Una muestra de la Gloria de Dios: los Ancianos
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Mark Dever
sobre Gobierno de Iglesia
Capítulo 3 del Libro Una muestra de la Gloria de Dios: los Ancianos
Traducción por Marina Puertas
Tan importantes como los diáconos, incluso más para nuestra vida conjunta como cristianos, es el ministerio de otro grupo del que trataremos a continuación: los ancianos.
I. Pluralidad de los ancianos
Lo primero que notamos acerca de los ancianos de una iglesia local es que son ancianos en plural. Aunque nunca se menciona un número específico de ancianos dentro de una congregación particular, el Nuevo Testamento se refiere a ellos normalmente como “ancianos” en plural (e.g. Hechos 16:4; 20:17; 21:18; Tito 1:5; Santiago 5:14). Los ancianos de Israel mencionados en los Evangelios y en Hechos son ancianos en plural. Los ancianos del Paraíso son ancianos en plural (vid 5:14; 11:16; 19:4). En Hechos 11:30, los ancianos están en plural. En Hechos 14:21-23 leemos: “Y después de predicar la buena nueva en aquella ciudad (Derbe) y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, y confirmaron los ánimos de los discípulos y les pidieron que permaneciesen en la fe… Pedro y Bernabé nombraron [o habían elegido] ancianos para representarles en cada iglesia y, tras orar y ayunar, les encomendaron al Señor en quien habían depositado su fe”. Si observamos Hechos 15, encontraremos que en los versículos 2, 4, 6, 22 y 23 aparecen ancianos en plural. En Hechos 16:4, la palabra “ancianos” también aparece en plural. En Hechos 20:17 leemos cómo Pablo llama a los ancianos de la iglesia de Éfeso. Lo mismo ocurre en Hechos 21:28 y en 1 Timoteo 4:14 y 5:17. En Tito 1:5, Pablo dice: “Por este motivo te dejé en Creta, para que terminases lo inacabado y establecieses ancianos en cada ciudad…” Santiago en Santiago 5:14 se imagina a los ancianos (en plural) de la iglesia local (singular) yendo a rezar con uno de ellos que está enfermo. En 1 Pedro 5:1, Pedro se dirige a los ancianos entre esos cristianos. De hecho, las únicas excepciones se encuentran en Juan 2 y 3, donde el escritor simplemente se refiere a sí mismo como “el anciano”, y en 1 Timoteo 5, donde se habla de la jurisprudencia eclesiástica que debe aplicarse si existe una acusación contra un anciano. Sin embargo, básicamente, la situación en el Nuevo Testamento es que existe normalmente un cuerpo de ancianos dentro de la autoridad local, no un único anciano.
II. Requisitos de los ancianos
Las mujeres no forman parte de los ancianos
¿Quién debe ser un anciano? ¿Cuáles deben ser sus requisitos? Los requisitos de los ancianos se muestran claramente en la Biblia en 1 Timoteo 3 y en Tito 1.
Sin embargo, antes de pasar a 1Timoteo 3, es necesario abordar un hecho recogido en 1 Timoteo 2: que no es la voluntad de Dios para las mujeres servir como ancianos.
Aunque se han hecho muchas preguntas acerca de una frase poco clara en 1 Timoteo 2, siempre es seguro comenzar por las partes más claras de las Escrituras y predicar que Dios arrojará luz sobre las partes más oscuras, y no poniendo en duda las partes claras por el hecho de que existan las oscuras. Lo que queda claro en 1 Timoteo 2 es que una mujer no debe enseñar a un hombre ni tener autoridad sobre él, aunque la autoridad exacta de la que Pablo pretende hablar aquí claramente implica el aprendizaje de la mujer. La práctica de la Iglesia primitiva era la de depositar la orden de la creación en la autoridad del marido sobre la esposa, reflejada en la práctica de la Iglesia. Gálatas 3:28 es claro en el hecho de que en Cristo no hay masculinidad ni feminidad, pero esto no pretende eliminar todas las distinciones entre los géneros, sino que simplemente es una afirmación de la gracia maravillosamente imparcial de Dios en la salvación.
