Por el amor de Dios, volumen 1/19 de marzo
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 80 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Gabriella Maldonado
19 DE MARZO
Éxodo 30; Juan 9; Proverbios 6; Gálatas 5
ASÍ COMO LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL conlleva al discurso del pan de vida, de la misma manera la curación del hombre ciego de nacimiento que hizo Jesús en Juan 9 conlleva algunos comentarios breves sobre la naturaleza de la visión y la ceguera espiritual.
Algunas de las autoridades encontraban difícil creer que la víctima en realidad había nacida ciega. Si se diera el caso, y si Jesús realmente lo habría sanado, entonces esto diría algo sobre el poder de Jesús que no querían escuchar. Entonces como ahora, había un montón de "curanderos de fe" en la tierra, pero mucho del trabajo que hacían no era muy impresionante. El menos ingenuo fácilmente podría descartar la mayoría de las pruebas de su éxito. Pero para dar vista a un ciego congénito, bueno, eso era desconocido en los círculos de sanación con la fe (9:32-33). Las autoridades, incapaces de responder al testimonio honesto y sencillo de este hombre, recurrieron a indicar que se trataba de un estereotipo y abuso personal.
Jesús se encuentra con él otra vez, le revela más de sí mismo, le invita a que tenga fe, y acepta su culto (9:35-38). Entonces, dice dos enunciados importantes:
(1) "Para ser enjuiciado he venido a este mundo, para que los ciegos vean y los que vean se conviertan en ciegos" (9:39). En cierto modo, se trata de la existencia común; como la cuenta del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), o la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos (Lucas 18:9-14); un tema común en los Evangelios. Pero este cambio de papeles es en el reino de la visión. Aquellos que "ven", con todos los principios de discernimiento sofisticado, están cegados por lo que Jesús dice y hace; aquellos que son "ciegos", el equivalente moral y espiritual del hombre en este capítulo que nació ciego, a estos Jesús muestra una maravillosa compasión, e incluso le da la vista. Algunos fariseos, que alcanzaron a escuchar el comentario de Jesús y se enorgullecieron de ellos mismos, están conmocionados queriendo preguntarle si él los incluyó en el grupo de los ciegos. Esto ocasiona su segundo enunciado.
(2) "Si estuvieras ciego, no serías culpable de pecado; pero ahora que reclamas que sí puedes ver, tu culpa permanece"(9:41). Por supuesto, Jesús pudo simplemente haber respondido "¡sí!" a su pregunta. Pero esta respuesta no hubiese demostrado la seriedad del problema. Cambiando sutilmente la metáfora, Jesús se dirige al objetivo de otra manera. En lugar de insistir que sus oponentes son ciegos, Jesús señala que ellos mismos afirman ver — mejor que nadie. Pero ese es el problema: aquellos que están seguros de su capacidad no piden la visión. De tal manera (implícitamente) ellos permanecen ciegos, con la ceguera culpable de la auto satisfacción presumida. No hay ninguno tan ciego como los que no saben que son ciegos.
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