Por el amor de Dios, volumen 1/16 de agosto
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 230 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
16 DE AGOSTO
1 Samuel 7-8; Romanos 6, Jeremías 44, Salmos 20-21
¿POR QUÉ LA GENTE PIDE ALGO es por lo menos tan importante como lo que piden.
Esto es cierto en muchos ámbitos de la vida. Conozco a un ejecutivo de una empresa de tamaño mediano que convenció a sus jefes para crear un nuevo comité. La razón que dio fue que se necesitaba para supervisar algunos nuevos desarrollos. Lo que no le dijo a sus jefes era su verdadera razón: él podría a su tiempo utilizar éste comité para evitar otro comité establecido que cuestionaba algunos de sus proyectos y los detenía. Vio el nuevo comité como un truco administrativo para evitar ser controlados, y por lo tanto a trepar la escalera un poco más rápido. Lo que podría haber sido interpretado como una manera astuta para pacíficamente eludir un obstáculo innecesario en la estructura de la empresa, si hubiese explicado lo que estaba haciendo a los jefes, de hecho se presenta en términos muy diferentes, porque honestamente no les podía decir lo que estaba haciendo, él sabía que ellos pensaban que el comité establecido estaba haciendo un buen trabajo. He ahí el engaño.
No tenemos que mirar tan lejos. ¿Cuánto de lo que pedimos en el hogar, en la iglesia, en el trabajo, en nuestras oraciones, esconde motivos que son decididamente egoístas?
Ese era el problema con la solicitud de Israel para un rey (1 Sam. 8). El problema no era la propia solicitud. Después de todo, Dios finalmente les daría la dinastía davídica. Moisés había anticipado el momento en el que sería un rey (Deut. 17). El problema era el motivo. Observaron sus recientes altibajos con los cananeos locales y percibieron algunas de sus propias faltas, sus propias infidelidades. No querían confiar en la palabra de Dios mediada a través de los profetas y de los jueces y realmente aprendieron a obedecer esa palabra. Pensaron que no habría estabilidad política si sólo pudieran tener un rey. Ellos querían ser como las otras naciones (!), con un rey para guiarlos en sus escaramuzas militares (8:19-20).
Dios no sólo entiende sus peticiones, pero él percibe y evalúa sus motivos. En este caso, él sabe que la gente no está simplemente aflojando sus lazos con un profeta como Samuel, que se están alejando de Dios mismo (8:7-8). El resultado es terrible. Consiguen lo que quieren, junto con una gama desesperada de nuevos males que no habían previsto.
Ese es el defecto fatal en los planes maquiavélicos, por supuesto. Ellos pueden ganar ventajas a corto plazo. Pero Dios está en su trono. No sólo la verdad finalmente saldrá, ya sea en esta vida o en la próxima, pero podemos pagar un precio terrible, en nuestras familias y en nuestra cultura, en correlativos imprevistos, administradas por un Dios que ama la integridad del motivo.
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