Por el amor de Dios, volumen 1/23 de enero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 25 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
23 DE ENERO
Génesis 24, Mateo 23; Nehemías 13, Hechos 23
EL LENGUAJE EN Mateo 23 es francamente sorprendente. Jesús repetidamente pronuncia su a “dolor” sobre los fariseos y maestros de la ley, calificándolos de “hipócritas”, llamándoles “guías ciegos” y “tontos ciegos”, comparando los a “sepulcros pintados” que “se muestran hermosos por fuera, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia”. Ellos son los “hijos del infierno”, un “nido de víboras”. ¿Qué provoca este lenguaje brusco del Señor Jesús?
Hay tres características principales de estas personas que despiertan la ira de Jesús.
La primera es la pérdida de la perspectiva de que, con respecto a la revelación de Dios, se centra en las cosas menores y sacrifica las grandes. Son siempre tan meticulosos con el diezmo, incluso dejando de lado la décima parte de las hierbas cultivadas en el jardín, mientras que de alguna manera quedan sin preocuparse por los grandes problemas de “la justicia, la misericordia y la fe” (23:23). Jesús dice con cuidado que no rechaza los asuntos relativamente menores: sus interlocutores no las deben descuidar, ya que estos preceptos, después de todo, mandados por Dios. Sin embargo, centrarse en ellos, con exclusión de los asuntos más graves es similar a pasar a un mosquito y tragarse un camello. Del mismo modo, cuidadosamente elaboradas reglas sobre cuándo es importante decir la verdad y cuándo y cómo se puede escapar con una mentira (23:16-22), no sólo pasan por alto decir que la verdad es de importancia fundamental, pero niega implícitamente que todo éste universo es de Dios, y todas nuestras promesas y compromisos están ante de Él.
El segundo es el amor por las formas externas de la religión con muy poca experiencia de una naturaleza transformada. Para ser recibido como un maestro religioso, para ser honrados por la comunidad, creerse una persona santa y religiosa, mientras que interiormente se hierve con la codicia, la auto-indulgencia, la amargura, la rivalidad y el odio está profundamente mal (23:5-12, 25 - 32).
La tercera acusación incuestionable es que debido a que tienen un papel importante de enseñanza, estos líderes esparcen su veneno y contaminan a otras personas, ya sea por precepto o ejemplo. No sólo no entrarán en el reino, sino que efectivamente lo cerrarán para los demás (23:13-15).
¿Cuántos líderes evangélicos pasan la mayor parte de su energía en asuntos secundarios, incidentales, y demasiado poco en los temas grandes de la justicia, la misericordia y la fidelidad en nuestros hogares, nuestras iglesias, lugares de trabajo, en todas nuestras relaciones, en el país? ¿Cuántos se preocupan más porque se les vea como sabios y santos a ser sabios y santos? ¿Cuántos por lo tanto terminan condenando a sus oyentes por su mal ejemplo y su alejamiento del Evangelio y de sus implicaciones? Nuestra única esperanza está en éste Jesús que llora por la ciudad, a pesar que denuncia éste terrible sentimiento con tanta fiereza (Mateo 23:37-39, Lucas 19:41-44)
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