Por el amor de Dios, volumen 1/6 de diciembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 342 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Beatriz G. Negron
6 DE DICIEMBRE
2 Crónicas 6:12-42; 1 Juan 5; Habacuc 1; Lucas 20
LA ORACIÓN DE DEDICACIÓN DE SALOMÓN (2 Crón. 6:12-42) es uno de los grandes momentos de la historia y la teología del Antiguo Testamento. Muchas de sus características merecen prolongada reflexión. Aquí mencionamos unos cuantos aspectos.
(1) El comienzo y el final de la oración se afianzan en que Dios es un Dios que guarda el pacto, el cumplidor original de la promesa. En particular (y lógicamente), Salomón está interesado en la promesa de Dios a David en el sentido de que su descendencia continuaría, su dinastía sería preservada (6:14-17). Del mismo modo, la doxología: “Oh Señor Dios, no rechaces el rostro de tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con tu siervo David” (6:42).
(2) A pesar de que el templo era sin lugar a dudas una magnífica estructura, y aunque Salomón podría lógicamente sentir algo de orgullo justificado en la finalización del mismo, su comprensión de la grandeza de Dios es lo suficientemente robusta que él mismo declara, en términos memorables, que ningún templo puede posiblemente “contener” al Dios que sobrepasa el más alto cielo (6:18). No hay rastro de domesticar a Dios tribalmente hablando.
(3) La carga principal de lo que pide Salomón podría resumirse muy simplemente. En el futuro, cuando cualquier israelita peque de manera individual o cuando la nación completa cometa uno u otro pecado, si se vuelven a Dios y oran hacia el templo, Salomón ruega para que Dios mismo escuche desde el cielo y perdone sus pecados (6:21-39). Hay dos elementos destacados en estas peticiones.
Primero, existe una asombrosa evaluación realista a la tendencia de las personas a pecar, a pecar incluso de tan mala manera que algún día pudieran ser desterrados de la nación. En una ocasión como esa, un hombre de menos temple hubiera sido tentado a introducir mucha tontería sentimental e ingenua sobre una lealtad que no muere y así por el estilo. Pero no así Salomón. Él es un hombre sabio y sabe que los pecadores pecan.
Segundo, sin importar lo central del templo como foco de las oraciones del pueblo (no menos cuando éste peca), Dios escuchará sus oraciones, no desde el templo, sino desde el cielo, su morada. Una vez más, Dios no es reducido al estatus de las deidades tribales adoradas por los paganos que les rodeaban. La expresión de esta repetida petición de arrepentimiento hace del papel de Dios algo crucial—el Dios que llena los cielos, no el templo.
Tercero, en la medida en que el templo es de crítica importancia, es visto como el centro de la religión y la adoración que lidia con el perdón del pecado, restaurando de ese modo a los pecadores con Dios. El núcleo del templo no son los coros y las ceremonias, sino el perdón de los pecados. En estos días de espiritualidad mal definida, es vital que recordemos este punto.
Cuarto, la visión de Salomón se extiende lo suficientemente como para incluir a los extranjeros (6:32-33) — un impulso misionero.
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