1 Timoteo 3
Visto esto, pasemos a la lista en 1 Timoteo 3. Detengámonos unos minutos en leer 1 Timoteo 3:1-7. D. A. Carson (profesor especializado en el Nuevo Testamento en la Trinity Evangelical Divinity School) se dio cuenta de que esta lista de características es más notable por ser no muy notable en realidad. Lo que él quiere decir es que estas características se encuentran en alguna parte de la Biblia y se imponen sobre todos los cristianos; todas ellas, excepto la capacidad de enseñar (1 Timoteo 3:2). Aunque las Escrituras son suficientes para enseñarnos acerca del carácter de un anciano, no creo que Pablo afirmara que esta lista particular es exhaustiva. Más bien, su propósito era enunciar características que generalmente eran reconocidas como virtuosas incluso por el resto de culturas de la época.
La importancia del liderazgo en la Iglesia
La importancia del liderazgo en la Iglesia radica en traer la Gloria de Dios encomendando la verdad a los forasteros. Es por ello por lo que Pablo se indignó tanto con los Corintios cuando acudieron al tribunal secular para denunciarse entre ellos y cuando permitieron a aquellos que llevaban vidas profundamente impías asociarse con la Iglesia. Ambas cosas minarían el testigo de los Evangelios. Por ello en la primera carta de Pablo a Timoteo, la obvia impiedad de algunos de los falsos maestros de la Iglesia de Éfeso estaba poniendo en peligro el método en el que Dios sería glorificado a través de la Iglesia: la proclamación del perdón y la esperanza recogida en el Evangelio, así como la conversión de los pecadores. La lista de virtudes que da Pablo en 1 Timoteo 3 (o Tito 1, en realidad) no incluye todas las virtudes que un cristiano debería mostrar. Se trata de virtudes que el Evangelio ha encomendado a aquellos que observaban a los líderes de las iglesias. Leer la Biblia de forma habitual es bueno y la oración es necesaria, pero Pablo no menciona nada de esto. Sin embargo, ¡quiero ambas virtudes en mis ancianos! En alguna parte de la Biblia se enseña que estas virtudes deben caracterizar a todos los cristianos, pero creo que el objetivo de Pablo aquí era el de hacer hincapié en cosas como pagar las deudas a tiempo, ser alegre, humilde y servicial… cosas que incluso la mayoría de los paganos consideran buenas.
Encontrar líderes píos en nuestras iglesias
¿Cómo encontramos a estos líderes en nuestras iglesias? Rezamos por la sabiduría de Dios. Estudiamos Su Palabra, sobre todo esos pasajes en 1 Timoteo y Tito que enseñan claramente los requisitos de esta responsabilidad. No deberíamos seguir los patrones mundiales a la hora de elegir a nuestros líderes. No deberíamos imitar a esas iglesias que simplemente encuentran líderes de la comunidad en la parroquia y luego los hacen líderes de la congregación. Os Guinnes, en su libro Dining with the Devil (“Cenando con el Diablo”) reproduce el comentario de un empresario japonés a un visitante australiano: “Siempre que conozco a un líder budista conozco a un hombre sagrado. Siempre que conozco a un líder cristiano, conozco a un dirigente” (pág. 49). En lugar de eso, debemos buscar a esos hombres con carácter, reputación y capacidad para manejar el mundo, así como productividad; esto es lo que caracteriza a un buen líder para la iglesia. El carácter de estos líderes de las iglesias debe construirse no para ellos mismos, sino para los demás. Por ello, no deben ser amantes del dinero, sino amantes de los forasteros (es lo que significa literalmente “hospitalario”). Los verdaderos líderes de las iglesias se centrarán en los demás.
III. Contexto histórico
Palabras originales para “anciano”
Todas las iglesias han tenido individuos que hacían las funciones de los ancianos, incluso si se les llamaba por otros nombres. Los dos nombres más comunes del Nuevo Testamento para este cargo eranepiscopos (supervisor) y presbuteros (anciano).
Presbiterianos y ancianos
Cuando los evangélicos hoy escuchan la palabra “anciano” muchos piensan inmediatamente en “presbiteriano”. Sin embargo, los primeros congregacionistas allá por el siglo XVI enseñaban que la vejez era un cargo en la iglesia del Nuevo Testamento. Aunque es históricamente preciso asociar a los ancianos con los presbiterianos, no lo es asociarlos exclusivamente con los presbiterianos; tampoco es cierto pensar que el término es extraño para los baptistas.
