Por el amor de Dios, volumen 1/5 de julio

De Libros y Sermones Bíblicos

5 DE JULIO

Josué 7; Salmos 137 – 138; Jeremías 1, Mateo 15

NO SIEMPRE FUNCIONA DE ESTA MANERA, por supuesto. A veces no es el caso de que el pecado de un hombre y su familia, en este caso de Acán, trae la derrota en toda una comunidad creyente (Josué 7). Por ejemplo, el pecado de Ananías y Safira sólo trajo la muerte a sí mismos (Hechos 5), y el castigo que sufrido produjo un temor reverente en el resto de la asamblea. Por otro lado, el pecado de David trajo consecuencias trágicas en todo el país. Tal vez los casos más aterradores son aquellos en que los innumerables pecados son cometidos por muchas, muchas personas, y Dios hace absolutamente nada al respecto. Porque la peor sentencia ocurre cuando Dios da la espalda a la gente, y decididamente deja que el pecado siga su curso. Es mucho mejor ser alejado bruscamente antes que las cosas este fuera de control. Es por eso que gran parte de los últimos cuarenta años de peregrinación por el desierto se dedicó a la mano disciplinante de Dios: el objetivo era tanto educativo como reformativo.

Cualquiera que sea el caso en otras partes de las Escrituras, aquí el pecado de Acán y su familia trae vergonzosa derrota para el contingente de tropas enviadas a tomar la pequeña ciudad de Hai. Lo peor es que trajo la muerte a unos treinta y seis israelitas (7:5). En cierto sentido, Acán era un asesino. Cuando con cierta consternación Josué busca el rostro de Dios, Dios dice en efecto, con cierta brusquedad, “Deja de orar y trata con el pecado en el campamento” (7:10-12). El punto es que Dios le había dado instrucciones de manera explícita y reiterada. Ellas habían sido violadas. La alianza entre Dios y los israelitas era esencialmente comunal, y por eso Dios está decidido a enseñar a toda la comunidad a ejercer entre sus propios miembros la disciplina que la alianza manda.

Sin duda, hay algunas diferencias importantes a tener en cuenta cuando uno va dentro de una nueva alianza. Sin embargo, aquí también Dios dice algunas cosas explícitas, y espera que la comunidad en la alianza ejerza disciplina por ejemplo en 1 Cor 5, Cf 2, Cor 11:4 y 13:2-3. Pablo nos advierte que de no tomar medidas disciplinarias en la iglesia, cuando ha habido violación flagrante, pone en peligro a toda la comunidad (1 Cor 5:6). Pastores de las iglesias y los líderes de otras organizaciones cristianas que ignoran esta perspectiva están invitando al desastre entre todas las personas que son llamados a guiar. En nombre de la paz, la verdadera motivación puede ser simplemente cobardía, o peor aún, no tomar en serio las palabras de Dios. El punto se ve reforzado en la segunda lectura asignada para esta fecha: “Yo. . . alabaré tu nombre por tu amor y tu fidelidad, porque has exaltado sobre todas las cosas tu nombre y su palabra” (Salmo 138:2-3)