Por el amor de Dios, Volumen 1/9 de enero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 11 del Libro Por el amor de Dios, Volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
9 DE ENERO
Génesis 9-10, Mateo 9, Esdras 9, Hechos 9
A PESAR DE LA AMPLITUD de la pena impuesta, el Diluvio no cambió la naturaleza humana. Dios bien sabe que el primer asesinato cometido por Caín, volverá a suceder. Ahora Él prescribe la pena de muerte (Gén 9:6), no como un elemento de disuasión, la disuasión no se discute, sino como una señal de que el asesinato se encuentra en una clase única, ya que se mata a un ser hecho a imagen de Dios. Pero hay otros signos que el pecado sigue. La promesa que Dios hace, sellado con un arco iris, para no destruir la humanidad de esta manera otra vez (9:12-17), es relevante no porque la humanidad de alguna manera ha sido forzada en el cumplimiento, pero precisamente porque Dios reconoce que la degradación de la misma ocurrirá una y otra vez. Y Noé mismo, que con referencia a sus días antes del Diluvio con razón puede llamarse un “pregonero de justicia” (2 Pedro 2:5), ahora es representado como un borracho, con las relaciones familiares casi destruidas.
Pero hay otro paralelismo entre estos capítulos del Génesis y lo que ocurrió antes del Diluvio. Antes del Diluvio, a pesar del apretón del pecado, hay personas como Abel, cuyo sacrificio agrada a Dios (Gén. 4), hay personas que reconocen su gran necesidad de Dios, e invocan el nombre del Señor (4:26), está Enoc, séptimo desde Adán, quien caminó con Dios (5:22). En otras palabras, hay un grupo dentro de la humanidad, un grupo más pequeño, que no es intrínsecamente superior al otro, pero tan relativo al Dios vivo que se dirige en una dirección muy diferente. Al escribir en el comienzo del siglo V AC, Agustín de Hipona en el norte de África se remonta a estos primeros capítulos del comienzo de las dos humanidades, dos ciudades, la ciudad de Dios y la ciudad del hombre. (Véase también la meditación para el 27 de diciembre). Ese contraste se desarrolla y crece de diversas maneras en la Biblia, hasta que el libro de Apocalipsis contrasta “Babilonia” y la “Nueva Jerusalén”. Empíricamente, los creyentes descubren que son ciudadanos de ambos, en términos de lealtad, pertenecen a uno u otro.
Las mismas distinciones se forman de nuevo después del Diluvio. La humanidad pronto demuestra que los problemas de la rebelión y el pecado son profundos, que ellos forman parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, diferencias también comienzan a aparecer. Si bien este pacto en que Dios no destruirá la tierra de la misma manera es entre Dios y todos los seres vivientes (9,16). Los hijos de Noé se dividen, de la misma manera como los hijos de Adán lo hicieron. El cansón ciclo comienza de nuevo, pero no existe sin esperanza: la ciudad de Dios nunca cae en desuso total, pero se anticipa a las distinciones de alianza más explícitas a venir, ahora a la vuelta de la esquina, y el clímax glorioso de venir al final de la redención de la historia.
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