¿Por Qué los Grupos Pequeños?/La Comunión Redescubierta
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Revisión de 20:29 28 sep 2009
En el corazón de Charleston, Carolina del Sur, se encuentra un edificio viejo usado como iglesia. Vidrios de color contrarresta la solemnidad del ladrillo rojo. A dentro, imágenes de Jesús y otras figuras bíblicas grabadas en el vidrio filtran la luz del lugar de adoración. Un altar, labrado a mano, llega del piso al techo abovedado. Alguien prestó mucha atención al detalle al diseñar y edificar ese lugar de adoración. Encima de la entrada, incrustado en el ladrillo, se encuentra una cruz – el símbolo y el corazón de la cristiandad por 2,000 años.
Pero han cambiado los tiempos, y la necesidad de tener un lugar de adoración se ha reemplazado en el distrito turístico de Charleston con la necesidad de un espacio para un restaurante excelente. Así que actualmente, lo que antes se conocía como La Iglesia del Redentor, se ha transformado en el Mesa Grill. El nombre de la iglesia, labrado en un cartel de mármol en la entrada de la calle, parece como si lo habían intentado limpiar con chorro de arena. En la vitrina de vidrio que antes anunciaba los sermones y actividades, ahora se encuentra el menú del día. En donde antes se veían los bancos de madera que llenaban el espacio de adoración, ahora se ven reservados tapizados entre las plantas interiores. La música roquera vibra en el ambiente; el artista Sting ha reemplazado a Handel así como los nachos han reemplazado el pan de comunión. La incongruencia del lugar no parece afectar a los clientes.
Contenido |
Redescubrir la Comunión Bíblica
Como informa el título de este capítulo, este es un ensayo acerca de la comunión, y el restaur ante del Mesa Grill es una metáfora apropiada para describir lo que ha pasado en la práctica de las relaciones entre cristianos en la iglesia actual. Nos hemos quedado con la palabra y la hemos transformado en algo que no representa, en lo más mínimo, lo que significaba para el que la definió.
La comunión es como esa iglesia antigua. La gente ha empezado a usar esa palabra para describir maneras de relacionarse que nunca se desearon para la comunión preciosa entre los santos. Y porque Dios creó la práctica, debemos asegurarnos de usarlo de la manera para cual él lo diseñó- porque Dios no pone de venta la comunión. ¿Se acuerdan qué sucedió cuando Jesús vio que el Templo se estaba utilizando como centro de ganancias monetarias?
Lo que no es la comunión. Al descuidarse, los cristianos han redefinido la comunión para ser cualquier intercambio humano caluroso—especialmente cuando conectamos con alguien y nos damos cuenta que tenemos intereses, experiencias, y perspectivas parecidos. A mí me gusta el aire libre. Escalar, piragüismo, y pescar son algunas de mis actividades favoritas para pasar el tiempo. Cuando me encuentro con alguien que conoce los placeres del sendero Rose River en el parque nacional de Shenandoah, o que ha ido en canoa en los rápidos del Río Youghegheny, o que se ha emocionado al primer tirón de una perca, nuestra conversación inevitablemente va ser una animada y amigable. Pero no es comunión.
Si paso tiempo con un hermano en Cristo jugando voleibol, hablando de perspectivas políticas compartidas, o siguiendo las buenas y las malas de la franquicia del fútbol americano nacional, tal vez podremos tener un muy buen tiempo y profundizar nuestra amistad. Pero en ninguna de estas tendremos comunión.
Déjame llevarlo aun más allá. La comunión no es (o no necesariamente es) ir a un estudio de Biblia con alguien, compartir compromisos doctrinales, o asistir a una reunión de hombres cristianos en donde las emociones son profundas y las pasiones altas. La comunión no se encuentra en sesiones de “terapia de grupo” en donde los participantes revelan sus pensamientos más ocultos – aun si cada persona en el grupo es cristiano y lleva su Biblia. De hecho, pueden estarse casados dos personas cristianas y aun así no experimentar la comunión.
