Por el amor de Dios, volumen 1/6 de septiembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 251 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
1 Samuel 31, 1 Corintios 11, Ezequiel 9, Salmo 48
HE AQUÍ TRES OBSERVACIONES ACERCA de la Última Cena del Señor, de las tantas que se pueden extraer de la descripción de Pablo (1 Cor 11:17-34):
Primero, es una ordenanza temporal. Se observaría solamente “hasta que Él regrese” (11:26). En parte esto es debido a su función “conmemorativa” (“haced esto en conmemoración mía”, 11:24). En el nuevo cielo y la nueva tierra, creyentes transformados no necesitarán un rito como éste para “recordar” a Jesús, porque Él será perpetuamente el centro de su enfoque y adoración. Sabiendo esto, cada vez que participamos en la Última Cena del Señor no sólo se nos ayuda a recordar el cuerpo destrozado de Jesús, pero hacia el futuro y la consumación.
Segundo, debidamente cumplida, la Última Cena del Señor es tener una función kerygmatica o proclamación apostólica de la salvación a través de Jesucristo. La palabra kerigmática viene del verbo kerysso, “proclamar”. Pablo dice que por esta Cena, proclamamos la muerte del Señor hasta que Él regrese (11:26) —aunque utiliza un verbo diferente aquí. Normalmente, el verbo utilizado se encuentra en un contexto de evangelización: anunciamos o anunciamos el Evangelio a personas todavía no convertidas. Si eso es lo que Pablo quiere decir, entonces una de las funciones de la Última Cena del Señor—es su proclamación evangélica— es la evangelización. Sin duda he estado en iglesias donde ese es el caso. Los no creyentes forman parte del servicio. Se les advierte a no participar, pero se les anima a observar y reflexionar sobre lo que ven y oyen. Algo de la importancia del rito se explica, tal vez su función como testimonio de Jesús, el Pan de Vida, que da su vida por la vida del mundo (Juan 6:51). La ordenanza y la palabra juntas proclaman la muerte del Señor.
Por último, el enfoque de la Última Cena del Señor provee una oportunidad para que cada cristiano para se examine a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa (11:27-28). Los intérpretes están en desacuerdo en cuanto al fracaso en reconocer el cuerpo del Señor (11:29). En este contexto, no es posible evaluar las opciones. Puedo simplemente registrar mi conclusión: Pablo advierte que “el que coma y beba sin reconocer el Cuerpo del Señor”, que fue ofrecido en la cruz y al que los testigos que confirman en este rito, “coman y beban su propia condena”. ¿Cómo podría ser de otra manera? Decir, al participar, “Recordamos”, y “Proclamamos”, mientras valoramos el pecado, es acercarse a esta mesa de manera indigna, es pecar “contra el cuerpo y la sangre del Señor” (11:27). Pero independientemente de que la interpretación sea correcta, la propia advertencia debe ser tomada con la máxima seriedad. No es una cuestión de ser lo suficientemente bueno, porque nadie lo es. La única “manera digna”, por la cual acercarse a esta Cena es la contrición y la fe.
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