Baptistas y ancianos
Los ancianos podían encontrarse en iglesias baptistas en América a lo largo del siglo XVIII y en el XIX (e.g., Robertson’s Life of Broadus,p. 34;O. L.Hailey, J. R.Graves, p. 40). W.B. Johnson, el primer presidente de la Convención baptista del sur, escribió un libro acerca de la vida de las iglesias en el que defendía fervientemente la idea de la pluralidad de los ancianos en una iglesia local. Ya fuese a través de la falta de atención a las Escrituras o por la presión de la vida en la frontera (donde las iglesias surgían a un ritmo inusitado), la práctica de cultivar este tipo de liderazgo decayó. Sin embargo, la discusión baptista acerca de revivir este cargo bíblico continuó. Hasta el siglo XX las publicaciones baptistas se referían a los líderes con el título de “ancianos”. Aunque esta práctica es inusual entre las iglesias baptistas hoy en día, se está desarrollando una vuelta a la misma, y por un buen motivo. Era necesario en las iglesias del Nuevo Testamento, y lo es también ahora.
Permítanme definirles lo que queremos decir con la palabra “ancianos” haciendo una distinción entre los ancianos y el personal de la iglesia, a continuación entre los ancianos y los diáconos, y después preguntando a los otros ancianos acerca de la relación con el pastor.
IV. Relación de los ancianos y los trabajadores de la iglesia
Muchas iglesias modernas han tendido a confundir a los ancianos con los trabajadores de las iglesias. Los trabajadores de las iglesias son personas elegidas para trabajar a tiempo completo en ellas. A menudo son personas que están familiarizadas con las rutinas diarias. A menudo reciben formación eclesiástica. Deben ser personas pías y maduras, ya que de lo contrario no serían escogidas. Es cierto que algunos trabajadores de las iglesias pueden ser ancianos. De hecho, la constitución de nuestra iglesia exige que no se nombre pastor a ninguna persona que no sea inmediatamente reconocida como anciana. Creo que se trata de una disposición muy sabia. Sin embargo, nuestra constitución también exige que la mayoría de nuestros ancianos no estén al servicio de las iglesias. Por ejemplo, los ayudantes del pastor (hombres jóvenes, útiles para el ministerio, que probablemente se marcharán pronto al seminario) normalmente no son reconocidos como ancianos, aunque cuidan de nosotros de forma excepcional en todos los aspectos, desde la enseñanza hasta las visitas. El motivo por el que incluimos esta disposición en nuestra constitución fue concretamente porque deseamos asegurarnos de que nosotros como congregación sentimos el peso de la responsabilidad no solo de contratar a ancianos, sino de intentar ser el tipo de iglesia espiritualmente fructífera que ve cómo se alzan ante nosotros. De los cinco ancianos reconocidos actualmente en nuestra iglesia, tres tienen trabajos seculares y solo dos, yo como pastor y nuestro administrativo, están al servicio de la iglesia.
V. Relación entre los ancianos y los diáconos
En la práctica, no en la teoría, muchas iglesias han confundido los papeles del Nuevo Testamento para los diáconos y los ancianos. La labor de los diáconos, como ya hemos visto, está relacionada con los detalles prácticos del día a día de una iglesia: administración, mantenimiento y cuidado de los miembros de la iglesia con necesidades físicas; todo ello para mantener la unidad de la iglesia y el ministerio de la Palabra.
Similitudes en las capacidades
En 1 Timoteo 3, lo que es más destacable a la hora de comparar las listas de capacidades de los ancianos por una parte y de los diáconos por otra no son sus diferencias, sino sus similitudes. Ambos supervisores (ancianos) y diáconos necesitan ser individuos con buena reputación, intachables, de confianza, monógamos, sobrios, calmados y generosos. De hecho, estas listas de características son tan similares que lo llamativo es que con capacidades tan parecidas Pablo y esos primeros cristianos deberían haber reconocido claramente dos cuerpos independientes de líderes.
