Por el amor de Dios, Volumen 1/11 de enero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 13 del Libro Por el amor de Dios, Volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
11 DE ENERO
Génesis 12, Mateo 11, Nehemías 1, Hechos 11
ESTE PASAJE, Génesis 12, marca un punto crucial en el plan en desarrollo de la redención de Dios. A partir de ahora, el foco de los tratos de Dios no se dispersa individualmente, sino a la humanidad, una nación. Este es el punto crucial que hace los documentos del Antiguo Testamento tan profundamente judíos. Y en última instancia, de la humanidad viene la ley, los sacerdotes, la sabiduría, los patrones de las relaciones entre Dios y su pueblo aliado, oráculos, profecías, lamentos, salmos, un amplio despliegue de instituciones y textos que señalan hacia el futuro, de maneras que cada vez son más evidentes, a una nueva alianza predicha por los profetas de Israel.
Incluso en este pacto inicial con Abraham, Dios incluye una promesa que ya expande los horizontes más allá de Israel, una promesa que en repetidas ocasiones aparece en la Biblia. Dios le dice a Abraham: “Todos los pueblos de la tierra serán benditos por ti” (12:3). Para que no pierda su importancia, el libro del Génesis lo repite (18:18, 22:18, 26:4, 28:14). Un milenio más tarde, la misma promesa se vuelve a centrar, no en la nación entera, sino en uno de los grandes reyes de Israel: “Que su nombre dure para siempre, que continúe lo mismo que el sol. Todas las naciones serán benditas por él, y lo llamarán bienaventurado” (Sal. 72:17). El “profeta evangélico” frecuentemente articula la misma amplitud de la visión (por ejemplo, Isa. 19:23-25). El primer sermón en la iglesia, después de la resurrección de Jesús, interpretó que la salvación de Jesús había introducido el cumplimiento de esta promesa a Abraham (Hechos 3:25). El apóstol Pablo hace la misma conexión (Gálatas 3:8).
Aun cuando el pasaje del Génesis no está explícitamente citado la misma posición que las máximas intenciones de Dios desde el principio era traer a los hombres y mujeres de todas las razas a la nueva humanidad que Él estaba formando, aparece de mil maneras. De hecho, al margen de este pasaje, dos de los tres pasajes restantes en las lecturas de hoy señalan en la misma dirección. En Mateo 11:20-24, Jesús deja claro, en un lenguaje inquietante, que en los últimos días las ciudades paganas, aunque castigadas, puede ser castigadas con menos severidad que las ciudades de Israel que gozaban del privilegio inmensurable de haber oído a Jesús ellos mismos, y de ver sus milagros, pero que no hicieron nada de ello. Su propia invitación es amplia: “Venid a mí todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Y en Hechos 11, Pedro relata sus experiencias con Cornelio y su casa a la iglesia en Jerusalén, llevándolos a concluir: “Así pues, Dios ha concedido aún el arrepentimiento de los gentiles de por vida " (Hechos 11:18).
Cristo recibe la alabanza sin límites de los cielos, ya que con su sangre compró a los pueblos para Dios “de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9; ver la meditación del 15 de diciembre).
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