Por el amor de Dios, volumen 1/31 de julio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 214 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
31 DE JULIO
Jueces 14, Hechos 18, Jeremías 27, Marcos 13
ALGUNOS DE NOSOTROS NOS PREGUNTAMOS por qué ocasionalmente Dios ha usado en poderoso ministerio a personas evidentemente no calificadas. Esto no quiere decir que Dios sólo se debe usar a gente perfecta, porque eso significaría que no usaría a nadie. Tampoco me refiero al hecho de que todos tenemos debilidades y errores de diversos tipos. George Whitefield, por ejemplo, a pesar de su gran prominencia como predicador y evangelista, no le fue muy bien en el campo del matrimonio, o en su errónea convicción de que su hijo se curó de su enfermedad mortal. Prácticamente cualquier líder cristiano, ya sea desde los tiempos bíblicos o de la historia más reciente, no podría mantenerse en pie ante el embate de ese tipo de crítica. No, lo que tengo en mente es el defecto que es tan público y terrible que uno reflexiona sobre dos preguntas: (a) Si esta persona es tan poderosa y piadosa, ¿por qué el mal defecto? (b) Si esta persona está tan llena del Espíritu Santo, ¿por qué no el mismo Espíritu Santo lo pone en orden?
No hay respuestas fáciles. A veces simplemente hay que pasar el tiempo. Judas Iscariote, después de todo, comprometido con un ministerio público con los otros once apóstoles, incluso un milagroso ministerio, pero con el tiempo resultó un apóstata. El paso del tiempo le enseñará. Pero a veces las faltas están ahí desde el principio hasta el final.
Eso es cierto, al parecer, en la vida de Sansón. El Espíritu de Dios vino sobre él con fuerza, el Señor lo usó para frenar a los filisteos. Pero ¿qué hace casándose con una mujer filistea, cuando la ley prohibía el matrimonio con alguien fuera de la comunidad de la alianza (Jueces 14:2)? Cuando sus padres le advierten de las consecuencias, simplemente los ignora, y ellos aceptan (14:3). Es cierto que no sabía que “esto vino del SEÑOR” (14:4), de la misma manera que la venta de José como esclavo en Egipto vino del Señor, pero eso no hizo las acciones humanas justas. La apuesta arriesgada de Sansón (14:12-13) es más arrogante y ambiciosa de lo que es sabia y honorable. Por supuesto, los filisteos son muy crueles en ese sentido (14:15-18, 20), pero el asesinato de Sansón por treinta hombres para cumplir con los términos de una apuesta es menos motivado por el deseo de limpiar el reino y restaurar el pueblo de la alianza de su fuerza que es por venganza personal. Algo similar debe decirse acerca de sus tácticas en el próximo capítulo, y sobre su vida lleno de lujuria en el capítulo después de eso.
Parece, entonces, que el poder dado por el Espíritu en una dimensión de la vida no garantiza por sí misma la disciplina impulsada por el Espíritu y la madurez en todas las dimensiones de la vida. De ello proviene que la presencia de los dones espirituales no es una excusa para el pecado.
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