El origen de la distinción
En Hechos 6 hemos visto algo acerca del origen de la distinción de papeles y responsabilidades de los diáconos y los ancianos. En Hechos 6:2, después de que comenzaran las quejas en la iglesia de Jerusalén, leemos: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron ‘No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas’.” A partir de esto, podemos decir que el ministerio de la Palabra de Dios es fundamental para la responsabilidad de los ancianos. No solo eso, sino absolutamente fundamental para las iglesias. Cuando se caracteriza de nuevo en 6:4 vemos como anuncian: “Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Serían, literalmente, diáconos de la Palabra. Esto concuerda con lo que vemos más tarde en Hechos 15 y 20, así como en la característica de que los ancianos deben ser capaces de enseñar. Parece que el papel de los ancianos es fundamentalmente dirigir al pueblo de Dios enseñando la Palabra de Dios. Esta enseñanza debe lograrse mediante el conocimiento público de la Palabra de Dios y también por las vidas ejemplares que llevan.
Enseñanza y autoridad
Para resumir este apartado, la autoridad de los ancianos está directamente relacionada con su tarea de enseñar. Debe ser un pastor/guía. Nosotros que somos ancianos debemos servir como supervisores. En Hechos 6 vemos cómo los ancianos proponen algo a la asamblea. Pablo en 1 Timoteo 5 se refiere a los ancianos como “los que dirigen los asuntos de la iglesia” y “los que predican y enseñan”. Pero sobre todo, parece que el papel de los ancianos es el de ser líderes mediante una enseñanza paciente y cuidadosa.
Sería beneficioso pata muchas iglesias hacer una distinción de nuevo entre el papel del anciano y el del diácono.
VI. Relación entre los ancianos y “el” pastor
Si preguntamos “¿la Biblia enseña que debe existir la figura de un pastor mayor junto con o dentro del grupo de ancianos?” creo que la respuesta sería “no, no directamente”. Dicho esto, sí creo que podemos concebir un papel distinto entre los ancianos destinado a aquel que sea el principal profesor público de la iglesia.
“Pastor” en el Nuevo Testamento
“Pastor” solo aparece en la nueva versión internacional del Nuevo Testamento en Efesios 4:11 en la lista de los regalos de Dios a su iglesia (junto con los maestros). Tras la palabra inglesa “pastor” se encuentra la griega poimenas, que está relacionada con shepherd (guía). La palabra relacionada con esta última aparece en varias ocasiones, como en 1 Pedro 5:2 o Hechos 20:28, pero en ninguna de ellas parece indicarse una posición separada de elder (anciano). De hecho, en Hechos 20:17 y 28, queda claro que elder, overseer (supervisor) [Bishop, obispo] y shepherd [pastor] se usan indistintamente para referirse al mismo grupo de personas.
Comentarios sobre el papel pastoral
Dicho esto, permítanme ofrecerles cuatro comentarios acerca de este papel que creo que observamos en el Nuevo Testamento.
1) Incluso en el Nuevo Testamento existían algunos hombres que se mudaban de un sitio a otro, como Timoteo o Tito, y servían como ancianos y algunos que no, aparentemente como aquellos que Tito (en Tito 1:5) nombraba en cada ciudad. Así pues, mientras Timoteo era forastero, otros fueron escogidos entre los miembros de la congregación local. 2) Hubo algunos que trabajaban a tiempo completo para la congregación (vid 1 Timoteo 5:17-18; Filipenses 4:15-18) y otros que tenían otra ocupación, como a menudo hacía Pablo cuando estaba predicando el testamento en una zona por primera vez. Podríamos pensar que no todos los ancianos que Tito se aseguró de nombrar en Creta estaban contratados a tiempo completo. 3) Es interesante destacar que Pablo solo trasladó a Timoteo instrucciones para la iglesia allí, aunque sabemos por Hechos que había otros ancianos en la iglesia efesia. Sin embargo, parece que Timoteo tenía en cierto modo una función única entre ellos. 4) Finalmente, las cartas de Jesús a las siete iglesias en Revelación 2 y 3 están dirigidas al mensajero, en singular, de cada una de esas iglesias.
Por supuesto, ninguna de estas son verdades absolutas, sino descripciones coherentes con nuestra práctica de apartar al menos a uno, o quizás más, de nuestros ancianos, que no tiene porqué ser de nuestra comunidad, apoyarle y encomendarle la responsabilidad de la enseñanza en nuestra iglesia.
