Por el amor de Dios, volumen 1/2 de diciembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 338 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Beatriz G. Negron
2 DE DICIEMBRE
2 Crónicas 1; 1 Juan 1; Miqueas 7; Lucas 16
EL PÁRRAFO DE APERTURA DE 1 Juan 1 hace alarde de muchos tesoros. Quiero enfocarme en el verso 3, ojeando conjuntamente el verso 4.
Asumiendo que el autor es el apóstol Juan, el "nosotros" que hace la proclamación es posible que sea un nosotros editorial, o un nosotros que con consciencia propia habla del círculo de testigos apostólicos. Así que en este contexto se distingue del "nosotros" de todos los cristianos; se distingue, en particular, del "ustedes" que constituye a los lectores: "Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros" (1:3). Los dos versos previos especifican lo que Juan y los otros testigos han visto y oído. No es nada menos que la Encarnación: "Lo que existía desde el principio" (1:1) uno con Dios no era otra cosa sino lo que apareció en la historia real, y fue repetidamente oído, visto y palpado. La Palabra eterna se hizo hombre (1:14 en el evangelio de Juan); aquí, "la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó" (1:2). Entonces Juan reitera, "Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros" (1:3).
No hay cristianismo sin la Encarnación. Además, la Encarnación no es una noción vaga de lo divino identificándose con lo humano. Es incesantemente concreto: la Palabra que estaba con Dios y que era Dios se hizo carne (como lo escribe Juan en otro lugar, 1:1, 14 en el evangelio de Juan). Esto es fundamental en los días de Juan, cuando combatía contra aquellos que presuponían que lo verdaderamente espiritual podría vestirse de carne humana, pero no podría convertirse en ser humano; es fundamental hoy, cuando podríamos estar combatiendo un naturalista filosófico que insiste en que la única realidad es lo que ocupa la continuidad de espacio y tiempo.
Juan dice a sus lectores que él les proclama esta verdad, "para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1:3). La comunión en el Nuevo Testamento es más que calidez. Es un compañerismo comprometido, en el que los intereses personales se someten a la misión común. Los primeros testigos tenían comunión "con el Padre y con su Hijo, Jesucristo." Los lectores de Juan podían entrar en esa comunión al entrar en comunión con los apóstoles. Es por eso que Juan proclama lo que ha visto y oído. Los apóstoles proclamaban el evangelio a los demás. No podemos tener comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo sin tener comunión con los apóstoles que fueron los primeros testigos de la Encarnación.
Nada de esto promueve una religión aburrida. Juan escribe para que 'nuestro' a 'su' gozo se cumplido (1:4): cualquier variante es auténtica, y dice la verdad con respecto a este punto.
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