Por el amor de Dios, volumen 1/6 de junio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 159 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Luximar Arenas Petty
6 DE JUNIO
Deuteronomio 10; Salmos 94; Isaías 38; Apocalipsis 8
ENTREMEZCLADO CON EL RECITAL HISTÓRICO que constituye gran parte de los primeros capítulos de Deuteronomio desbordan de exhortación. Uno de los más conmovedores se encuentra en Deuteronomio 10:12-22. Su magnífico tema incluye:
(1) Un centro absoluto en Dios que abarca tanto el temor como el amor a Dios (10:12-13). En nuestro mundo ciego y confundido, temer a Dios sin amarlo resultará en terror, y de ahí en adelante en tabú, magia, conjuros, ritos; amar a Dios sin obedecerlo resultará en sentimentalismo sin devoción fuerte, pretensiones de piedad sin el vigor moral, lujuria desenfrenada por el poder sin ninguna falta de decoro, anhelo nostálgico por las relaciones sin ninguna pasión por la santidad. Ningún modelo cuadra con lo que la Biblia dice: “Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames...?” (10:12).
(2) Un centro absoluto en Dios que representa las elecciones como un acto de gracia. Dios es el dueño de todo el espectáculo, “los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay” (10:14). El puede hacer con ello como él quiera. Lo que él en realidad ha hecho es, “establecer su afecto” en los patriarcas, amarlos y a la vez escoger sus descendientes (10:15; comparar 4:37).
(3) Un centro absoluto en Dios que nunca está satisfecho con los simples ritos y muestras de la religión; demanda el corazón (10:16) Ese es el por qué la circuncisión física nunca pudo ser vista como un fin en sí misma, ni siquiera aún en el Antiguo Testamento. Simbolizaba algo más profundo: circuncisión del corazón. Lo que Dios quiere no es simplemente una señal externa que ciertas personas le pertenecen, sino una disposición interna del corazón y la mente que nos orientan hacia Dios continuamente.
(4) Un centro absoluto en Dios que reconoce su imparcialidad y por lo tanto su justicia, y en consecuencia sus actos (10:17-20). El es “Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible” (10:17). No es extrañar entonces que el no acepta sobornos y no muestra parcialidad. (Nunca confunda elección con parcialidad. La parcialidad es favoritismo que se corrompe por una disposición a pervertir la justicia por el bien de unos pocos favorecidos; la elección escoge a cierto pueblo aparte por la libre decisión de Dios y nada más, y aún así la justicia no se pervierte: de ahí la cruz). Y él espera en consecuencia que su pueblo se comporte.
(5) Un centro absoluto en Dios que se muestra en la alabanza de su pueblo (10:20-22). “Él es el objeto de tu alabanza y Él es tu Dios” (10:21). Aquellos que se centran en Dios tienen mucho por lo cual alabar. Aquellos cuya visión es simplemente terrenal o egocéntrica se secan por dentro como pasas deshidratadas. ¡Dios es su alabanza!
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