El pastor como anciano
Sin embargo, debemos recordar que el predicador, o pastor, es también fundamentalmente uno de los ancianos de su congregación. Probablemente lo más útil para el ministerio pastoral dentro de mi iglesia ha sido el reconocimiento de los otros ancianos. El servicio de los otros ancianos para conmigo ha producido increíbles beneficios. Un gran número de ancianos deberían ayudar a las iglesias complementando los dones del pastor, compensando algunos de sus defectos, completando su criterio y dando apoyo a la congregación en la toma de decisiones, evitando así que los líderes estén expuestos a críticas injustas. Este tipo de pluralidad también consigue que el liderazgo se haga más arraigado y permanente y deja espacio a una continuidad más madura. Anima a las iglesias a asumir una mayor responsabilidad para el crecimiento espiritual de sus propios miembros y las ayuda a ser menos dependiente de sus empleados. Nuestra iglesia en Washington ha disfrutado de estos beneficios y más gracias al regalo de Dios: los ancianos.
VII. Relación de los ancianos y la iglesia
Cinco características de la relación
Hablaremos de este tema más adelante cuando reflexionemos sobre lo que significa el congregacionalismo, pero, en general, la relación entre los ancianos y la congregación local a la que sirven debería estar marcada por muchas pruebas del carácter pío y de la dependencia mutua en Dios. Permítanme mencionar cinco características de esta relación: reconocimiento, confianza, pureza, cuidado y resultados.
1) Reconocimiento claro. Los ancianos deben ser reconocidos por las iglesias como regalos de Dios para el bien de ellas. Por tanto, las iglesias deberían delegar en ellos el deber de enseñar y dirigirlas. Esos deberes solo pueden ser revocados cuando sea evidente que los ancianos están actuando de forma opuesta a como dictan las Escrituras. Y, por su parte, los ancianos deben reconocer la autoridad encomendada por Dios a la congregación (e.g. Mateo 18; 1 Cor. 5; 2 Cor. 2) 2) Confianza sincera. La iglesia debe confiar, proteger, respetar y venerar a sus ancianos. De hecho, Pablo escribe en 1 Timoteo 5:17: “Los ancianos que gobiernan los asuntos de la iglesia serán tenidos por dignos de doble honor, sobre todo aquellos cuyo trabajo es predicar y enseñar”. Los ancianos deben ocuparse de los asuntos de las iglesias y las iglesias deben someterse a su liderazgo. Así, en Hebreos 13:17 aparece: “Obedeced a vuestros líderes y someteos a su autoridad porque ellos velan por vosotros como hombres, como quienes deben dar cuenta. Obedecedles de forma que su trabajo sea una alegría, no una carga, ya que no sería provechoso.” 3) Pureza evidente. Hemos visto la importancia que otorga Pablo a que los ancianos sean “inmaculados” en las cartas a Timoteo y Tito (en Tito 1:6 Pablo escribió: “Un anciano debe ser irreprensible, marido de una sola mujer, un hombre con hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía”). Por tanto, el anciano debe estar dispuesto a tener una vida expuesta a los demás e incluso un hogar abierto a personas extrañas, debe ser hospitalario e incluir a los demás en su propia vida. 4) Cuidado sincero. Los ancianos deben caracterizarse por un uso de su autoridad que muestre que comprende que la iglesia no les pertenece a ellos, sino a Cristo. Cristo ha comprado la iglesia con Su propia sangre y, por tanto, debe ser valorada, tratada con cuidado y delicadeza, dirigida con fe y pureza para la gloria de Dios en beneficio de la iglesia. Los ancianos deben rendir cuentas a Cristo por sus servicios. 5) Resultados beneficiosos. Como en casa, o como en nuestra relación con Dios, el reconocimiento humilde de la autoridad legítima produce beneficios. En una iglesia, cuando se utiliza la autoridad con el consentimiento de la congregación por el bien de la misma, esta se beneficiará, ya que Dios construye Su iglesia a través de los maestros que Él da a Su iglesia. La mentira de Satán, acerca de que nunca debe confiarse en la autoridad porque siempre es tiránica y opresiva, debe ser desbancada por la práctica y el reconocimiento benevolente de la autoridad de los ancianos en el contexto de la congregación.