He escuchado cristianos quejarse de que sus relaciones parecen ser superficiales y no saben porque. Lo que no alcanzan ver es que, mientras todo cristiano tiene relaciones, no todas las relaciones incluyen comunión. En la comunión Dios nos ofrece un regalo precioso pero descuidado – un especie de relación humana creada exclusivamente para sus hijos. Si para Dios es tan importante, deberíamos averiguar qué es.
Lo que es la comunión. La comunión es una experiencia relacional de cristianos que es única. Sólo los que son nacidos del Espíritu de Dios pueden tener comunión – lo cual hace su descuido aun más trágico.
La palabra “comunión”, como se encuentra en la Biblia de español, es una traducción de la palabra griega koinonia. También es la raíz de la palabra “comunidad”. Sin embargo, tristemente, los políticos y los sociólogos han redefinido efectivamente la palabra “comunidad” para significar “un grupo con intereses especiales”, así que necesitamos palabras adicionales para captar todo el significado. Aquí nos puede ayudar la versión Estándar Revisada de las Escrituras nos pueden ayudar. Traduce koinonia como “comunión”, pero también como “participación”. (en los siguientes versículos, estas palabras se encuentran en cursiva para énfasis).
Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración (Hechos 2:42 Biblia de las Américas).
Sabéis muy bien que los creyentes en Cristo deben consolarse unos a otros y animarse con amor recíproco; deben mantenerse unidos, participar del mismo Espíritu y vivir en mutuo afecto y compasión… (Fil. 2:1 Version Castellano).
…y pido para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús (Filemón 1:6 Reina-Valera 1995).
¿Qué es la comunión según el Nuevo Testamento? Sólo esto: el participar juntamente en la vida y la verdad hecho posible por el Espíritu Santo a través de nuestra unión con Cristo. La comunión es el compartir algo en común al nivel más profundo posible en las relaciones humanas – nuestra experiencia de Dios mismo.
Participar juntos…vida y verdad…compartir lo común…relaciones humanas…experimentar a Dios – estas frases encapsulan la esencia de la experiencia única del cristiano en la comunión. Oportunidades de enamorarse, casarse, tener hijos, buscar una carrera, jugar béisbol, o ir a la escuela son opciones abiertas a la humanidad en general. Pero solo los cristianos puede experimentar comunión. Por esta razón únicamente, debería ser extremadamente precioso para nosotros esta calidad única de la existencia cristiana. Deberíamos explorar con avidez su significado para poder extraer plenamente sus tesoros. Mi esperanza sincera es que este capítulo los obligue a buscar una experiencia más profunda en la comunión.
Empiecen con Dios
Comunión con Dios es el requisito indispensable para la comunión con otros. Este es el mensaje explicito de Juan en su primera carta bíblica:
Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad; mas si andamos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:3, 6-7).
El fluir del argumento de Juan tal vez no sea tan franco como preferirían lectores modernos, pero su lógica es clara. Juan y sus maestros contemporáneos (el “nosotros” del pasaje) han llegado a conocer la verdad por medio de la vida y enseñanza de Jesús. Esto les ha permitido tener comunión con Dios Padre, y el Cristo ascendido. Esta comunión no sólo existe con Dios sino también en medio de y entre los que “andamos en la luz”. El pecado, (”andar en tinieblas”) no sólo contamina nuestra comunión con Dios sino que también estorba nuestra comunión uno con el otro. “Andar en la luz” – el obedecer la palabra de Dios y confesar nuestro pecado al desobedecer – debe resultar en la comunión. En fin, la comunión con otros comienza con una relación honesta, abierta, y obediente con Dios, arraigada en la verdad de su Palabra. La manera en que compartimos esa relación con otros – la manera en que luchemos con entender la verdad y batallemos con aplicarlo a nuestras vidas – es la esencia de la comunión.
Así que, la comunión tiene una fuente, y dos canales. La fuente es Dios. Los dos canales – ambos entendidos a luz de las Escrituras – son la obra del Espíritu Santo directamente a nuestros corazones, y la luz del Espíritu a través de otros creyentes.
