Por el amor de Dios, volumen 1/4 de diciembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 340 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Beatriz G. Negron
4 DE DICIEMBRE
2 Crónicas 3—4; 1 Juan 3; Nahum 2; Lucas 18
“¡MIRAD CUÁN GRAN AMOR nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios!; Y eso somos!” (1 Juan 3:1). Todos nosotros una vez pertenecíamos al mundo; en palabras de Pablo, todos éramos “por naturaleza hijos de ira” (Ef. 2:3). El amor del Padre que ha logrado la transformación es abundante precisamente porque es inmerecido. Además:
(1) “¡Y eso somos!” Esta enfática afirmación fue probablemente suscitada, en primer lugar, porque aquellos que habían abandonado la iglesia (2:19) eran expertos en manipular a los creyentes. Insistían en que solo ellos tenían una posición ventajosa con Dios, que solo ellos eran los que realmente entendían el verdadero conocimiento (gnosis), que solo ellos disfrutaban de la verdadera unción. El efecto que esto producía era el de perjudicar a los creyentes. Juan insiste en que sus lectores habían recibido la verdadera unción (2:27), que su conducta correcta demostraba que ellos habían nacido de Dios (2:29), que el amor de Dios les había sido otorgado, convirtiéndoles así en hijos de Dios— “¡Y eso somos!” El mismo punto debe ser hecho por causa de los creyentes de cada generación que se sienten amenazados por las extravagantes pero equivocadas declaraciones del grupo de los “súper-espirituales”, los cuales ejercen su penosa manipulación mediante un tipo de superioridad espiritual. “Somos hijos de Dios,” los cristianos afirman tranquilamente—y eso es suficiente. Si otros no reconocen el hecho, puede que esto solo atestigüe que ellos mismos no conocen a Dios (3:1b).
(2) A pesar de que ahora ya somos hijos de Dios, “aún no se ha manifestado lo que habremos de ser” (3:2). Por un lado, no debemos denigrar o minimizar todo lo que hemos recibido: “ahora somos hijos de Dios.” Por otro lado, aguardamos la consumación y nuestra propia transformación final. (3:2).
(3) De hecho, cada hijo de Dios que vive con esta perspectiva por delante, “que tiene esta esperanza en él [lo cual probablemente significa ‘en Cristo’ o ‘en Dios,’ especificando el objeto de la esperanza, en vez de ‘en él mismo,’ meramente especificando a ese que alberga esa esperanza] se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:3). El cristiano mira en lo que él o ella se convertirá en la consumación y está ya interesado en convertirse en ello. Nosotros recibimos el amor del Padre; sabemos que un día seremos puros; así que ya nos esforzamos en purificarnos ahora. Eso está en perfecta conformidad con la manera en que concluye el capítulo 2: “Si sabéis que Él es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de Él” (2:29).
Vota esta traducción
Puntúa utilizando las estrellas