Redentor estar en comunión con su pueblo - no sólo en público, sino también en secreto.


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