Por el amor de Dios, volumen 1/18 de marzo
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 79 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Gabriella Maldonado
18 DE MARZO
Éxodo 29; Juan 8; Proverbios 5; Gálatas 4
DOS COMENTARIOS en Juan 8:12-51.
(1) Ya en Juan 7:7, Jesús dijo a sus hermanos, "El mundo no te odia, más bien le mundo me odia a mí porque doy testimonio de que lo que hace, es malvado". Tanto en su propia persona y en sus palabras inquebrantables, Jesús es tan ofensivo que el mundo le odia. Es la encarnación misma de 3:19-21: "La luz ha venido al mundo, pero los hombres amaron la oscuridad en lugar de la luz porque sus obras eran malvadas".
Juan 8 ahora va más allá. Jesús insiste en que cuando el diablo se encuentra, "habla su idioma nativo," porque él es un mentiroso y padre de mentiras (8:44). Entonces Jesús añade, "Porque te digo la verdad, ya no me crees" (8:45).
Es impresionante. La primera cláusula no concede nada, cuando Jesús dice, «Aunque te digo la verdad, no me creéis.» Sería bastante malo. Pero Jesús dice, «porque yo os digo la verdad, no me creéis.» ¿Qué opciones tiene él? ¿Jesús debe decir las mentiras que las personas quieren oír para sentirse mejor? Eso podría ocasionarle una audiencia, pero es impensable que Jesús iba a seguir ese rumbo. De tal modo que continúa diciendo la verdad; y precisamente porque dice la verdad, no le creen. Para aquellos que están ciegos, hablar de la verdad es precisamente lo que endurece sus corazones. Enciende el odio ardiente que se emite en la conflagración de la Cruz.
(2) Jesús insiste en que "Abraham se regocijó ante la idea de ver mi día"(8:56): probablemente lo que Jesús tiene en mente es la promesa que Dios le hizo y volvió a decirle a Abraham, que en su descendencia todas las Naciones de la tierra serían bendecida (Gen. 12). Es poco probable que Jesús afirmara que Abraham tuviera cierta visión que se desarrolló en la vida y en los tiempos de Jesús como si fuese una especie de visión previa. Lo que él más bien quería decir, es que Abraham conocía a Dios, creía en las promesas de Dios sobre la descendencia, y en la fe contempló el cumplimiento de esas promesas; regocijándose en el prospecto de lo que él todavía no podía agarrar: “ él lo vio, y se alegró” (8:56). Pero al menos esto significa, que Jesús es el objeto y el cumplimiento de lo que le prometió Dios a Abraham; lo reemplaza así en importancia. Además: Si la palabra eterna (Juan 1:1) estuvo siempre con Dios y siempre fue Dios, incluso la última contemplación de fe hacia Dios de Abraham, no fue más que una contemplación de él quien se convirtió en Jesús de Nazaret. "Te digo la verdad," respondió Jesús:” antes de que Abraham naciera, Yo soy” — el nombre verdadero del pacto de Dios (EX.3:14).
Cuando sus oponentes recogen piedras para matar a Jesús por este segundo punto, ellos prueban su primer punto.
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