Consideración hacia los pastores
Cuando Edward Griffin (1770-1837) se retiró de la iglesia había realizado una gran labor y durante muchos años; se dirigió a la congregación para hacerle una petición mediante unas palabras que nos enseñan bien cómo debemos dirigirnos no solo al pastor (como pretendía Griffin) sino a todos aquellos ancianos que Dios nos ha regalado:
Por tu propio bien y por el bien de tus hijos, valora y venera a aquel que has elegido para ser tu pastor. Él ya te quiere y pronto te querrá como “carne de su carne”. Será también tu deber hacer que su trabajo sea lo más agradable posible. No exijas mucho. No exijas visitas de forma muy frecuente. Si en este sentido él dedicara la mitad del tiempo que algunos le exigen, descuidaría sus estudios o incluso fracasaría a causa de esta carga. No le transmitas todos los comentarios desagradables que pueden decirse sobre él; tampoco, en presencia suya, hagas alusiones a la oposición, si esta aparece. Aunque es un ministro de Cristo, piensa que tiene los sentimientos de un hombre”. (Edward Griffin, A Tearful Farewell from a Faithful Pastor” [1809]).
VIII. Sobre el don de la autoridad
Espero que vean en todo esto que es un gran privilegio servir en el liderazgo de las iglesias, algo que no debe perderse. Algunas personas pueden creerse muy ocupadas o pensar que ese trabajo no vale la pena. Recuerdo una frase del actor Gary Cooper: “Me alegra que sea Clark Gable y no Gary Cooper quien se dé el batacazo”. Se dice que Gary Cooper pronunció esta frase cuando rechazó el papel protagonista de “Lo que el viento se llevó”. Lo que hemos estado tratando es mucho más importante que cualquier cosa que conlleve fama mundial o riqueza. Pablo dice que ser anciano es una “tarea noble” y que aquel que la desea está deseando algo bueno.
Una de las veces que me he sentido más desalentado en una conversación fue cuando estaba hablando con alguien que daba clase en la Universidad de Cambridge. Estábamos almorzando y él hablaba de su enfado ante una decisión reciente tomada por el ayuntamiento. Mientras él seguía hablando, recordé lo típico que era en él mostrar enfado ante la autoridad. Entonces, llegó un momento en el que le hice una pregunta simple, directa y rotunda: “¿Crees que la autoridad es mala?” Normalmente, este tipo de preguntas iría seguida únicamente de una mirada de desconcierto, un balbuceo condescendiente acerca de por qué se hace una pregunta tan inocente y una respuesta vaga constreñida por cientos de calificativos. Esta vez, sin embargo, me sorprendió su respuesta falta de matices, simple, directa y rotunda: “Sí”.
El reconocimiento de la naturaleza resquebrajada de la autoridad y la posibilidad de su abuso es bueno y saludable. El poder alejado de los objetivos de Dios es siempre demoníaco. En realidad, revela más de la persona que cuestiona que de la autoridad. Además, muestra una degeneración cancerosa en nuestra capacidad de actuar como aquellas personas hechas a imagen de Dios. Para vivir como Él pretendía que viviéramos debemos ser capaces de confiar en Él e incluso, no en una pequeña extensión, de confiar en aquellas personas hechas a imagen de Dios. Todos en la Biblia, desde Adán y Eva hasta los bellacos gobernantes del libro de la Revelación, muestran su maldad fundamentalmente al negar la autoridad de Dios y usurparla.
¡Es un gran privilegio ser servidos por líderes piadosos! ¡Tener una autoridad piadosa modelada y dirigida a lograr nuestro beneficio es un gran regalo! Rechazar la autoridad, como muchos hacen hoy día, es poco inteligente y autodestructivo. Un mundo sin autoridad es como desear sin límites, como un coche sin volante, una intersección sin semáforos, un juego sin reglas, un hogar sin padres, un mundo sin Dios. Puede funcionar durante un tiempo, pero pronto parecerá inútil, después cruel y finalmente inenarrablemente trágico.
A pesar de nuestra tendencia a ignorarlo, un liderazgo piadoso y bíblico es fundamental para la construcción de una iglesia que glorifique a Dios. Nuestro ejercicio de liderazgo en la iglesia está relacionado con el carácter y la naturaleza de Dios. Cuando ejercemos una autoridad correcta según las leyes, en torno a la mesa familiar, en nuestros trabajos, en el grupo de scouts, en nuestro hogar y sobre todo en la iglesia, estamos ayudando a mostrar la imagen de Dios a Su creación. Esta es nuestra misión. Este es nuestro privilegio.
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