Por el amor de Dios, volumen 1/3 de febrero

De Libros y Sermones Bíblicos

3 DE FEBRERO

Génesis 35—36; Marcos 6; Job 2; Romanos 6

EN EL RELATO DE MARCOS sobre la alimentación de los cinco mil y de la subsecuente caminata de Jesús sobre el agua (Marcos 6), uno encuentra un pequeño aparte que perturba la reflexión provechosa. Tan pronto como Jesús se subió en la barca en medio de la tormenta recia, el viento se calmó. Los discípulos, comenta Marcos, "se maravillaban, pues aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones" (6:51-52).

La primera observación es la más obvia: el asombro de los discípulos traiciona el funesto hecho de que habían reflexionado muy poco en el espectacular milagro que Jesús había realizado hacía apenas unas horas. A simple vista, la persona que pueda controlar de esa manera la naturaleza como para ser capaz de tomar unas cuantas sobras de comida y alimentar a miles de personas puede sin duda manejar la naturaleza lo suficientemente bien como para contener una tormenta. Sin embargo, para no llegar a ser demasiado petulantes condenando a los discípulos, debemos reflexionar sobre cuan fácilmente olvidamos el trato misericordioso del Señor en nuestras propias vidas, y cuan francamente (y con vergüenza) nos sorprendemos cuando Él interviene en nuestra vida una vez más.

La segunda observación yace un poco más profundo. Si Jesús verdaderamente es el Mesías prometido, si Él goza de los poderes que ya ha demostrado, ¿puede algún discípulo pensar responsablemente que Él está perdiendo el control? ¿Puede algún miembro responsable de los Doce imaginar que esta clase de Mesías podría llamar discípulos para Sí y luego perderlos a todos en un accidente marítimo? Esto no quiere decir que los seguidores de Jesús no puedan sufrir accidentes hoy en día. Por supuesto que sí—éste es un mundo caído, y los seguidores de Jesús no están exentos de todos los enredos trágicos y atroces de su caída. Pero incluso nosotros debemos aprender, en circunstancias difíciles y aterradoras, a confiar en la sabia providencia de Dios. Seguramente los discípulos deben aprender algo más aquí—su propio servicio peculiar como el círculo interno de discípulos está tan ligado con el ministerio de Jesús que es impensable que puedan morir accidentalmente.

Y tercero, no se puede evitar reflexionar en la conclusión de Marcos, "por cuanto estaban endurecidos sus corazones." Esto no quiere decir que eran estúpidos. Ni tampoco quiere decir que aunque estuvieran bien de la cabeza, su afecto estaba torcido, como si corazón se refiriera al centro de las emociones solamente. En el simbolismo de la antropología bíblica, el corazón se refiere al asiento de la personalidad humana, no tan alejado del concepto que tenemos de la mente (aunque eso sea quizás muy restrictivamente cerebral). Toda su orientación era todavía muy restringida, demasiado enfocada en la inmediatez de sus temores, demasiado limitada para penetrar la totalidad del misterio de quién es Jesús y porqué vino.

En este lado de la cruz y la resurrección , tenemos aún menos excusas que ellos.