Algunos, al escuchar esto, tal vez sean tentados al bajarse del camión que los lleva a la comunión. Relaciones, aun entre creyentes, vienen envueltos de problemas. El buscar relaciones es el abrirnos a ser dañados, malentendidos, y molestados, por la razón de que nuestras relaciones, inevitablemente, son influidos por nuestro pecado.
Tal vez piensa que comunión con Dios es todo lo que necesita. Es más, ¿qué no enseña la Biblia que Dios y su Palabra son suficientes para suplir todas nuestras necesidades con respeto a la vida y la piedad? Sí, así lo enseña. Pero el error queda en limitar los medios que Dios usa para ayudarnos aplicar la verdad a nuestras vidas. Solamente el Espíritu puede iluminar la Escritura a nuestra mente y darnos el poder para obedecerla. Sin embargo, el Espíritu muchas veces escoge utilizar a otras personas como medios de comunicar su verdad a nuestros oídos y nuestros corazones. ¿Quiénes somos nosotros para discutir con él? Claro que usará a los maestros de la Palabra a través de sermones, libros, y audio-casetes. Pero también usará al hombre típico en su grupo pequeño. He allí el inconveniente. Podemos ignorar a los maestros, cerrar los libros, apagar los audio-casetes. Cuando ponemos atención podemos aplicarlo erróneamente a nuestra conveniencia. Pero es improbable que las personas más cercanas a nosotros, si están poniendo de su parte en la comunión, nos van a dejar ignorar los urgidos de Dios tan fácilmente.
Somos como los Israelitas marchando por el desierto, como los discípulos amontonados en el cuarto superior después de la ascensión de Jesús, como los peregrinos en el Mayflower. La perspectiva negativa es que estamos atrapados los unos con los otros – recluidos por el desierto, un Jerusalén hostil, o un mar tormentoso. Pero “atrapados” no es la actitud bíblica. Más bien, nos pertenecemos los unos a los otros. Somos peregrinos en camino a la tierra prometida, llamados a ayudarnos unos a otros durante el viaje. Dios ha escogido la comunión como canal de vida primaria en su cuerpo.
Los Medios de la Comunión
¿Ha escuchado la frase “un medio de gracia”? En la teología se refiere a cosas que podemos hacer – como el orar o meditar las Escrituras – ponernos en posición de recibir algo de parte de Dios. La comunión es un medio de gracia también. Es una manera de llegar a un punto en donde Dios nos encuentra. Así que la pregunta que sigue es: ¿Cuáles son los medios de la comunión? ¿Qué podemos hacer para tomar una postura para experimentar la comunión? La lista es larga.
Adorar a Dios juntos. La adoración es un medio de experimentar la comunión con Dios a través de meditar y declarar la verdad de quien es, dándole gracias, y recibiendo un sentir de su presencia. Como hemos notado anteriormente de las Escrituras, la comunión con Dios – incluyendo la adoración – nos abre a una comunión los unos con los otros.
Orar unos por otros, especialmente en relación a las cosas que nos agobian y cómo Dios esta obrando en nuestras vidas. El orar juntos probablemente es lo más cercas que podemos llegar a experimentar la comunión de alguien más con Dios y saber las cualidades de su relación con su Dios.
Utilizar nuestros dones espirituales para ayudar a otros crecer en Dios. Si la comunión es el participar juntamente en el Espíritu, ¿cuál más obvia participación puede haber que servirnos mutuamente a través de estos dones de gracia autorizados por el Espíritu?
Llevar las cargas unos a otros. Pablo lo dijo así: “Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplir así la ley de Cristo” (Gal. 6:1-2). Todos tenemos cargas y – como escuché decir mi pastor C.J. Mahaney una vez - tenemos una responsabilidad de comunicar esas cargas sin requerir que alguien reciba revelación divina para adivinar cuales son. Este proceso no tiene que ser difícil.
Un día estaba sentado en la oficina de la iglesia mientras cuatro de nosotros terminábamos una junta de negocios. Al momento de levantarnos de la mesa, dije sencillamente, “Necesito avisarles de lo que esta sucediendo en mi corazón.” Era todo lo necesario para iniciar el proceso.
