Por el amor de Dios, volumen 1/1ro de febrero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 34 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Joel Antonio Cáceres
1ro DE FEBRERO
Génesis 33; Marcos 4; Ester 9—1; Romanos 4
LA ASÍ LLAMADA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR (Marcos 4:1-20) podría mejor llamarse la parábola de los suelos, ya que la variable que le da vida y profundidad a la parábola es la variación en la tierra sobre la cual la semilla es arrojada.
Debido a que Jesús provee la interpretación de su propia historia, sus énfasis principales no deben ponerse en duda. La semilla es la “palabra,” es decir, la palabra de Dios, que aquí es equivalente al evangelio, la buena noticia del reino. Al igual que un agricultor esparciendo semilla a mano en el mundo antiguo, esta palabra es esparcida ampliamente.
Inevitablemente, parte de la semilla cae en terreno que por una razón u otra es inhóspito: quizás es la tierra apisonada del camino, o tal vez las aves vienen y se comen la semilla antes de que se asiente en el terreno arado y germine, o tal vez crece a la sombra de los espinos que le exprimen toda la vida hasta que muere, o tal vez germina en suelo poco profundo con lecho de piedra caliza justo debajo de la superficie, de tal manera que las raíces no pueden descender muy lejos para absorber la humedad necesaria. El paralelo con la manera en que las personas escuchan la palabra es obvio. Algunos son duros y repelen cualquier acceso de la palabra; otros se distraen pronto con los juguetes que Satanás rápidamente les arroja; otros descubren que las preocupaciones y las riquezas estrujan todo interés por los asuntos espirituales; aun otros escuchan la palabra con gozo y parecen ser los más prometedores de la cosecha, pero nunca entierran las raíces profundas necesarias para sustentar vida. Pero gracias a Dios por el suelo que produce frutos, a veces incluso fruto abundante.
Todo esto es suficientemente claro. Pero otros dos aspectos de esta parábola merecen reflexión.
El primero es que esta parábola, como muchas otras, reajusta la perspectiva comúnmente sostenida de que cuando el Mesías viniera habría un cambio culminante y decisivo: los culpables e impuros serían todos condenados, y los justos y limpios disfrutarían una gobierno transformador. Así es como sería el reino final. Pero Jesús pinta el amanecer del reino un poco diferente. En la parábola del grano de mostaza (4:30-32), por ejemplo, el reino es como un árbol que empieza a partir de pequeños inicios y se convierte en algo sustancial; aquí tenemos crecimiento, no clímax apocalíptico. Así también la parábola del sembrador: por el momento, la palabra va a ser esparcida ampliamente, y las personas responderán a ella de diferentes maneras, con rendimientos muy divergentes.
La segunda es que no todos los que muestran señales iniciales de la vida del reino realmente echan raíces y dan frutos. Esta verdad merece meditación y llama a autoexaminarse.
Vota esta traducción
Puntúa utilizando las estrellas