Por el amor de Dios, volumen 1/27 de junio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 180 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Luximar Arenas Petty
27 DE JUNIO
Deuteronomio 32; Salmos 119:121-144; Isaías 59; Mateo 7
UNO DE LOS GRANDES TEMAS DE LA ESCRITURA y uno que aparece con especial frecuencia en el Salmo 119, es que el despliegue de la palabra de Dios da luz: “La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos” (119:130) al menos en dos sentidos.
Primero, el “sencillo” puede referirse a las personas que son insensatas, “tontas”, aquellos quienes no saben cómo vivir en la luz de la revelación de la gracia de Dios. La exposición de la palabra de Dios da luz a tales personas. Les enseña cómo vivir y les da una profundidad y un entendimiento de asuntos morales y espirituales que nunca antes les habían sido mostrados.
Segundo, la palabra de Dios amplia el horizonte de todo. Unos pocos párrafos antes el salmista escribió, “¡Cuánto amo tu ley! ¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos, porque son míos para siempre. Tengo más discernimiento que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación. Entiendo más que los ancianos, porque tus preceptos he guardado” (119:97-100). El salmista no está diciendo que él tiene un coeficiente intelectual más alto que sus maestros o que es intrínsecamente más inteligente que sus enemigos o más listo que todos los ancianos. Por el contrario, el está afirmando que la meditación constante en la instrucción de Dios (su “ley”) y un compromiso enraizado en obedecer los preceptos de Dios le proveen un marco y una profundidad de conocimiento que no están disponibles para los eruditos simplemente brillantes y bien formados líderes políticos.
Uno de mis estudiantes puede servir como ejemplo. Apenas salió tambaleando de la escuela secundaria. Nunca había estado en la iglesia. Cuando le preguntó a su padre acerca de Dios, su papá le dijo que no hablaba de temas como esos. El se unió al ejército de los Estados Unidos como un modesto soldado y vivió una vida bien dura. En varias oportunidades el estaba muy drogado con LSD. Con el tiempo se unió al Aerotransporte ochenta y dos y comenzó a llevar su Biblia como un amuleto de buena suerte para protegerse de desastres cuando tenía que saltar de los aviones. Al final comenzó a leerla, lentamente primero, porque él no era un buen lector. Él lo leyó todo y se convirtió Se dirigió a uno de los capellanes locales y le dijo, “Padre, he sido salvado”. El padre le dijo, “Aún no, tú no has sido salvo” y lo instruyó en algo de catecismo. Con el tiempo encontró una iglesia que le enseñó la Biblia. El dejó las drogas (y seis meses más tarde muchos de sus amigos de drogas del ejército fueron arrestados), al final dejó el ejército, apenas ingreso a la universidad, creció con mucha fuerza y ahora está en la escuela de divinidad con buenas calificaciones en la clase de griego.
El estaba asimilando la palabra de Dios. Transformó su vida y le dio más discernimiento que a muchos de sus maestros. La exposición de la palabra de Dios “da entendimiento a los sencillos”.
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