Hacía menos de un mes que habíamos enterrado un niño de ocho años que había muerto de cáncer. Matt había sido más que un simple miembro de la iglesia; era amigo de mi y mi familia. Había estado sintiendo una pesadumbre – una tristeza – desde aquel entonces, y no estaba seguro si el motivo era puro, o que lo estaba manejando correctamente. Aunque parece obvio ahorita, no podía entender lo que estaba pasando en mi corazón.
Mis amigos escucharon en silencio mientras yo batallé para explicarme. Pero no solo me confortaron. Me hicieron preguntas profundas tocando puntos de auto-lástima, preocupación, y un sentir soberbio de responsabilidad. Tomó valor hacer ese tipo de preguntas a alguien que estaba batallando con la tristeza con cual me enfrentaba, pero se necesitaban hacer esas preguntas, y yo no sabía lo suficiente en ese momento para hacerme esas preguntas.
Cuando habían acabado mis amigos, sabía que alguien me entendía – y no nada más en el sentido emocional. Me habían ayudado explorar mi alma. ¿Su consejo? Mantenerme atento a ciertas tentaciones, pero lo central es que, estas doliendo, John. La tristeza que sientes es una parte normal de las pérdidas que experimentamos en la vida.
¿Se me quitó la tristeza ese día? ¿Salí de esa oficina caminando en nubes de gozo? No. Pero ahora tres hombres compartían mi carga, y me fui con un peso mucho más ligero.
Necesitamos comunicar las cargas de nuestras tribulaciones. No nada más las pruebas externas de perder un trabajo o padecer una enfermedad, sino los conflictos internos también. También necesitamos comunicar las cargas de nuestros temores, que muchas veces son vergonzosos pero gobiernan nuestra alma. ¡Que tragedia cuando las cargas de los Cristianos los oprimen porque descuidaron el recibir ayuda por medio de la comunión!
Compartir nuestras experiencias espirituales. Desde la preparatoria, mi esposa Nancy ha guardado un diario de sus tiempos a solas buscando de Dios. No es inusual que me lea partes, y yo comparto el mismo tipo de cosa con ella. Muchas veces nos toma nada más cinco minutos, pero es una comunión rica de todas maneras.
Confesar nuestros pecados los unos a otros – antes de que alguien llegue a confrontarnos. Muchas veces esta fuente de ayuda obvia en conquistar el pecado se descuida por causa de nuestro orgullo insensato. “Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros,” escribe Santiago, “y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho” (San. 5:16).
Corregirnos los unos a otros cuando vemos que alguno de nosotros ha fallado en reconocer y tomar responsabilidad por su pecado. Pablo escribe que cuando vemos un hermano en pecado, debemos de señalárselo con el fin de restaurarlo (Gal. 6:1). Tan incómodo que sea, así es la comunión bíblica. Y si a primera no logramos ganar el corazón del hermano errante, Jesús nos enseña que debemos involucrar más hermanos para asegurar que la corrección es correcta y que el hermano reciba cada oportunidad para arrepentirse (Mat. 18:15ff).
La corrección (véase el capítulo 5) es uno de los aspectos más retadoras de la comunión porque muchas veces involucra desacuerdo y conflicto. Además, el que está trayendo la corrección puede terminar con sus propios motivos evaluados por el otro – y pronunciado errante. Sin embargo, sin este aspecto de la comunión, encerramos partes de nuestras vidas, bloqueándonos de otras oportunidades para comunión.
Servir los unos a otros en maneras prácticas. El servicio eficaz requiere el saber las necesidades de la otra persona. El descubrir esas necesidades muchas veces es un producto de la comunión. Imagínese que una pareja de su grupo revela que están experimentando mayor conflicto a causa de dejar a un lado su matrimonio. La comunión puede significar el tomar a sus hijos por un fin de semana para que los padres puedan salir y rectificar los problemas de su relación.
