Señor, Líbrame de la Distracción
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Paola Montano
Desde la caída del hombre, la gente ha tenido problemas para mantener la concentración, pero hoy en día vivimos en una era llena de distracciones sin precedentes. Ya que probablemente estás leyendo esto desde un dispositivo electrónico, no necesito dar más explicaciones.
Muchos expertos hablan de los efectos negativos que esto está teniendo en nosotros. Muchos de nosotros los hemos sentido: un zumbido del cerebro, la atrofia de la atención, menos tolerancia a la lectura, especialmente de libros.
Nos estamos condicionando a la distracción, y está perjudicando nuestra capacidad de escuchar y pensar con atención, de estar quietos, de orar y meditar. Lo que significa que es un peligro espiritual, un mal del cual necesitamos que Dios nos libere (Mateo 6:13).
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Las Causas de la Distracción
La distracción, al menos el tipo de distracción peligrosa al la que me refiero, está cambiando nuestra atención de algo de mayor importancia a algo de menor importancia.
Nuestro principal y más peligroso problema es estar distraídos de Dios — nuestra tendencia a cambiar la orientación de nuestra atención del Objeto más grande que existe por innumerables objetos inferiores. La Biblia lo llama idolatría.
Este cambio de atención nos trastorna de manera predominante. Tenemos una tendencia a distraernos de lo más importante a lo menos importante como una cascada, afectando negativamente a nuestras relaciones y responsabilidades. Entonces, en el nivel más profundo, nos distraemos debido a nuestra naturaleza caída y egoísta; hay maldad dentro de nosotros.
Pero no todos los problemas de distracción se deben a el mal que reside dentro de nosotros. Algunos son simplemente el resultado de la vanidad que infecta la creación (Romanos 8:20-23). Esta vanidad puede infectar tanto nuestra biología como nuestros entornos. Todos nosotros tenemos cerebros y cuerpos defectuosos, por lo que algunos de nosotros luchamos contra la distracción más que otros debido a factores como el TDAH y otros trastornos mentales o físicos. Los factores ambientales como la mala nutrición, los sistemas familiares poco saludables y las fuerzas culturales/tecnológicas (como el flujo constante de medios) también pueden afectar nuestra capacidad de concentración.
Todos estos factores se mezclan en la mayoría de los casos, por lo que es casi imposible decir si el pecado, la biología caída, o el medio ambiente es el culpable de nuestra distracción. Pero si se lo pedimos a Dios, Él nos librará del mal, sea cual sea la causa, usando a estos poderosos enemigos para nuestro beneficio, ayudándonos a ver lo que nuestros corazones aman, y llevándonos por su gracia a niveles mayores de fe humilde y dominio propio.
Un Corazón Revelador
Cuando algo nos distrae con frecuencia, debemos tomar nota. Nuestra atención a menudo se centra en lo que es importante para nosotros. Así que la distracción puede revelar lo que realmente amamos. Esto le sucedió a la amiga de Jesús, Marta.
Marta estaba ocupada en la cocina mientras Jesús enseñaba en su casa. Cuando Marta se quejó de que su hermana, María, no estaba ayudando porque estaba sentada a los pies de Jesús, Jesús respondió,
- "Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada."(Lucas 10:41-42, LBLA)
Marta estaba distraída de Jesús. ¿Por qué? Al servir a sus invitados. ¿Por qué? Porque estaba ansiosa. ¿Ansiosa por qué? Ansiosa por alimentar a todos, y es muy probable que estuviera ansiosa por lo que todos pensarían de ella y de su hogar si no lo hacía bien.
Pero Marta no reconoció su distracción hasta que Jesús la ayudó a ver su corazón. Ella pensó que estaba haciendo lo correcto al servir a todos. Pero Jesús señaló a Marta que sus valores estaban desordenados. Ella había cambiado su atención de lo más importante a lo menos importante.
