Por el amor de Dios, volumen 1/24 de abril
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 116 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Luximar Arenas Petty
24 DE ABRIL
Números 1; Salmos 35; Eclesiastés 11; Tito 3
EL SALMO 35 ES UNO DE LOS SALMOS DEDICADOS al tema de la justificación (ver también la meditación del 10 de abril). Hace sentir incómodos a muchos cristianos. La línea entre la reivindicación y la venganza a veces parece un poco delgada. ¿Cómo puede la línea del razonamiento en este salmo, como nunca se ha hecho, cuadrar con la enseñanza del Señor Jesús acerca de volver la otra mejilla (Mateo 5:38-42)? ¿No hay un sentido de, digamos, maldad en todo el asunto? Después de todo, David no solamente está pidiendo ser salvado de la destrucción de aquellos quienes están injustamente atacándolo (por ejemplo, 35:17, 22-23), el claramente pide que sus enemigos “Sean puestos en fuga y humillados” (35:4), que ellos sean destruidos y atrapados por la propia red que ellos han tendido para otros (35:8).
Dos reflexiones:
(1) En algunas ocasiones David no sólo está hablando en un sentido de estar amenazado como un individuo, sino también en un sentido de su responsabilidad como rey, como el siervo ungido del Señor. Si el está siendo fiel al pacto, entonces seguramente, es el nombre del Señor que está en la línea cuando el “hijo” de Dios, el rey señalado por Dios, está en peligro. Para el Señor “que se deleita en la paz de su siervo” (35:27), y David reconoce que su propia conservación está vinculada con el bienestar de “los pacíficos de la tierra” (35:20). Un asunto, entonces, es justicia pública, no venganza personal, contra la cual el Señor Jesús tan poderosamente contiende en las palabras ya citadas.
(2) Más importante, aunque los cristianos vuelven la otra mejilla, esto no significa que son negligentes en relación con la justicia. Sostenemos que Dios es perfectamente justo, y él es quien dice, “Mía es la venganza; yo pagaré’ (Deuteronomio 32:35). Ese es el por qué nosotros “damos lugar a la ira de Dios” (Romanos 12:19). El es el único quien puede finalmente asentar los libros apropiadamente, y pensar de otra manera es pretender que nosotros podemos tomar el lugar de Dios. Todo lo que David está pidiendo es que Dios actúe como el mismo dice que finalmente lo hará: ejecutar justicia, reivindicar al justo, defender a los fieles al pacto.
El último capítulo de Job no es un anticlímax sólo por esta razón: Job fue reivindicado. Los sufrimientos del Señor Jesús caen en el mismo patrón. El se hizo asimismo un don nadie y sufrió el oprobio de la cruz, en obediencia a su Padre (Filipenses 2:6-8), y fue supremamente reivindicado (Filipenses 2:9-11). Nosotros, también, podemos sufrir injusticias y clamar por el perdón de nuestros atormentadores, como Jesús hizo -aún como clamamos también que la justicia pueda prevalecer, que Dios sea glorificado, que su pueblo sea reivindicado. Esta es la voluntad de Dios, y David tenía la razón.
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