Sin embargo, tenemos que cuidar que no pensemos que el simple hecho de hacer algunas de estas cosas automáticamente va producir la comunión. Acuérdense que estos son “medios para la comunión”. Sólo le colocan en una posición en donde la comunión es posible no garantizado. La comunión verdadera es una obra del Espíritu por gracia. Así como el tango: toma dos personas para la comunión, y no todo el mundo quiere bailar. Pero aun así, carecer de practicar estos medios de comunión nos niega la oportunidad de ver a la comunión como un medio de gracia.
Impedimentos a la Comunión
En un ensayo acerca de la comunión J.I. Packer identifica cuatro impedimentos a disfrutar de esta dinámica particular de vida en el Espíritu: auto-suficiencia, formalidad, amargura, y elitismo.
Auto-suficiencia. Este pecado le anuncia a Dios y a los demás que somos adecuados en nosotros mismos. Se revela en una falta de oración (demostrando nuestra ilusión de que no necesitamos a Dios) y una falta de comunión (demostrando nuestra ilusión de que no nos necesitamos los unos a otros).
Por los últimos 30 años los Cristianos se han fascinado con 1 Corintios 12 y otros pasajes en el Nuevo Testamento que hablan acerca de los dones espirituales. A menudo la pregunta subyacente ha sido “¿Cuáles son mis dones?” Si nuestro interés para servir, esta es una buena pregunta. Pero al ver el contexto del capítulo revela otro punto: Nos necesitamos los unos a los otros, porque diferentes gentes tienen diferentes dones. El decir que podemos llegar a ser quienes Dios quiere que seamos sin el beneficio de la comunión es tan equivocado como decir que un cuerpo puede funcionar completamente bien sin ojos, manos, u oídos.
En nuestra auto-suficiencia tendemos a ignorar la comunión – sólo para darnos cuenta cuánto la necesitamos al momento de enfrentar una crisis. Luego tratamos de construir relaciones desbandadamente cuando menos tiempo les podemos invertir, y cuando personas – con buena razón, dada nuestra historia – han concluido que no tenemos interés en la comunión.
La Formalidad. La misma palabra puede evocar imágenes de bailes debutantes y el esfuerzo para recordar cual tenedor usar. Pero aquí solamente significa todas esas reglas y estándares que inconcientemente utilizamos cuando estamos en situaciones sociales. A veces estas reglas son neutrales, pero a veces impiden la comunión. Considere el código asumido de algunas familias: “No se habla acerca de la vida ‘privada’ con otra gente.” ¡No va producir mucha comunión entrando a la iglesia con esa creencia!
También podemos caer en la formalidad dentro de nuestros grupos pequeños – justo el lugar donde la comunión exige ser espontáneos y transparentes. De hecho, he visto que las reuniones de algunos grupos pequeños son tan predecibles que una liturgia (y lo digo sin intención de denigrar congregaciones que utilizan la liturgia). El líder sigue un modelo estándar. La misma gente ora, lee escritura, habla de sus problemas. Cada vez.
Sin embargo la comunión es espiritual – “del Espíritu” – y así deben de ser nuestras reuniones. La necesidades y temas de la vida cambian, y así debe de cambiar el contenido y el tema de nuestras reuniones, porque el Espíritu siempre esta obrando en nuestras vidas para conformarnos al imagen de Cristo en áreas específicas. Debemos de adaptar a su obra, e invitar a otros que nos ayuden. No estoy proponiendo que no haya plan o formato para las reuniones, más bien, que los planes incluyen oportunidades para que cada persona comparte la obra del Espíritu en la vida de el o ella.
Amargura. Amargura en el contexto de la comunión es, en pocas palabras, una reacción pecaminosa a algo que salió mal en una relación. Considera estas áreas:
- Expectativas incumplidas. “Lo he invitado a comer, y no aceptó; he abierto mi vida a él, y no tuvo atención conmigo; pensé que pudiéramos ser gran amigos, pero pasa todo su tiempo con alguien más.”
- Orgullo ofendido: “Su corrección es erróneo, y me insulta que aun y piense que pudiera yo hacer tal cosa. Nunca le voy abrir mi vida de aquí en adelante.”