Entonces, en nuestro ajetreo, debemos preguntarnos, ¿cuál es la verdadera distracción? ¿Qué es lo que nuestro corazón desea? ¿Estamos eligiendo "la parte buena", buscando "una cosa" (Salmos 27:4), o algo menos que eso?
Una Lucha que Produce Fe Humilde
La distracción es un recordatorio frecuente de nuestra fragilidad y límites, que no somos Dios. Y dado que llegamos a tener niveles de orgullo tan injustificables y francamente ridículos, esto es muy bueno para nosotros. La distracción nos humilla y nos obliga a pedirle a Dios la ayuda que tan desesperadamente necesitamos.
Y puede edificar nuestra fe. Dios no está tan interesado en nuestra eficiencia como en nuestra fe. ¿Recuerdas cómo dejó que los enemigos hostigaran a Nehemías y a sus constructores de murallas de Jerusalén, ralentizando la obra (Nehemías 4)? Del mismo modo, Dios nos permite luchar contra la distracción ineficiente para producir en nosotros una fe dependiente en él. Eso es lo que Dios está produciendo en todas las ineficiencias de nuestra vida.
Si vemos que las bendiciones de humildad y fe dadas por el Espíritu crecen en nosotros a través de nuestras luchas contra la distracción, la contaremos entre "todo" por lo que damos gracias (Efesios 5:20).
Fortaleciendo el Músculo del Dominio Propio
Dios también usa la distracción para fortalecer nuestro dominio propio. El dominio propio del cristiano es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23). Y como casi todo el fruto de la santificación del Espíritu en nosotros, se cultiva a través del don primario y decisivo del Espíritu, y nuestro duro trabajo que es secundario pero indispensable.
Es útil recordar que fortalecemos el dominio propio de manera similar a cómo fortalecemos los músculos: a través de la resistencia. Los músculos no se vuelen más fuertes sin hacer presión contra la resistencia. Tampoco el dominio propio. No hay forma de evitar el arduo trabajo de enfocarnos y descubrir qué funciona mejor para nosotros. Pero si nos enfocamos en oración y fidelidad, el Espíritu potenciará nuestros esfuerzos y veremos como nuestra capacidad de dominio propio aumenta.
Ahora, al igual que con la fuerza física y la capacidad, a algunos les ha sido dada una mayor capacidad de concentración que a otros. Si eres una de esas personas, el manejo adecuado de este don será diferente en aquellos menos dotados. Tal como un atleta dotado, estás hecho para sobresalir. Trata de maximizarlo, porque “a todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él” (Lucas 12:48).
Si eres una persona que, por alguna razón, te es más difícil luchar con la distracción, no necesitas sentirte condenado (Romanos 8:1). Para ti, el buen manejo se ve cuando haces lo mejor que puedes contra la distracción. Esfuérzate. Puede que no seas capaz de hacer lo que otros hacen, pero Dios sólo te hará responsable de la medida de gracia que te ha sido dada (Romanos 12:6).
Lo Que Sea Necesario
Está bien que veamos ciertas distracciones como malvadas en sí mismas. Cada distracción es un impuesto de tiempo, un impuesto para el cual no hay reembolso. El tiempo perdido simplemente significa que tenemos menos para gastar. Cada minuto que pasamos distraídos es un minuto que no podemos recuperar, que ahora está congelado en el pasado permanentemente. Está bien tratar de aprovechar nuestro tiempo en estos días malos (Efesios 5:16).
Pero tampoco necesitamos paralizarnos más por esto que por cualquier otra lucha con el pecado o la vanidad. Nuestro Padre quiere que crezcamos en la gracia de un enfoque impulsado por la fe, y, a través de Cristo, hará que nuestras difíciles luchas contra la distracción cooperen para nuestro bien (Romanos 8:28). Él, a través de su Espíritu, los usará para liberarnos de la idolatría y el orgullo y para ayudarnos a crecer en dominio propio. Entonces, podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia con esta oración:
- Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi determinación de perseguir solo lo que me has llamado a hacer, y líbrame de la distracción infructuosa.
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