Por el amor de Dios, volumen 1/3 de agosto
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 217 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
3 DE AGOSTO
Jueces 17, Hechos 21, Jeremías 30-31; Marcos 16
LAS SEÑALES DE DECADENCIA MORAL, ESPIRITUAL e intelectual en Israel durante el tiempo de los jueces ahora se multiplican, algunos de ellos obvios, algunos de ellos imperceptiblemente. Aunque Jueces 17 es un capítulo breve, está lleno con una gran cantidad de ellos.
(1) Un hombre llamado Miqueas aparentemente le ha robado mil cien monedas de plata a su madre. Eso no dice mucho de las relaciones familiares, aunque claro que es sólo un incidente. Él confiesa el crimen a su madre (17:2). A juzgar por sus declaraciones, es motivado menos por el amor a su madre o el entendimiento del pecado que por el temor supersticioso ya que su madre ha pronunciado una maldición sobre el ladrón que era, para ella, desconocido hasta ese momento.
(2) La madre de Miqueas le recompensa con una palabra piadosa: “¡Que el SEÑOR, es decir Yaveh, te bendiga, hijo mío!” (17:2), lo que demuestra que todavía hay una fuerte conciencia del Dios de la alianza que los sacó de Egipto, o al menos una retención de su nombre. Pero muy pronto el lector percibe que sólo queda una sombra de la lealtad de pacto. El sincretismo ha tomado primer plano. Agradecido por el regreso de su dinero, se lo devuelve a su hijo, consagrándolo solemnemente “al SEÑOR, Yaveh, con el propósito de hacer “una imagen tallada y la fundición de un ídolo” (17:3), que por supuesto estaba prohibido en varias ocasiones por la alianza del Sinaí.
(3) De inmediato le devuelve la plata a su madre para este propósito. Ella le da a 200 monedas de plata, que la deja con 900, a pesar de lo que había “consagrado”, a un orfebre para hacer un ídolo con él. La avaricia triunfa aún sobre la idolatría. El pequeño ídolo es colocado entonces en la casa de Miquea, como un talismán y un recordatorio de las relaciones familiares restauradas después de un robo, tal vez incluso como algo para alejar la maldición que la madre había pronunciado (17:4).
(4) El sincretismo religioso de Miqueas es más profundo. Él tiene su propio santuario, e instala uno de sus hijos como su sacerdote privado para ofrecer oraciones y sacrificios, y prepara la ropa sacerdotal para él (el efod, 17:5). Las infracciones se multiplican. Bajo la alianza, se suponía que habría sólo un “santuario”, hasta ahora el tabernáculo, y sólo podían ser sacerdotes los levitas.
(5) ¡Bastantes de estas estipulaciones se recuerdan cuando Miqueas encuentra un joven levita que va de paso, y le contrata como su sacerdote privado! Miqueas está convencido de que con esto asegurará que el Señor será bueno con él (17:13). La religión basada en la alianza ha perdido gran parte de su estructura y toda su disciplina y obediencia. Es un problema triste de la superstición pagana.
Por primera vez, leemos las palabras: “En aquellos días no había rey en Israel; todo el mundo hacía como mejor le parecía”
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