- Celos: “¿Por qué lo escogieron a él como líder? ¿Qué no ve el pastor que tengo mucho más talento que él?
- Chisme y difamación. Compartiéndole información confidencial y negativo a alguien que ni es parte del problema ni de la solución – esto es chisme. La difamación, la cual es difundir información falsa acerca de alguien con la intención de dañarles, tienta a los difamados a la amargura. Dejado sin confrontarse, el chisme y la difamación crean una falta de confianza y amargura, construyendo una pared de hostilidad que la comunión no puede escalar. Aun peor, estos pecados tienden a creer facciones dentro del grupo, los cuales sirven para distanciar a los creyentes aun más.
Elitismo. Esta actitud de hacer menos a aquellos quienes consideramos menos maduros que nosotros aplaca la comunión—o lo convierte en un callejón de un sentido. Se ve el elitismo en este tipo de pensar: “Yo le puedo ayudar, pero él no es lo suficientemente maduro para contribuir a mi crecimiento. Solamente comparto mis problemas a gente suficientemente maduros para tratar con ellos.” O podemos formar círculos exclusivos arraigados en un orgullo de haber tenido mucho tiempo en la iglesia: “Yo he estado aquí mucho tiempo y mis relaciones ya están establecidas. Esa gente probablemente se sienta más cómoda con algunos de los miembros más nuevos.”
Llegando de Aquí a Allá
Pregunta. De una vez que nos comprometamos al valor de la comunión, es fácil crear oportunidades para ella. Haga preguntas que vayan más allá de la superficie. Convierte el “¿Cómo esta?” a “¿Cómo esta obrando Dios en su vida ahorita?” “¿Cómo le afectó ese evento?” ¿Qué cree que puede aprender de esto?”
Al parecer nos es mucho más difícil hacer preguntas que contestarlas. La mayoría de nosotros deseamos compartir nuestras luchas, cargas, éxitos e intereses con los demás—lo único que nos falta es un hermano o hermana que preste oído.
Ofrecer Voluntariamente. La comunión fluye cuando ofrecemos información acerca de nuestro estado interno a los demás no nada más para aliviar el problema de sentirnos solos, pero para ganar su evaluación honesta de cómo estamos tratando con un asunto y cómo podemos cambiar. La corrección raramente se da a menos de que la pedimos. Hace poco un amigo me pidió que si podía hablar conmigo en privado. Estaba batallando con un pecado en cual caía regularmente, y su súplica fue algo memorable: “Aprecio tu apoyo cuando confieso mi lucha y reacción pecaminosa, pero necesito más que tu entendimiento y tu apoyo. Necesito que me repruebes en términos fuertes. Por favor llámame la atención al corregirme fuertemente.” Este hombre goza de una comunión profunda, y su crecimiento en Dios ha sido consistente, en parte porque reconoce su necesidad de ayuda, y sabe que el Espíritu usa a otros para proveer revelación.
Aprovecha las Oportunidades Espontáneas. Yo me preparo para mi grupo pequeño con dos cosas en mente: primero, qué esta destacando Dios en mi vida- un pecado o tentación, una prueba, una oportunidad o decisión, confusión acerca de algo. Llego listo y dispuesto a abrir mi vida y recibir consejo acerca de este asunto. Por razones prácticas, no siempre le toca a todo mundo compartir, entonces a la mejor y no comparto yo esa noche, pero estoy listo para hacerlo si hay oportunidad. (Y si no lo hay, busco otras oportunidades.) En segundo lugar, llego a la reunión recordando temas pasadas que hemos hablado para poder expresar mi cuidado y animar la comunión al darle seguimiento.
Mi grupo se reune de dos maneras: como pareja (todos somos casados), y separados en grupos de hombres y mujeres. Practicamos la discreción acerca de cuales temas son apropiados para el grupo mixto, y cuales exigen discreción.
