Por el amor de Dios, volumen 1/9 de julio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 192 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
9 DE JULIO
Josué 11, Salmo 144, 5 Jeremías, Mateo 19
LOS VERSÍCULOS 12-14 DEL SALMO 144 MUESTRAN una situación idílica en la tierra, hijos e hijas multiplicándose y saludable, los graneros limpios y llenos de productos, ganado llenando los campos, el comercio floreciendo, defensas militares sin riesgo, libertad de algún superpotencia regional, la prosperidad y la satisfacción básica de las calles. ¿Qué va a traer estas condiciones?
La respuesta se resume en el último verso: “Dichoso el pueblo del cual esto es cierto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová" (144:15). Esta última línea tiene más significado que lo que estas personas han preferido pasar como cierto tipo de religión. Significa, más bien, que si este Dios, el único y verdadero Dios, dueño de un pueblo, un pueblo que en la confesión de Él como su Dios, le confían, le adoraran y le obedecen, que éste pueblo es realmente bendito. Y debido a que este último verso es un verso que resume, la apertura de este concepto se encuentra en el resto del salmo.
El salmo se abre en alabanza “el SEÑOR, mi roca”, un símbolo que evoca la estabilidad y seguridad absolutas. Este Dios entrena las manos del rey para la guerra: es decir, su gobierno providencial trabaja a través de los medios de suministro y el fortalecimiento de aquellos cuya responsabilidad es proveer a la defensa nacional, mientras que por su parte, confían en Él y no pretenden que su poder militar es de alguna manera un signo de superioridad innata (144:1-2). Lejos de ello, los seres humanos no son más fugaces, solo sombras pasajeras (144:3-4). Lo que debemos tener es la presencia del Soberano del universo, su poderosa intervención: “Abre tus cielos, OH SEÑOR, y desciende, toca los montes, y humeen” (144:5). Cuando el Señor toma una mano, David y su pueblo son rescatados del peligro, la opresión y el engaño (144:7-8). Lo que esto provoca es una alabanza fresca “a Aquel que da la victoria a los reyes, que entrega a su siervo David” (144:10). Cuando Dios toma la mano, el resultado es la seguridad y la fecundidad se describe en los versículos 10-15.
Aquí hay un equilibrio rara vez entendido y aún más raramente logrado. Se aplica exactamente igual que, por ejemplo, avivamiento en la iglesia, que se aplica a la seguridad y la prosperidad de la antigua nación de Israel. Por un lado, hay un reconocimiento profundo de que lo que se necesita es que el Señor desgarre el cielo y descienda. Pero por otro lado, este no genera pasividad o el fatalismo, porque David confía en que la fuerza del Señor le permite luchar con éxito. Lo que no necesitamos es una mentalidad arrogante de “puedo hacerlo” que pone a Dios al final, o una espiritualidad común que confunde la pasión con la pasividad. Lo que necesitamos es el poder del soberano transformador, Dios.
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