Por el amor de Dios, volumen 1/17 de febrero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 50 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Gabriella Maldonado
17 DE FEBRERO
Génesis 50; Luke 3; Trabajo 16 – 17; 1 Corintios 4
El último capítulo de Génesis incluye una sección que es patética y gloriosa (Gen. 50:15-21).
Todo lo que es triste y con defectos en esta familia reaparece cuando Jacobo muere. Los hermanos de José temen que su ilustre hermano pueda tener un resentimiento vengativo reprimido después de la muerte del viejo. ¿Por qué piensan así? ¿Sería porque ellos eran aún azotados con sentimientos de culpa? ¿Estaban simplemente proyectando a José lo que habrían hecho si habría estado en su lugar? La estrategia de ellos involucraba un pecado nuevo: mienten sobre lo que dijo su padre, con la esperanza de que una apelación de Jacobo tocaría profundamente el corazón de José. En este sentido, su sumisión abyecta ("Somos tus esclavos," 50:18) suena más una manipulación desesperada que un homenaje de lealtad.
Por el contrario, José llora (50:17). Él no puede ayudar sino ver las mentiras que traicionan lo poco que es amado o confiado, incluso después de diecisiete años (47:28) de reconciliación nominal. Su respuesta verbal demuestra no sólo delicadeza pastoral— "los tranquilizó y les habló amablemente" prometiendo proveer para ellos y sus familias (50) — también refleja un hombre que ha reflexionado profundamente los misterios de la Providencia, sobre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana. "No tengan miedo", les dice. ¿"Estoy en el lugar de Dios? Intentaron hacerme daño, pero Dios los ha destinado para bien, para lograr lo que ahora se hace, la salvación de muchas vidas"(50:19-20).
La profundidad de este razonamiento es el centro, mientras reflexionamos sobre lo que nos dice José. José no dice que durante un lapso momentáneo de parte de Dios, los hermanos de José lo vendieron a la esclavitud, sino que Dios, siendo un excelente jugador, le dio vuelta al juego y en su momento hizo a José primer ministro de Egipto. Mucho menos dice que había sido del propósito de Dios enviar a José a Egipto en un carruaje muy bien equipado; lamentablemente los hermanos de José más bien cambiaron el plan divino, obligando a Dios a responder con contragolpes inteligentes para lograr sus propios bienestares. Por el contrario, en el único evento —en la venta de José a la esclavitud — hubo dos grupos y dos intenciones muy diferentes. Por un lado, los hermanos de José actuaron, y sus intenciones eran malas; por otro lado, Dios actuó, y sus intenciones eran buenas. Ambos actuaron para traer este evento, pero mientras que el mal de este evento va a los hermanos y no al padre, lo bueno debe atribuirse a Dios.
Esta es una postura común en las escrituras. Genera muchas discusiones filosóficas, complejas. Pero la idea básica es simple. Dios es soberano e invariablemente bueno; somos moralmente responsables y con frecuencia malvados.
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