Ser creativo. Abunden otras oportunidades para la comunión. La hospitalidad es una práctica bíblica que fomenta la comunión. La conversación fluye libremente durante una comida, ya sea en la cocina de alguien o en un restaurante. Las fiestas también pueden ayudar crear comunión – si hacemos tiempo para ella.
Vayan a campar juntos. Quédense en cuartos adjuntos en un retiro de iglesia. Cualquier contacto entre Cristianos—especialmente aquellos en su iglesia, y aun más particularmente en su grupo pequeño—deben ser vistos como oportunidades de comunión.
Todos en la Familia
Una de las metáforas que usa la Biblia para describir a la iglesia es la familia. Hoy en día hay mucha preocupación acerca de la familia. La sociedad entera se ha alarmado al descubrir que la familia individual, y hasta la misma institución de la familia, se debilita si no se cuida (el término de moda es “desestructurada”). Con toda la discusión acerca de tal tipo de familias, uno pudiera concluir que es así son las que quedan.
Pero eso no es cierto. Hay muchas familias sanas y “estructuradas”. Estoy convencido que los mejores de éstos se encuentran en hogares Cristianos basados en la Biblia y que están arraigados profundamente en la tierra de la iglesia local. El término bíblico para una familia normalmente se traduce como “hogar”, y cuando nos convertimos al Crisianismo, nos volvemos parte del hogar de Dios, Su familia. Busca tres pasajes de Pablo:
Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe (Gal. 6:10).
Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios (Ef. 2:19).
Pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad (1 Tim. 3:15).
Cada uno de nosotros tiene obligaciones familiares en la iglesia. La comunión abarca una gran responsabilidad para cuidar del alma de otro y de recibir ayuda para el nuestro, a fin de que juntos podemos ser todo lo que Dios quiere que seamos.
Una iglesia local buena – y un grupo pequeño bueno – es como lo mejor de las familias. En una buena familia toman responsabilidad los unos por los otros. En una buena familia son honestos los unos con los otros. En una buena familia velan los unos por los otros. En una buena familia tratan con problemas. En una buena familia se aman mutuamente – nadie se siente solo. En una buena familia aman y respetan a la cabeza del hogar – en nuestro caso el que llamamos Padre y Señor.
La comunión hace que la vida familiar sea posible en la iglesia. Pero la comunión no sucede solo. Tenemos que definirla, tenemos que buscarla, tenemos que amarla. Si lo hacemos, vamos a prevenir el que alguien convierta nuestro hogar espiritual en un restaurante.
Discusión en Grupo
- Lee la definición que escribió como respuesta a la primera pregunta en la página 17. ¿Cree que todavía es la mejor definición? ¿Por qué? ¿Por qué no?
- ¿Puede nombrar una actividad que antes creía que era comunión, pero que realmente no lo es?
- ¿Cuáles dones espirituales piensa que tal vez posee? (Véase Romanos 12) ¿Cómo se pudieran usar para fomentar la comunión en su grupo pequeño?
- ¿Saben los miembros de su grupo pequeño cualquiera de las experiencias espirituales que han tenido el mayor impacto en su vida?
- La auto-suficiencia, la formalidad, la amargura, y el elitismo: ¿Insinúan estas categorías algún área de pecado que tal vez necesita confesar? Invita la evaluación de los demás.
- Toma una votación. ¿A la mayoría de las personas en su grupo pequeño les es más fácil contestar preguntas acerca de su vida espiritual que hacer ese tipo de pregunta a alguien más?
- Si contestan sí en la pregunta 6, entonces prosigue y pregúntele a alguien acerca de su vida espiritual—¡porque a la mayoría de la gente le es fácil!
- Ora que Dios le ayude tener la humildad y pasión para aprovechar oportunidades futuras de comunión.
Lectura Recomendada
The Crisis of Caring por Jerry Bridges (Phillipsburg, NJ: Presbiteriano y Reformado, 1985)
Notas
- J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1981).
- Jerry Bridges, True Fellowship (Colorado Springs: NavPress, 1985), p. 16-17.
- J.I. Packer, God’s Words, p. 198-199.
- George Swinnock, The Golden Treasury of Puritan Quotations (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1989) p. 245.
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